Anoche volví a ver El tren de las 3:10 a Yuma (1957), de Delmer Daves, un film que siempre amé aunque recién entendí hace unos diez años apenas, volviéndolo a ver como anoche: el asunto es la decisión de Glenn Ford. Si no la vieron, éste es el momento para dejar de leer.

   Glenn Ford es un forajido prisionero de Van Heflin, un hombre de familia que necesita desesperadamente el dinero de la recompensa para salvar su rancho de las penurias de la sequía. Ford está tranquilo porque sabe que su banda prepara su liberación, que implica el asesinato de Van Heflin. Esperan un tren, el tren del título. A último momento Glenn Ford se vuelve contra los suyos y salva a Van Heflin de la muerte prevista. Es decir, hace lo opuesto a lo que esperamos de su personaje. Ese gesto noble no es arbitrario: Ford y Heflin han pasado muchas horas juntos, conociéndose. En algún momento Ford ha decidido, a grandes rasgos, que el mundo es mejor con ese hombre vivo y por eso actúa contra su propia naturaleza. En un epílogo casi fantástico, todo el cosmos parece agradecérselo y llueve. Las penurias de Heflin y su familia terminan. Ford sonríe. Todo es mejor.

  Apenas un año después Akira Kurosawa retoma algo de esto en La fortaleza oculta que transcurre en el contexto mucho más rígido del Japón feudal. Toshiro Mifune y el general Hyoe Tadakoro son rivales pero también son nobles y se respetan. Quizá hasta se estiman porque se reconocen parte de un mundo que se va extinguiendo, un poco como el oficial prusiano y el oficial francés de La gran ilusión. La cuestión es que en una escena Mifune y Hyoe se baten y Mifune vence pero se niega a matar al adversario caído y escapa. Quien dude (¿quién duda?) del genio de Mifune tendrá que ver atentamente esa escena porque el tipo, primero con la mirada y enseguida con una sonrisa, nos hace comprender por qué no mata. Nos lo hace comprender a nosotros porque Hyoe, que está hecho de un roble igual pero distinto, no comprende nada y cree que Mifune se ha burlado de él. El jefe de Hyoe opina lo mismo: es preferible la muerte antes que la deshonra de la derrota. Y traslada su opinión al rostro de Hyoe, desfigurándolo espantosamente.

   Más tarde Mifune y el grupo de fugitivos a los que protege son capturados. En ese grupo hay una princesa que a lo largo del camino ha ido aprendiendo cosas. En la celda donde el grupo está confinado se presenta el general Hyoe Tadakoro para identificarlos, muestra su rostro desfigurado y culpa a Mifune. “Perdonarme la vida fue un acto cruel”, le dice, más o menos y en japonés. 

   Mifune no contesta nada pero la princesa reacciona y trata de imbécil a Hyoe: “Cruel fue tu amo que te desfiguró por vivir”. Y le canta una canción aprendida en el camino: “La vida de un hombre se consume como un fuego / Arroja la vida de un insecto al fuego / Piénsalo: ¡qué oscuro es este mundo!”. 

   Al día siguiente las tropas del general Hyoe Tadakoro están listas para conducir a los prisioneros al sitio donde serán ejecutados. Sólo falta el general. 

   Y de pronto el general canta. 

   “La vida de un hombre se consume como un fuego”... 

   Sus soldados lo miran desconcertados pero el general sigue cantando y de pronto se da vuelta. Es así. Se da vuelta física, moral y espiritualmente. Kurosawa lo celebra desplegando un torrente de fuerza y acción: ese general se arroja contra sus propias tropas, ese general corta las ataduras de sus prisioneros, ese general los devuelve nada menos que a la vida. Acto seguido, los prisioneros, la cámara, nosotros, la música y la épica, cabalgamos todos juntos ¡por la montaña! hacia la libertad.

   Por lo poco que sé del tema, tipos como Glenn Ford y como el general Tadakoro no representan la versión ortodoxa del camino del héroe. Son otra cosa. Ya son grandes y se podría decir que han transitado con éxito el mundo de los héroes. Lo que aprenden en ambas películas los lleva a otro lado: a considerar la posibilidad de portarse a contramano de la propia formación, incluso de cierta genética. En tiempos de tanto recio de café, tanta pose de macho curtido, tanta animalidad disfrazada de pasión y tanto asesino desquiciado, estos hombres expresan la urgencia de aprender a tomar decisiones para las cuales no fuimos programados.