Fueron buenos años. Esforzados, llenos de obstáculos, pero buenos. Hace cinco años, los kioscos de diarios todavía tenían revistas culturales independientes que incluso habían formado una asociación, Arecia. Luego, la nueva realidad económica: un dólar desbocado, imprentas levantando sus precios como si cotizaran el papel en Lebacs y el bolsillo flaqueado de los lectores. Lo mismo que en todos los sectores culturales. La mayoría de esas revistas se refugió en internet. Algunas dejaron de salir. De ellas, Velociraptors era una de las más bonitas: tenía una producción impecable y una propuesta interesante, a fuerza de articular ciencia y sociedad con referencias a la cultura gamer, comiquera y cinéfila. Era creativa, estaba bien escrita y sus temas no aparecían en otro lado. Salió hasta 2014.

Y volvió en marzo de 2018. En este regreso, su eje temático es “el futuro”. La revista mantiene su atractivo intacto: notas sobre transhumanismo, “tuning biológico”, una entrevista a Diego Hurtado, inteligencia artificial y mucho más. Hace un par de semanas, el equipo de Velociraptors la presentó en público y repartió los ejemplares de recompensa a la campaña de crowdfunding con la que volvieron. Ese reencuentro físico y simbólico con su público movilizó a sus creadores. “Nos dimos cuenta de que con otras teníamos un sentir generacional, como Burra, NAN o Maten al mensajero, y de que, lejos de sentirlas como competencia, son parte de la comunidad a la que pertenecemos”.

“Siempre pensamos una colección en papel de siete números, pero a partir del quinto nos fuimos enganchando con otros proyectos mediáticos”, explica su co-editora responsable, Clara Ruocco. La reaparición terminó de tomar forma cuando encontraron el tropos que ordenaría los artículos. “El cierre de la etapa kirchnerista y esto del PRO nos abrían unas imágenes distópicas de lo que se viene”, comenta la editora, atenta a los cambios en las políticas públicas vinculadas a la ciencia, con el ya conocido desguace de Arsat, los bombardeos mediáticos, callcenteristas y presupuestarios al Conicet, al INTI y a cualquier movida con atisbos de tener una libretita con ideas.

Velociraptors trabaja con el triángulo ciencia-tecnología-sociedad”, define Ruocco, esquivando el rótulo de “divulgación científica”. Quizás por eso la Velo no se parece a ninguna otra. “No es una celebración a la curiosidad humana o experimental, sino que revisa, cuestiona o se caga de risa de cómo se produce ciencia en Argentina, y el imaginario de eso, para a veces hacer otras cosas completamente diferentes.”

Ese imaginario se cruza inevitablemente con la cultura pop: “Capaz es medio pelotudo y podríamos usar otras matrices, pero es con la que decodificamos el mundo”, reflexiona Ruocco. “Si pensamos en ese triángulo de ciencia-tecnología-sociedad, y si la cultura pop es parte de esa sociedad, sirve pensar qué hace la cultura pop ahí.”