En el escenario de El Emergente ya hace un par de horas que los músicos están zapando. Ahí están Anderson Paak, sus Free Nationals a pleno, Mac DeMarco y hasta Flea de Red Hot Chili Peppers. Pero si la zapada no se pincha ni se pudre en gran medida es mérito de Ramiro Rodríguez Goitia, quien como DT de la Jam Club les da indicaciones a diestra y siniestra. A uno que se suba, a otro que se baje, a una que cante y a uno que quiere subir a rapear le dice: “A ver, rapeame a mí’. Y listo, a zapar.
“La idea es que la cosa funcione, así que lo que está bueno sigue y si no va, se frena. Me cansé de ver zapadas feas”, dice Ramiro en un bar de Plaza Italia junto a Martín Rizzolla, su compañero en Translúcido, una de las sorpresas musicales de la escena local. Sólo tienen dos discos (Bioma, de 2014, y El último latido de Lao, del año pasado) pero la originalidad de su propuesta instrumental los llevó el año pasado a ser seleccionados por Mario Pergolini para tocar junto a Catupecu Machu en una gira por el interior del país que duró un mes y terminó en Cosquín: “Hoy en día no tenemos tiempo para estar cuatro horas zapando porque tenemos más shows. Pero por suerte tenemos el espacio de las jams, que es algo que nunca vamos a perder”.
Translúcido intenta conciliar sonidos y géneros en apariencia opuestos, como la música electrónica y el rock progresivo, al punto que hasta inventaron un término para su propuesta: Electro Go. “Indudablemente, cargamos con ese bagaje del rock progresivo, pero con un sonido más futurista. El desarrollo de los temas está ligado a esas influencias de Yes, King Crimson o Pink Floyd, pero eso está un poco camuflado, por los tipos de sonidos que usamos: también nos interesan Sasha, Hernán Cattáneo o Nicolas Jaar.”
Justamente la curiosidad de ese mix a veces les dificulta montar fechas. “Nos resulta complicado encontrar bandas con las que podamos compartir escena. Hay muchas que hacen música sinfónica pero a la vieja escuela, y si hay algo que nosotros no hacemos es encerrarnos en un estilo”, analiza Ramiro, y destaca a bandas de propuestas afines como Poseidótica, Hungría o Morbo y Mambo.
Mientras la Jam Club BA va camino a convertirse en un clásico que surgió espontáneamente por la necesidad de los músicos de juntarse a improvisar, justamente fue a raíz de una jam con los Snarky Puppy que surgió la posibilidad de tocar el año pasado con Jacob Collier: “Tiene una energía muy especial ese pibe, tiene tan incorporados la música y los instrumentos que hace lo que quiere con una naturalidad increíble”.
Martín dice que Collier es tan dotado que “casi que choca un poco”, y ejemplifica: “Collier canta microtonos, fragmentos más chicos que un semitono, y utiliza eso para componer: quizás el estribillo en vez de estar en 440 está en 444, juega con las partes y les da más brillo con la afinación”. Y Ramiro rescata: “Tiene un oído increíble, me quedé con la sensación de que es el músico más zarpado que vi en vivo en mi vida. Pero así también nos ayudó a bajar las cosas del escenario”.