En los últimos meses, Netflix ha sido generosa con el amplio género de la ciencia ficción. Monstruos alienígenas (The Cloverfield Paradox), el noir futurista (Altered Carbon y Mute), junto al emblemático relanzamiento de Viaje a las estrellas, se fueron agolpando uno tras otro en la plataforma on demand. El próximo 13 de abril, lo hará otra con la remake de Perdidos en el espacio. Clásico también nacido en la década de los ‘60 como el del Capitán Kirk y Mr. Spock pero que entonces tuvo el tupé de mezclar las travesías espaciales con La Isla de Gillighan. Aunque cueste creerlo, durante los años de su emisión original, fue la competencia directa de la entrega trekkie. Se dice que la idea original era mucho más oscura que la comedia familiar en la que se terminó convirtiendo. Podría decirse que esta remozada adaptación se apoya sobre ese primer intento y adecúa su trama a los tiempos que corren. 

La historia se ubica en el 2045, cuando la colonización espacial es un hecho forzado por las circunstancias. Como un asteroide colisionó contra la tierra los días en este planeta entran en cuenta regresiva. Los Robinson han sido una de las familias seleccionadas para sentar bases allá lejos. ¿Sus pergaminos? Papá (Toby Stephens) es militar y tiene experiencia en territorio hostil y mamá (Molly Parker) es una brillante ingeniera aerosespacial. Los vástagos de la pareja –Judy, Penny y Will–  no les pierden pisada a John y Maureen.  Los tres son prodigios en medicina, arte y electrónica, por mencionar algunas de las pericias que demuestran en el primer episodio. El comienzo es sugerente con la familia jugando a las cartas a bordo de la nave Júpiter 2 mientras suena el clásico “Drift Away” de Dobie Gray. La paz será efímera y tras un accidente acabarán estrellándose en un lugar impensado. Zack Estrin, su showrunner, apuntó que lo más atractivo de esta propuesta es el trampolín hacia un terreno desconocido donde, básicamente, todo es posible.

Esta nueva propuesta, como también lo intentara sin éxito la producción cinematográfica que protagonizaron Gary Oldman y Matt LeBlanc, constriñe a los Robinson en un ambiente menos naif que la ficción emitida entre 1965 y 1968. Lo dijo su propio showrunner: “Quisimos mantener el contenido y los valores emocionales fundamentales de la serie original pero lo actualizamos para estos tiempos. Exploramos relaciones que son un poco más complicadas, y hay algunas preguntas que finalmente reciben respuesta”. Los Robinson, por ejemplo, dejaron de ser claros representantes de la América blanca protestante y una de sus hijas es afroamericana. El emblemático robot también presenta una nueva personalidad. La compañía del más pequeño ahora es un transformer peligrosamente amigable (sus creadores señalaron la influencia para la relación entre estos dos la buscaron en E.T. y El Corcel Negro). Otros roles conocidos pero bajo una nueva perspectiva son el Doctor Smith que ahora es una doctora (interpretado por una ladina Parker Posey) y el sabandija de Don West (Ignacio Serricchio) que constantemente se opone a las decisiones de Mr. Robinson. 

Perdidos en el espacio está rodeada por la intriga, el planeta en sí mismo se presenta como un misterio a decodificar y lo mismo sucede con los motivos por los que llegaron allí. El hábitat parece condensar todo lo que deseaban. En un viejo manual de geografía, con todos esos climas y biomas, se aseguraría que los Robinson están en la Argentina. Espacio indómito que ofrece montañas con heladas y por medio de un túnel se accede a un bosque de ensueño. Pero los Robinson no están en plan de acampe y durante el primer episodio los acechan sin respiro varios peligros naturales. 

A nivel narrativo, la ficción acontece entre los aprietos que se les presentan en el nuevo contexto y recurrentes flashbacks durante sus últimos días en la tierra que le suman más espesura a los personajes.  La falta de humor y el remache de notas incidentales son los puntos más flojos de una propuesta que gana cuando no se toma tan en serio. “¿Por qué traería algo cursi para leer al nuevo mundo? Estamos aquí para establecer una colonia y expandir los lazos de la experiencia humana”, dice irónica una de las hijas en uno de los pocos momentos. En tanto, papá tratará de mejorar el vínculo con los suyos aunque no pueda hacer a un lado su doctrina castrense y mamá, que en la tierra trataba de balancear vida profesional con lo familiar, será una matriarca cariñosa que cobija a sus pollitos. Por fuera de su carcasa dramática y estética sci-fi, el espíritu de La tribu Brady y Mi Bella Genio hace mella en esta ficción que consta de diez episodios. Estarán a años luz de la tierra y de esa otra era dorada de la tevé, pero tal como diría otro miembro de la especie catódica, “lo primero es la familia”.