El futuro de la Planta Industrial de Agua Pesada (PIAP) de la localidad neuquina de Arroyito continúa siendo un interrogante. La firma estatal interrumpió su producción en mayo del año pasado debido a una parada técnica e inicialmente se había prometido que arrancaría en agosto, pero eso no ocurrió porque siguen sin firmarse los contratos con China para avanzar con Atucha III y porque la demanda de agua pesada por parte de las otras tres centrales está interrumpida en un contexto de desfinanciamiento generalizado del sector nuclear. En marzo los trabajadores de PIAP cobraron su sueldo en cuotas y el miércoles pasado la empresa todavía no tenía los fondos para abonar los próximos salarios. En este contexto, el subsecretario de Energía Nuclear, Julián Gadano, sorprendió al anunciar que el gobierno está evaluando reflotar un viejo proyecto para que la planta produzca fertilizantes para el campo.
PIAP es controlada por la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería (ENSI), una sociedad entre la provincia de Neuquén (51 por ciento) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (49 por ciento). Allí se produce el agua pesada que modera y refrigera la reacción nuclear en centrales atómicas que utilizan uranio natural.
El jefe de gabinete Marcos Peña, aseguró el miércoles 14 de marzo en el Congreso que “no es cierto que el Estado Nacional haya desistido de hacer aportes, ya que a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica está tramitando los fondos para que la planta afronte sus gastos hasta que Nucleoeléctrica vuelva a comprar (agua pesada), lo que se estima ocurrirá durante el primer semestre 2018”. Sin embargo, en marzo el dinero apareció por goteo y hasta el miércoles pasado no habían llegado las partidas para pagar los próximos sueldos.
La empresa produjo el año pasado un stock de 23 toneladas de agua pesada que se los podría vender a la estatal Nucleoeléctrica, la firma encargada de operar las tres centrales nucleares, y así salir de esta delicada situación al menos por unos meses. El problema es que Nucleoeléctrica no cuenta actualmente con recursos suficientes para pagar esa producción porque también le recortaron los fondos y tuvo sus tarifas congeladas hasta comienzos de marzo. Mientras la incertidumbre continúa, Gadano aseguró al diario Río Negro el 23 de marzo que se está evaluando darle un “uso dual” a la planta al destinarla también a la producción de fertilizantes.
Los intentos de Neuquén para industrializar el gas a través de una planta de fertilizantes se remontan hasta 1966 cuando, por gestión del director de YPF doctor Oscar Albrieu, representante por Neuquén, se firmó un convenio con el presidente del directorio de YPF, Facundo Suárez, para realizar un estudio de factibilidad acerca del aprovechamiento del gas venteado. Entonces se determinó que el proyecto era factible porque entonces se quemaban o venteaban unos tres millones de metros cúbicos de gas por día en distintos pozos del yacimiento Plaza Huincul. Sin embargo, el golpe de Estado que derrocó al presidente Arturo Illia frustró la iniciativa.
El plan se reflotó a fines de la década del 70 de la mano del descubrimiento del megayacimiento gasífero Loma La Lata. En 1983 se constituyó una sociedad entre YPF y Neuquén para establecer una fábrica de fertilizantes nitrogenados que se denominó Fertineu, al borde de la Ruta N° 22 en el ingreso a Plaza Huincul. El presidente Raúl Alfonsín incluso llegó a respaldar la iniciativa durante una visita al municipio de Neuquén cuando les gritó “Ahora Fertineu” a un grupo de trabajadores que agitaban una bandera con esa leyenda, pero el proyecto no se concretó.
En la década del 90 la iniciativa resurgió una vez más, ya vinculada a la planta PIAP, cuando el proyecto de Atucha II estaba paralizado y el horizonte de la empresa era incierto. Era una manera de aprovechar las dos líneas de producción de amoniaco, de 80 toneladas por hora cada una, y los compresores centrífugos de alta presión con los que cuenta la planta. Incluso se iniciaron conversaciones con la canadiense Cominco Fertilizers, quien se había mostrado interesada en invertir, pero el entonces gobernador neuquino Jorge Sobisch propuso instalar la planta en Cutral Có para solucionar el problema social que habían provocado los despidos de YPF. A Cominco Fertilizers, luego denominada Agrium, esa propuesta no le cerraba porque montar una planta nueva en Cutral Có era más costoso que aprovechar la infraestructura de PIAP y la negociación fracasó ya durante la gobernación de Felipe Sapag, dando lugar a las puebladas de Cutral Có y Plaza Huincul en 1996. Finalmente los canadienses instalaron Profertil cerca del puerto de Bahía Blanca.
Pese a ello, la demanda de fertilizantes siguió creciendo y el proyecto de una planta en Neuquén continuó en carpeta. En diciembre de 2010, cuando la construcción de Atucha II estaba cerca de finalizar, ENSI le encargó un estudio de factibilidad a la danesa Haldor Topsøe, líder mundial de catalizadores para la producción de urea, para comenzar a producir fertilizantes. La solicitud contemplaba que se evaluaran tres opciones para producir un millón de toneladas anuales de urea: 1) Montar una planta nueva separada de PIAP, 2) Montar una planta nueva integrada a PIAP sin dejar de producir agua pesada, 3) Montar una planta nueva integrada a PIAP dejando de producir agua pesada. El estudio de factibilidad se terminó realizando en 2013 y de allí surgió que montar una planta de producción de fertilizantes separada de PIAP tendría un costo de 680 millones de euros, mientras que si se la integraba a PIAP ese valor se reducía a 525 millones, un 25 por ciento menos.
Ese estudio es el que reflotó el gobierno ahora para avanzar con el plan de producción de fertilizantes, aprovechando también la creciente producción de gas que se prevé que aporte Vaca Muerta. El gas es el insumo clave. A través de un proceso catalítico se obtiene dióxido de carbono e hidrógeno. El hidrógeno se mezcla con nitrógeno y se obtiene el amoníaco que luego se mezcla con el dióxido de carbono para obtener urea, la cual se destina a la producción agrícola de cereales. A su vez, el agua pesada se obtendría del gas al pasar el hidrógeno por las unidades de extracción de deuterio que tiene PIAP, aunque Gadano dejó trascender también que la producción de agua pesada tiene los días contados. “Cuando se termine de proveer lo que necesita Nucleoeléctrica, se acabó la PIAP porque no hay más demanda”, aseguró al diario Río Negro.
Desde PIAP, en cambio, toman distancia de los dichos del subsecretario de Energía Nuclear. “No habría más demanda si piensa que no se va a producir más energía con las tres centrales nucleares que tenemos ni construir una cuarta central. Todos los años es necesario recambiar el uno por ciento del agua pesada que se utiliza en cada central. Si además se construye Atucha III, estaríamos hablando de unas 20 toneladas por año. En las paradas de mantenimiento siempre se pierde agua pesada lo que demandaría otras 15 toneladas anuales. Además, se pueden exportar pequeñas cantidades al mercado internacional. Al año pueden sumar otras 15 toneladas. Esa demanda de 50 toneladas anuales no justifica la existencia de la planta en producción permanente, pero tampoco sería muy sustentable desarmarla”, afirmó a PáginaI12 Marcelo Garro, secretario gremial de la seccional Arroyito de la Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Actividad Nuclear (Apcnean).