Prolífica e inquietísima, Elbi Olalla. Viene de publicar un disco con Alejandro Guyot (Piano y Canción), con su respectiva presentación en vivo, y ahora se apresta, casi sin descanso, a hacer lo mismo con Altertango, su grupo. La cita es el jueves 19 de abril a las 21 en La Tangente (Honduras 5317), y el trabajo se llama igual que el lugar que ocupa en la discografía: Sie7e. “Yo quiero que sea una fiesta, una celebración”, desea irrefrenablemente la mendocina. “Toda la gente que está invitada a subirse al escenario con nosotros es amiga y compañera de ruta, y de vida. También tengo ganas de tocar todo el disco y ver cómo suena entero”. Entero significa, literalmente, hacer sonar los once temas que lo habitan. Entre ellos, la excelente perla instrumental que lo abre (“El arrebato”). También “Lejana”, linda milonga con rúbrica de Olalla, “El arte de la espera”, aire de tonada también suyo, o “La sal de la herida”. “‘Lejana’ es una especie de milonga campera muy evocativa”, refuerza la pianista. “Se trata de una composición hecha pensando en mis amigas que viven lejos de mí… se ha dado que viven casi todas en otros países o provincias”, adentra ella, con el foco puesto en uno de los mejores temas del trabajo.
De otro de ellos (“El arte de la espera”), Elbi destraba su significado. “Es una canción dedicada a las cunetas, a las acequias mendocinas. Crecí en San Martin, a cincuenta kilómetros de la capital de Mendoza, y todas las cosas que describe la canción, tienen que ver con mi niñez. Mi abuela regando con una lata de aceite enganchada a un palo con la cual sacaba agua de la acequia, o mi hermana y yo jugando a poner barquitos en la acequia de la esquina y que la otra lo agarrara a mitad de cuadra y así, muchas imágenes más. Como es una letra muy mendocina se me ocurrió que en vez de ser una milonguita –como era al principio– se convirtiera en una tonada. O una especie de tonada, mejor dicho porque en realidad es como un chiste interno referido a la cantidad de veces que nos preguntan porqué, si somos de Mendoza, tocamos tango”, se ríe ella.
Ya con un camino que bordea las dos décadas, el cuarteto cuyano quedó acotado al formato cuarteto instrumental (Olalla, más Pablo Conalbi en batería, Ezequiel Acosta en bandoneón y Gerardo Lucero en contrabajo), porque otra de las fundadoras (la cantante Victoria Di Raimondo) decidió dejar el grupo, promediando 2016. “Simplemente no cantó más”, manifiesta su ex compañera. “Las razones son privadas y personales, porque no pasó nada de relevancia a nivel grupal. No sé, tal vez se haya cumplido un ciclo, porque eso pasa mucho en los grupos después de años y años de remar, y es muy respetable la decisión”, intuye la pianista. “Altertango es un grupo muy intenso y demandante, y los proyectos personales a veces se van distanciando de la vida del grupo. La verdad es que ella es tan valiosa que yo no sabía al principio si seguir o no, pero justo habíamos viajado a Europa como cuarteto y la habíamos pasado bien. Creo que eso nos decidió a seguir, sobre todo en honor a tantos años de trabajo para instalar un nombre y un concepto”.
Nombre y concepto cuyo devenir será, por lógica, instrumental. Será así, a menos que decidan convocar otro cantante. Por el momento parece que no. “Ahora somos un cuarteto instrumental. Aunque tengamos siempre invitados y nos encante la musica cantada, descubrimos que tocar los cuatro nos hace muy felices, y queremos seguir explorando esa faceta”, ratifica la pianista y basta con escuchar “Siete cuchillos” para dar fe de ello. La elección, claro, no significa que eviten la intervención de otras voces, pero solo en carácter de invitadas. Caso clave en este disco es el de Guyot, cantor criollo de 34 Puñaladas, que colocó su voz en dos temas: “La sal, la herida” y “Afuera”. “Tanto él como Edgardo (González, guitarrista de ese grupo y productor de Sie7e) son familia nuestra. Nos cuidan, nos escuchan, nos ayudan, nos hospedan cuando vamos a Buenos Aires. Son hermanos, y en el caso de Edgardo él esculpió este disco… eligió temas, hizo arreglos y hasta compuso parte de algunos temas. Es una persona exquisita tanto humana como musicalmente, por eso tenia que ser él el que nos guiara en esta aventura”.
La esencia tanguera que el grupo lleva estampada desde el nombre, no impide (dicho fue) que arriesgue en otros géneros. En bagualas, por caso. O en tonadas cuyanas como “El arte…”, que se vinculan axiomáticamente con el ADN de Olalla. “Me parece que tiene todo que ver, porque la raíz folclórica está en la esencia de la argentinidad, esa que se mezcló con músicas centroeuropeas, y con raíces negras para dar origen al tango. A mí me parece que queda re bien. Nos encanta tocar aires folklóricos, aunque siempre pedimos mil disculpas porque somos unos advenedizos en la materia”, cierra la música, refiriendo de refilón al título de otra de las piezas instrumentales que resume su intención: “Buenos Andes”.