Querido Papá Noel: Bueno, acá estoy otra vez, el tipo que en estos días en realidad festeja Jánuca pero le gusta importunarte con pedidos medio estrambóticos. Al menos este año me acordé a tiempo de escribirte. Bah, al menos este año me acordé de escribirte, punto: me puse a revisar y lo más reciente que encontré fue un texto de 2009 donde te pedía un montón de cosas, algunas no se cumplieron y otras sí y me asombra un poco. Por ejemplo, te pedía que El secreto de sus ojos ganara el Oscar y así fue, aunque ahora me arrepiento un poquito porque después de eso al director le dio un ataque o algo y ahora se la pasa escribiendo barbaridades, acusando gente con los argumentos más delirantes y bloqueando cuentas en Twitter. La película sigue siendo buenísima, eso sí. En fin, ten cuidado con lo que deseas y todo eso.
Cada vez que agarro una repetición de The Nightmare Before Christmas me quedo pensando lo mismo: ¿ustedes, las entidades populares sin existencia comprobada, tienen algún punto de encuentro? ¿Un pub, un SUM en algún recodo celestial, un living amplio donde clavarse un whisky y compartir experiencias? Digo, si Tim Burton retrató tan bien un cruce entre vos y Jack Skellington, se me ocurre que quizá hay reuniones más amplias, una especie de Avengers de... yendo al punto: ¿vos te la cruzás por ahí a la Parca? Sin ánimo de ofender (lo último que quiero es llamar la atención de la Señora), me gustaría que le dijeras que este año se fue un poquitito a la mierda con la segadora. David Bowie, Prince, George Martin, Leonard Cohen, Gato Barbieri, Alan Rickman, Keith Emerson, Greg Lake (al cierre de esta edición, Carl Palmer sigue con los huevos en la mano), Juan Carlos Mesa, Gene Wilder, Umberto Eco, Alberto Laiseca, Andrés Rivera y siguen las firmas... ya sé, algunos estaban realmente en edad de morirse, pero igual impresiona un poco. No digo que doña Parca se tome un 2017 sabático –el mundo no soportaría 365 días sin muertes–, pero sí podría tomarse las cosas con menos frenesí, da la impresión de que este año empezaron a garparle un plus por productividad.
Yendo a algo más doméstico, menos tremendista, quiero que este año que comienza le pongas un poco de pilas al tema del rock independiente de este país. Que se abran más lugares de música en vivo donde no basureen a los músicos y que afloje la persecuta de los inspectores, que se ponen especialmente puntillosos con lo que no tenga auspicio estatal aunque tenga todo en regla y hacen la vista gordísima con las irregularidades de los amigos. Que los programadores y musicalizadores de las radios mainstream dejen de considerar a las bandas y solistas de esta era como una linda rareza para comentar al paso o retratar en microprogramas, y le den más difusión y rotación a lo que está sucediendo. Que más personas se enteren de la existencia y las canciones de Acorazado Potemkin, Las Bodas Químicas, Valle de Muñecas, El Perrodiablo, Paula Maffía, Los Rusos Hijos de Puta, Shaman Herrera, Sr. Tomate, Tulús, Lu Martínez, Fútbol, Monstruo, Los Reyes del Falsete, Pez, Elefante Guerrero Psíquico Ancestral, Flopa Lestani, Cosmo, Sur Oculto, Marina Fagés, Lucy Patané, Chillan las Bestias, Nene Almíbar, Atrás hay Truenos y tantos más, y así se acercan a los shows y se empieza a diluir un poco ese discurso reaccionario de que todo tiempo pasado fue mejor y que el rock argentino se terminó con los próceres que mencionamos siempre.
Hablando de música: habrás notado que este año más de uno te pidió para el arbolito algo que ya no te pedían, un objeto que hace cinco años se consideraba perimido y ahora es artículo de lujo. Porque no sé cómo se resuelven las cosas allá con los duendecitos, pero acá para poder comprar un par de vinilos tenés que entregar un riñón. Y a todos nos encanta rescatar el rito del 33 1/3, pero también necesitamos los riñones y tenemos un número limitado de órganos. Cuando este año se anunció la apertura de una fábrica nacional nos entusiasmamos pero no hay caso, los discos tienen un precio que obliga a babearse frente a la batea y no mucho más. No sé, si recibís carta de algunos de los formadores de precios de la industria musical podrías sugerirles que quizá sería mejor idea hacer un esfuerzo para estimular esta nueva moda, sea ésta por snobismo o por auténtica melomanía. Una vez que la gente vuelve a volcarse masivamente a los comercios en lugar de apretar el botón download, uno tiende a concluir que es una oportunidad histórica que se desaprovecha cuando el consumidor ve etiquetas que dicen 800 o 1000 pesos y sale corriendo y sigue apretando el botón download. Podríamos decir que al menos esa guita se termina destinando a producir a artistas nuevos y audaces, además del usual menú de músicas facilongas que recuperen rápidamente la inversión. Pero bueno, prendé la radio y fijate lo que pasa. Ya sé, los ejecutivos discográficos tienen sus propias quejas y dolores de cabeza, pero como a mí me encanta la música y no me gusta que sea un artículo suntuario se me ocurren estas cosas.
(Si querés te hablo de los libros también, pero aún con los precios que ves en las librerías no parece llegarse al nivel de desquicio de los vinilos: ni siquiera la reedición de 2666, ese monumento literario de Roberto Bolaño, tremendo ladrillo de 1200 páginas, llega a 800 pesos)
Se me termina el tiempo y el espacio y me doy cuenta que hay tantas cosas por pedir, y que algunas son pura quimera. Quisiera que a Darío Lopérfido le llegara una bruta oferta laboral en el sector privado, así deja de enturbiar la función pública con su manía de ningunear a los detenidos–desaparecidos y hacer del Colón un salón de fiestas para casamientos, monólogos de actores famosos y, ejem, conciertos de Cacho Castaña. Y que la oferta incluya un puesto para Hernán Lombardi, ingeniero del macartismo desplegado en Radio Nacional y los medios públicos que dio tan buenos resultados artísticos y de audiencia. Bueno, puestos al apunte político, me gustaría que las legislativas 2017 sean una expresión del descontento por tanta mentira preelectoral y la acelerada destrucción en un año de tantos logros económicos y sociales de los doce anteriores: contra la creencia popular, en Argentina la gente sí mastica vidrio y lo deglute y hasta sonríe y lo festeja, pero cuando lo deglutido se acerca al último segmento del tracto digestivo –sin entrar en detalles escatológicos– se da cuenta del error y es un poquito tarde. Pero que al menos no les salga gratis a quienes creen que con decir “los K esto, los K lo otro” alcanza para ocultar el festín de un grupito de millonarios bancado por la miseria de todo un pueblo. Que a Christine Lagarde le cuelen una pepa gigante en el champán y decida que la deuda la paguen los hijos, nietos y bisnietos de Macri, Prat Gay, Melconian y Sturzenegger y no los nuestros. Que la cana afloje con el garrote y el gatillo fácil, que los músicos que ofenden, agreden y lastiman a mujeres no se escuden detrás de algo tan noble como el arte y se sometan a la Justicia.
Sí, ya sé, me fui al carajo, lo tuyo es surcar los cielos con el trineo cargado de juguetes pero convengamos que le estoy escribiendo a un ser fantástico, y si todavía hay gente que se cree el verso de la revolución de la alegría por qué no soñar con tu franca sonrisa de barbona blanca, palmeando la cabeza de un reno y diciendo “jojojó, qué pelotudo este Fabregat, me está confundiendo con el fakin Jesucristo”.
Traenos de regalo un año más feliz, lleno de cosas que nos reconforten el alma y no de nudos en la garganta. Que no le den patadas a los locos ni a los científicos. Que suenen más canciones de Luisito –mecachendié, se vienen cinco años sin Luigi– que de MaramaMalumaRombai; que Charly goce de buena salud; que dejen de acogotar a las salas independientes de teatro; que además de tanto baile tinellista, noticiero amarillo y panelista escandaloso haya buena ficción en la TV; que escuchemos muchas canciones bellas, leamos textos emocionantes y veamos películas que nos lleven a otros mundos. Que la vida le gane a la muerte, por una puta vez.
Y por último, papanuél, aunque ya estemos sobre el pucho, la fiesta ya esté acá y parezca demasiado tarde para lágrimas: danos una Navidad sin presos políticos en la Argentina.
Felices fiestas.