Una muchacha que desea más que nada en el mundo convertirse en actriz y estrella de la pantalla grande argentina es invitada a protagonizar a mediados del siglo XX un film en una peligrosa isla ubicada en un rincón perdido entre la flora y la fauna norteña. Una vez llegada a la locación, acompañada de su particularísima abuela encarnada por una genial Maiamar Abrodos, junto a una ayudante de dirección algo improvisada se dedicarán a crear un mundo tan erótico como camp, sensual y prohibido, para dar vida a una bizarra historia de sudor, lágrimas y carcajadas mientras su director repite como un credo evangelista que esta será la obra que transportará al plantel directo hacia el estrellato. Así se rueda Éxtasis litoral, y entre monstruos mitológicos de papel maché y algunos terrores que acechan sus existencias bajo las estrellas, el equipo se embarcará en una aventura musical absurda y kitsch para dejarlo todo en el intento de darle sentido a una película que apenas alcanza la categoría de clase B pero que levanta con orgullo las banderas del universo de Isabel Sarli, sus guiños a las sexualidades en los años sesenta y setenta, y en este caso y sobre estas tablas, con reminiscencias a su film Embrujada, sus mitologías de cartón, engrudo y erotismo desbordado con invocación de seres fantásticos de otros mundos, uniones sexuales sobrenaturales y muy bajos presupuestos incluidos.
Entre el grotesco, la música en vivo, la encantadora David junto al maravilloso desborde de su omnipresente y multifacética abuela Abrodos, el camp con sello litoraleño y el cine de clase B con delirios de fama y riqueza al mejor estilo Ed Wood pero en tierras autóctonas, la obra de Gonzalo Quintana codirigida con Amalia Escobar juega a todo o nada con los universos propios de la sexualidad tensionada de esas películas trash olvidadas, sus códigos y las tramas secretas para develar las pasiones más íntimas, apelando a las máscaras de las criaturas más extrañas y la reivindicación de sus derechos a ser monstruos o, en este caso, mostras al ritmo de melodías que hacen bailar hasta los yuyos.
Jueves a las 20.30 en La Carpintería, Jean Jaurès 858