Miss Bolivia está de cumpleaños con la vida y con la música y va a festejarlo tocando, presentando el videoclip de “Paren de matarnos”, y compartiendo la noche con dos artistas a quienes admira. Distintas generaciones, comienzos y regiones estéticas dentro de una Gran Comarca donde dominan el ritmo y la palabra hablada, que canta cuando la melodía se vuelve estribillo. Palabra que puede denunciar, pedir, discutir, plantar posiciones, pero también declara amor, deseo, provoca y llama la fiesta.
Missbo, como la llaman algunxs, La Joaqui (la Yoaqui) y Cazzu, habitan territorios en una intersección que se hará visible en el público de esta noche. Sondearemos la amplitud y las características de una zona en común. Una confirmación más de que existe una fiesta, con todas las energías empujando desde siempre para converger, que celebra la fuerza femenina. Otras veces ya ocurrió (noches del mismo Kónex, por ejemplo, con Las Kumbia Queers y Las taradas, tocando). Son noches únicas -esta tendrá su particularidad hip hopera, trapera- llenas de chicas de todas las edades, bailando y cantando arriba y abajo del escenario. Claro que los chicos también estarán presentes, pero pocas veces pasa que la proporción se da vuelta. Pocas veces un line-up está conformado por puros nombres de mujeres. No estamos acostumbradas a vivir estas situaciones, a probar lo que se siente cuando las oficiantes son mujeres y la mayoría es mujer. Dos de las sacerdotisas de esta ceremonia, Miss Bolivia y La Joaqui, accedieron a charlar sobre géneros musicales y formas de entender la vida y el arte.
¿De quién fue la idea de juntarse en una noche como esta? ¿Qué expectativas tienen?
M. B.: –Tenía ganas de hacer un show más grande en Buenos Aires y pensé en invitar a dos artistas que me encantan, emergentes, o al menos son nuevas para mí. Las pibas dijeron que sí, les dije “miren que voy a festejar mi cumpleaños”, y ellas al pie del cañón y yo en mi pelotero. Lo mismo al invitar a La coneja china a pasar música, a quien considero una filósofa textil por sus impresiones de frases y consignas.
J. : –Me parece re copado que haya una fecha de tres mujeres, de hecho creo que nunca fui a una fecha solo de mujeres. Me gusta porque va en contra de la idea de que las mujeres compiten entre sí. Es que yo noto que al ser tan chico el ambiente, es como si solo pudiera haber una que es la mejor y nada más, como si hubiera un solo lugar. Eso genera esa tensión y la rivalidad. No lo siento así en esta ocasión, al compartir la fecha. Por eso me gusta y me parece bueno.
¿Cómo es la relación con el lenguaje como materia principal de tu trabajo musical? ¿Qué diferencias y similitudes ves, Miss Bolivia, con La Joaqui y Cazzu, en este mismo aspecto?
M. B.: –Mi lenguaje va mutando y mi relación con la palabra también porque circulo en un ámbito muy urbano y callejero donde eso está en transformación todo el tiempo. Tanto Cazzu como la Joaqui imagino que también, y aún más. Como tengo más años, tengo otro tipo de banco de datos linguístico, armo las frases de un modo, donde incluyo cosas de otra época también. Ellas creo que son como cronistas de la lengua del momento, de una época. Me encanta cómo se vincula con la palabra cada una. La Joaqui, viniendo del freestyle, de la batalla de gallos, eso es un entrenamiento de rap muy importante, es como una destreza deportiva. Me gusta como ella hizo para pasar de ahí, usando esa destreza, a hacer sus canciones, sus temas, que narran una postal cultural y social, de amor y desamor. Cazzu también, me gustan mucho sus cadencias. Me gusta mucho la cadencia del trap. Yo no hago trap pero escucho un montón.
Joaqui, qué rescatás del freestyle y de todo lo que fueron tus primeros acercamientos al rap, viéndolo ahora, desde un universo musical más amplio.
El freestyle es algo muy bueno en algunos aspectos pero yo ya no me hallo ahí, ya no pertenezco. Así como te podés dar a conocer a través de las competencias, eso es verdad, conozco chicos con mucho talento que por perder una batalla arruinaron su carrera. Tal vez alguien dice algo ofensivo al otro, de su vida privada, todos gritan y ni siquiera llega a defenderse. Es ganar rebajando al otro y termina pareciendo un programa de chimentos. Cuando empecé era diferente, era como un ping pong, decirse cosas como en chiste. Ahora lo veo desde afuera y predomina la bardeada personal, eso no me genera afinidad.
Cuando gané mucha repercusión en el ambiente del freestyle, estaba subida a un pony: no sabía tocar un instrumento, no sabía cómo era la estructura de una canción, no sabía nada. Y de pronto, cuando encontré mi productora, E.A.P., me pincharon la burbuja. Y era lo que necesitaba, sino iba a seguir por el camino del desastre creyendo que hacía música. La música tiene su trabajo, su composición, hay que respetar eso, respetar a quien lo hace, que estudió y se dedica, hay que valorar todo eso y no creer que porque bardeaste a alguno sos una artista.
¿Cómo es posible en ciertos géneros relacionar la fiesta, la diversión y el amor con la denuncia y la protesta?
M. B.: –No encasillo mi música, es fusión, pero podría decir que lo mío es canción de protesta 2.0. La canción de protesta de los setenta es para agarrar un tramontina y matarse. Me deprime. No los textos, sino musicalmente. ¿Por qué tiene que ser así?, pienso, y creo que puede existir una canción de protesta, contracultural y con la que se pueda menear igual. Para reflexionar y hacer preguntas críticas se puede mover el culo y dejarse el cerebro puesto. Se puede poner contenido a determinados estilos, como la cumbia villera del comienzo, el hip hop o el reggae, que tienen una veta o una cantidad de composiciones por momentos claramente misóginas, homófobas o discriminatorias. Y está bueno poblar esos estilos, que están buenísimos, con nuevos contenidos. Para mí la Joaqui y Cazu hacen eso. En un circuito musical donde hay mucha misoginia, que ellas vayan con un discurso empoderado a hacer trap, por ejemplo, está buenísimo. Yo lo hice también cuando empecé a hacer cumbia, rap.
¿Hasta dónde se extienden las fronteras de los géneros cuando componés tus temas Miss Bo? ¿Qué es lo más lejano?
En Miss Bolivia hay como una médula ósea de cumbia, hip hop y un poco de dancehall fusionando con distintos estilos desde ese lugar. Por ejemplo el tema “Paren de matar” fue una poesía. Cuando lo quise llevar a canción lo probé en reggae y quedaba muy buena onda, en cumbia, muy fiestero, y le cambiaba la intención, lo probé de muchas maneras y la única forma que encontré de hacerle justicia fue volviendo a mis raíces punk rockers o rockeras, con guitarras distorsionadas y por supuesto un poco de rap siempre, porque es mi médula, pero me fui al rock para decir eso. No es latino ni reggaero, es eso que me hace volver a algo básico y crudo, como es el punk rock y que te permite poner mucho tono.
¿Qué te gustaría para tu futuro, Joaqui?
Quiero seguir haciendo música. Yo creo que recién este año puedo llegar a mantener mi vida en base a esto. Antes lo deseaba pero no lo creía posible. Ahora sé que haciendo las cosas bien, es inevitable que te vaya bien. Pero sin bardearla, sin prenderte a cosas que en el momento parecen tentadoras pero son superficiales. Pasa mucho eso hoy. Recién ahora aprendí a no subirme a ese bondi. No tratar con nadie por conveniencia. Cuando las cosas se hacen como las hacemos en EAP, en familia, sabes que se están haciendo de corazón, con seriedad artística, con un fin, y así no hay posibilidad de que las cosas salgan mal.
Mencionaste que tuviste la oportunidad de actuar. ¿Dónde lo veremos?
Estuve actuando en una serie pero no puedo contar mucho de mi personaje. Se estrena después del mundial y el director es Adrián Caetano. A mí me gusta mucho su laburo y cuando me llamó para la audición me dijo que el personaje lo había escrito pensando en mí, porque había visto algunos videos. Eso ya me hizo sentir muy cómoda.
¿Creen que la palabra se activa de otra manera cuando participa el cuerpo y el baile?
M. B.: –Hay una cuestión de exorcismo, de transformación, al poner el cuerpo, al estar la danza presente, de transformar el veneno en medicina. El baile y la música con una participación activa tienen un poder transformador y sanador, y es algo muy comprobable, genera resistencia y resiliencia. Las culturas que bailan son más difíciles de dominar porque la danza te empodera, al conectarse con la naturaleza, con el pulso, lo mántrico, y a veces en la unión con los otros (que no siempre sucede, a veces es algo de una sola con la música). A mi siempre la música me sacó de los lugares más oscuros. Haciendo música , escuchando o bailando, pude transformar una energía en otra.
¿Es un mito que hay algo salvador en la música?
J.: –Por supuesto. No es ningún mito. Yo puedo decirte que antes yo estaba tomada por un montón de cosas, gente y asuntos que me hacían mal. Y la música me salvó. Creo incluso que es una terapia alternativa, una forma de rehabilitación tanto de adicciones como de sufrimientos de la infancia o situaciones traumáticas que a través de la música se pueden superar. Pienso que el arte en general es eso. Una terapia alternativa para todo. Hay condiciones de vida en las que alguien puede crecer y que pareciera que no tienen salida, y la música incluso es un trabajo, algo que si lo hacés bien, con dedicación, instruyéndote para crecer, puede ser un medio de vida y una salida a todo. No solo es sanador, el arte todo es salvador. En mi caso, lo fue. Lo es.
Viernes 6 de abril. 18 hs. Centro Cultural Konex. Sarmiento 3131. Entradas el día del show: $300. Patio. ATP - menores abonan a partir de los 3 años. No se suspende por lluvia.