Margarita García Faure es artista visual y vive en Buenos Aires. Acaba de llegar de la Patagonia con ideas nuevas sobre los seminarios que dicta y también con otras tantas sobre lo que significa vivir un poco en la intensa ciudad y salirse hacía espacios más despojados del interior del país. Cuenta que fantasea con mudarse a una ciudad en la que pueda estar en contacto directo con la naturaleza. Pero de momento, lo que encontró para sobrellevar la vorágine de la capital es dictar talleres y seminarios en espacios despojados de lo material. Retiros que tienen que ver con las búsquedas internas que cada artista intenta en su proceso de creación.

Lo que ella ofrece en estos encuentros es su arte y  su creación a cielo abierto, en comunión con la naturaleza. Su primer viaje fue hacía la Antártida. Más específicamente a la base Decepción. “Estos últimos años, mi mirada se detuvo más sobre la naturaleza, y la fui decodificando a través de la pintura. Antes de hacer este viaje conocí la expedición Paraná Ra’ Angá. Una aventura fluvial de Buenos Aires a Asunción que intentaba hacer el recorrido que guió hace cinco siglos el viajero alemán Ulrico Schmidl. Llegué tarde a la convocatoria, pero me despertó para empezar a trabajar en contacto directo con y hacia la naturaleza y en esa búsqueda se me unieron varios sentidos: el amor por el arte y por la naturaleza” dice la artista. Un mes en la Antártida trabajando en la intemperie con sus telas, exponiéndolas a temperaturas bajísimas y a vientos envolventes. Pintó sobre hielos firmes, largos metros de telas, en colores grisáceos, blancos y celestes y luego las fotografió. Inmenso, esa palabra que tiene el nombre de su libro en el que recopila todas las fotos editadas de este trabajo. Porque en esa base Decepción sólo se plantó la primer bandera de las siguientes expediciones que Margarita logró hacer. 

“¿Cómo volver a la rutina luego de semejante experiencia?”, es lo que se preguntó. No duró mucho en Buenos Aires. Tomó otra beca y viajó durante cuatro meses a México. “Mi experiencia allí fue diferente a la de la Antártida, es decir, pinté la tela en el estudio de la artista mexicana Perla Karuse, y luego fui al desierto de Wirikuta, la tierra sagrada de la cosmogonía indígena Wixarika, donde ellos señalan que allí se creó el mundo. Esta vez, lo que quería era que a esa tela le pasara lo que a mí me pasó, es decir, rasparme, mancharme y  ensuciarme. La pinté con óleo dorado, porque respondía a que en ese desierto, hace unos cuantos años, hay una resistencia intensa en contra de que se instalen varias mineras canadieses” pero también es cierto que ese pueblo originario cree que allí salió por primera vez el sol. Una tela dorada, pintada con óleo, flamea sobre el desierto. En las fotos se ven las manos de Margarita que las sostiene, y en otras que están sostenidas por unas maderas. Solas de toda soledad en la inmensidad. 

El libro también reúne trabajos que realizó durante el año que no viajó e hizo base en su taller en Buenos Aires. Hasta que logró viajar a la amazona boliviana y recorrer en un barco junto a otros artistas, el río Mamoré. “Mojaba la tela en dicho río mientras lo recorría en el barco y la volvía a pintar. Hasta que luego de 20 días navegando, llegamos a la comunidad El Rosario, y junto a los demás viajeros expusimos nuestros trabajos”. 

Todas estas experiencias y trabajos, que concluyen en su viaje final al Chaco salteño, junto a la comunidad Wichi, están publicados en su primer y reciente libro Inmenso. Un libro independiente y artesanal que construyó durante dos años donde se muestra el hilo conductor de los paisajes extremos y reservas naturales en conflictos con los grandes mercados económicos y políticos; y al que Margarita eligió para llevar a cabo su obra. Producto de su deseo interno, que como ella dice, que la cambió para siempre.

Inmenso se puede conseguir tomando contacto con la artista en http://margaritagarciafaure.com