El uruguayo Franny Glass no le teme a los riesgos. En su nuevo disco, Desastres naturales (2017), pateó el tablero en relación a los discos anteriores y se abocó a la búsqueda de una canción más experimental y con un enfoque electrónico. “En Planes (2014) había hecho canciones bien redondas, con estructuras más convencionales y una producción pop, más accesible. Entonces, no me parecía interesante seguir en esa dirección, lo que no quiere decir que no retome ese camino en otro momento. Pero necesitaba hacer algo distinto”, se explaya Gonzalo Deniz, el hombre detrás de Franny Glass. “No es que busqué ser hermético o inaccesible, pero sí que las canciones no fueran tan fáciles de digerir a una primera escucha. De todas formas, estamos hablando de un disco bastante pop más allá de sus rarezas o deformidades”, cierra la idea. De hecho, el corte de difusión, “Cada corazón tiene un lugar”, tal vez la canción más redondita de todas, es la que cierra el disco. Deniz (31 años) es uno de los cantautores más originales y sólidos de su generación. “Este es nuestro concierto más ambicioso hasta la fecha fuera de Uruguay”, dice, antes de presentar el disco nuevo mañana a las 21 en La Tangente (Honduras 5317) y el sábado en Estación Provincial (Calle 17 y 71, La Plata), con la apertura a cargo de Diego Martez en ambos conciertos.
“Me interesa citar cosas a nivel rítmico, tímbrico, sonoro”, resalta el uruguayo. Y amplía: “Alrededor de la canción, que puede adoptar diferentes formas, me interesa incorporar cosas del candombe, del rock, de la milonga o la música electrónica, pero no desarrollar un estilo en su estado puro. Sino poner los elementos al servicio de la canción”. Influido tanto por el brit pop de Blur y Oasis como por la canción popular uruguaya (de Fernando Cabrera a Eduardo Mateo y Jorge Galemire), Deniz cuenta que en este disco trabajó junto a Javier Vaz Martins, un músico que viene del rock pero ahora está trabajando con música electrónica instrumental. “Siempre me interesó la música electrónica pero no quería caer en el lugar obvio del cantautor que quiere sonar contemporáneo y le pone los ruiditos”, lanza. Entonces, se propuso a realizar un trabajo compositivo más integral. “Lo invité a participar en la etapa de gestación de las canciones nuevas, quería que lo electrónico fuera algo más medular, que no fuera simplemente una capa que se agregara al final”. En la primera canción, “Mañana sin memoria”, un arpegio emula el ritmo de candombe y Vaz Martins aporta una secuencia alrededor de la melodía. “Lo que quise es desestructurar un poco las canciones, sacar algunos estribillos, buscar que las partes estuviesen cambiadas de lugar, romper un poco el formato de la canción”, enfatiza.
–Un aspecto central en sus discos son las letras, que retratan el amor en tiempos de ansiedades, celulares y grandes ciudades. ¿Cómo trabajó el concepto de Desastres naturales?
–La primera etapa del disco tuvo que ver con buscar la deformidad. Pero en el proceso empezaron a aparecer canciones más luminosas desde el punto de vista de la letra y más convenciones desde el punto de vista de la estructura. En cuanto a las letras, no busqué tanto una ruptura. Disco a disco busco un eje para escribir, delinear una frontera o un concepto. Acá la idea es entender a los desastres naturales no como maremotos o terremotos, sino como pequeñas y grandes tragedias cotidianas generadas por la causalidad. La idea original surgió por una canción que hablaba sobre el mal uso de las herramientas en sentido amplio: si hacés algo mal durante determinado tiempo, las causas son esos desastres naturales, que tienen más que ver con lo humano que con la naturaleza. Juega con el concepto de lo artificial y lo natural. Tiene que ver con la potencialidad que tienen algunas cosas que hemos creados los humanos y cómo siempre cuando hay un invento que es maravilloso nos las ingeniamos para arruinarlo, como Internet o los celulares, por ejemplo.