Toda mi vida he creído que hay que permitirse innovar, y me alegra que aún haya gente que se anime y lo haga con buen criterio. Pero me gustaría sorprenderme más con la poética de nuestra música, y hablo de poética en el sentido original de la palabra, que viene del verbo griego “poieo” y significa hacer, fabricar, construir pero también engendrar, dar a luz. Entonces, me encantaría que no se repitan tanto los modelos y que cada vez más gente se anime a mirarse un poco más para adentro hasta encontrar su propia voz, y no intentar copiar la voz del otro o de la que el mercado intenta imponer. Veo muchos pianistas de folklore entretenidos con Chick Corea o Bill Evans, sin reparar en que país adentro tenemos la dicha de tener a Elvira Ceballos desbordando yeites folclóricos que están casi extintos y son la raíz viva de nuestra música popular; como si a veces nos olvidásemos de la humilde riqueza de Yupanqui homenajeando al Cachilo Díaz. Ahí están Margarita Palacios, Carmen Guzmán, Sixto Palavecino, José Jesús Oyola, Féliz Dardo Palorma, Chacho Müller, José Jesús Oyola y tantas otras personalidades, esperando se dimensione su real magnitud. Por supuesto que hay, siempre hubo, en los márgenes un hermoso y saludable caldo de cultivo que veo con buenos ojos. Siempre van a haber quienes dejen su impronta y corran los límites; alguna vez hubo un Raúl Carnota y lo celebramos. De todas formas, me preocupa no saber a dónde irá a parar y en qué se convertirá nuestra música de raíz con tanta información foránea abundando en las redes y tan poco criterio al hacer uso de esa información.

* Cantautor y poeta riojano-cordobés.