Siempre mi visión es optimista porque uno saca conclusiones del mundo que lo rodea y las cosas que le pasan. Estamos en una época en donde el ser humano a nivel global vive una crisis espiritual, pero creo que el tiempo musical que atravesamos es hermoso, porque tiene un lenguaje propio y no está buscando el efecto, el éxito, sino la sinceridad y la profundidad. Me refiero a la música popular de ahora, que ya ni siquiera es folklore o guachos con bombacha, sino que se trata de una visión más desestructurada y relajada. Entonces, nos animamos no solo a ser chacareras y zambas, sino un cuarteto o una canción sin un género específico. Cosas que hablan de nosotros con nuestros defectos y virtudes, y reconociéndonos en la época que nos toca vivir; luchando por lo poco que queda de naturaleza para que se cuiden los lugares sagrados y siendo un poco guardianes de la Madre Tierra, que es el lugar donde transcurren nuestra vida, nuestros hijos y nuestra esperanza. Todo eso abarca nuestra canción popular. No son solo unos pocos nombres, sino que se abre mucho más. Tenemos que juntarnos y apreciar lo que hace el otro. Me parece que es un hermoso momento. Es la música que está sucediendo en este momento y se replica en todo el mundo. Soy optimista porque pienso que el mensaje tiene que repercutir para que otros sigan haciendo cosas. Le pongo fichas a todos mis compañeros. Veo cómo se replica nuestro trabajo de veinte años en otros creadores, como Andrés Muratore, por ejemplo. El gran tesoro de nuestra generación es el compañerismo. La música no es de uno, es algo que nos atraviesa a todos.

* Cantautor y poeta cordobés.