La utilización de niñas, niños y adolescentes como objetos de abuso sexual para la prostitución y en la pornografía son delitos tipificados por la Convención Internacional de los derechos del niño y los Protocolos Facultativos posteriores. La legislación penal incluye agravantes cuando quienes manipulan a los chicos y chicas tienen un vínculo familiar o de jerarquía social y educativa.
En los hechos denunciados contra adultos victimarios de chicos, chicas y jóvenes de las divisiones inferiores del Club Independiente y de River, causas hasta ahora caratuladas como “abuso y corrupción de menores” se hizo pública una práctica naturalizada desde el peor de los lugares comunes: “existió siempre”.
Varios funcionarios deportivos y periodistas especializados señalan estar en presencia “de la punta de un iceberg”, que existían indicios de la utilización de jóvenes deportistas con estos fines y de la existencia de premios en botines, pasajes, indumentaria deportiva y dinero, a cambio de sexo de adolescentes y jóvenes jugadores.
Todo ello ha terminado por evidenciar una verdadera red de pedofilia, abuso, facilitación de la prostitución y proxenetismo, como parte constitutiva de una cultura en la cual el poder económico muestra su peor cara, violenta, machista y abusadora.
Se infiere también que la naturalización de la prostitución, anida en ámbitos que debían estar protegidos y cuidados. Y que la diferenciación entre adolescentes y jóvenes, la línea sutil de haber cumplido 18 años no implica menor responsabilidad para los adultos que abusan de ellos, aunque tenga una distinta gradación de la pena.
En general sabemos que las víctimas, más allá de su edad, están atravesados y atravesadas por situaciones de fuerte vulnerabilidad, desarraigadxs de sus ámbitos de pertenencia, atraídas por la gran industria del desarrollo deportivo pero manipulados luego en el contacto de personajes prostituyentes.
Es necesario poner en el debate la responsabilidad que tienen tanto los intermediarios del abuso sexual por dinero, responsables del delito de corrupción facilitación de la prostitución y proxenetismo, como quienes pagan por abusar de los cuerpos adolescentes. La persecución a las redes de proxenetas, intermediarios prostituyentes, debería ser acompañada con el compromiso colectivo de la prevención definitiva del delito, desalentando la demanda de sus clientes o prostituyentes, de quienes pagan por sexo y se justifican a sí mismos diciendo “pensé que era mayor de edad” o “me dio su consentimiento.”
La Defensoría del Pueblo de la Ciudad a través del Defensor Alejandro Amor presidente de ADPRA ha enviado a las organizaciones deportivas un Protocolo de emergencia para la atención e intervención en casos de abusos contra niños niñas y adolescentes. También se ha ofrecido la cooperación de los equipos técnicos especializados para el acompañamiento, asesoramiento jurídico y psicosocial que los chicos y sus familias demanden o necesiten. La magnitud del problema ha instalado el tema en la agenda. Que este debate contribuya a prevenir, a desterrar las prácticas de pedofilia, proxenetismo y abusos sexuales contra las cuales luchamos desde siempre.
Q Titular de niñez adolescencia y género de la Defensoría del Pueblo CABA; Copresidenta APD.