El gobierno porteño está considerando la venta de dos edificios de particular valor patrimonial y simbólico, la vieja sede del diario La Prensa y Bolívar 1, asiento tradicional de la Intendencia de la Capital. Los dos edificios fueron el comienzo hace más de un siglo del proyecto de la Avenida de Mayo y, con valores propios muy diferentes, están al tope del catálogo de los protegidos en Buenos Aires. La idea fue presentada en una feria internacional de inversores inmobiliarios y sólo es entendible como una manera de hacer caja y de consolidar la iniciativa del macrismo de abandonar el Centro porteño. Estas privatizaciones se suman a la política de transferir tierras ferroviarias del Estado nacional al porteño para su venta, la liquidación de terrenos en Catalinas y la transformación de las cocheras presidenciales en la Avenida Alem en un mercado gourmet.
El edificio del diario La Prensa es desde hace dos décadas la sede del ministerio de Cultura de la Ciudad, y Bolívar 1 fue la sede del intendente porteño desde fines del siglo XIX, luego quedó para la Jefatura de Gabinete del jefe de Gobierno, y hoy pervive con algunas oficinas del ministerio de Hacienda porteño. Ambos edificios fueron presentados en la feria Mipim, realizada a mediados de marzo en Cannes, Francia, que se presenta como el mayor evento de negocios inmobiliarios de Europa. Mipim tiene una cierta tradición paralela de presentaciones de ciudades de segunda línea europeas y de ciudades del Tercer Mundo, todas en busca de inversiones. Entre los ejemplos de “éxito” que ofrece el evento se cuentan algunos muy destructivos del patrimonio, como una reciente intervención en el puerto de Amberes donde se montó un enorme martillo de hormigón, de varios pisos de altura, sobre uno de los galpones de ladrillo de principios del siglo 19.
La ubicación de los edificios ofrecidos en Mipim por el gobierno porteño hace muy dudoso el negocio desde el punto de vista inmobiliario. La Avenida de Mayo es un Area de Protección Histórica con severos límites a la altura constructiva y una estricta prohibición de demolición de cualquiera de las piezas originales. A su vez, ambos edificios tienen altos grados de protección individual y el de La Prensa es monumentos histórico nacional desde 1985, lo que significa que cualquier proyecto inmobiliario tendrá que pasar por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos que preside Teresa de Anchorena. La Comisión es mucho más rigurosa en sus decisiones que las blandas autoridades municipales. Esto puede explicar la llamativa tasación previa que presentó el gobierno de la Ciudad en Mipim, pidiendo veinte millones de dólares por La Prensa y treinta por el muy inferior, pero más grande, de la sede municipal. Un factor que los potenciales compradores deberían tener en cuenta es que ambas piezas forman parte del entorno de la Plaza de Mayo y que cualquier desviación de las reglas no podría ser disimulada.
Bolívar 1 fue construido como sede de la Intendencia Municipal o Intendencia de la Capital, como era también conocida, en buena medida para impulsar el proyecto de la Avenida de Mayo, el primero de reforma urbanística a gran escala de Buenos Aires. La apertura de la avenida implicó un enorme costo de expropiaciones y una demolición masiva, cuyos escombros fueron utilizados para nivelar avenidas en el Centro viejo y los barrios nuevos como Balvanera y Boedo. La idea era cubrir los costos de la obra con la venta de los terrenos sobre la avenida, más pequeños pero atractivos y sinónimo de modernidad. Pero para comienzos de la década de 1890 las ventas eran escasas y lentas, y la Intendencia decidió mudarse para dar el ejemplo. El edificio resultante fue una improvisación, con estructuras metálicas sobrantes de otros trabajos y una clara intención de “pantalla”: es de los pocos en la avenida que no atraviesa el terreno hasta Rivadavia angosta. Con el tiempo se le agregó el volumen sobre la Plaza de Mayo, con cúpula y entrada de honor.
El edificio de La Prensa, en cambio, fue concebido por lo más alto. La sede del diario es la más notable base empresarial jamás construida en el país, parte de un proyecto político y social de la familia Paz, la misma que construyó el palacio que alberga el Círculo Militar frente a la plaza San Martín. La espectacular fachada fue comprada en una exhibición en París, algo muy usual en una época en que Francia se posicionaba como líder en la venta de tecnologías de construcción –sanitarios, perfiles metálicos, mayólicas, pizarras– y vendía diseños y proyectos de arquitectura. José C. Paz, fundador del diario, les encargó adaptar el proyecto y crear el edificio por detrás de la fachada a Carlos Agote y Alberto Gainza. Explícitamente, tenían que crear un palacio para un diario que fuera un factor de poder, la joya de la corona de un imperio familiar y un símbolo. Los despachos de La Prensa exhiben pinturas murales de Nazareno Orlandi y Reinaldo Giudici, los accesos tienen de las mejores herrerías de la ciudad y el lujo de las circulaciones y espacios es comparable al de las mejores residencias de la época. La estructura de hierro fue comprada a la firma francesa Moisant, Laurent, Savey et Cie, que construyó en París el Bon Marché con el ingeniero Eiffel. Para asombro de los porteños de la época, el edificio tenía un sistema de calefacción, alemán, y veloces ascensores norteamericanas. La farola, todavía un símbolo en el entorno de la Avenida, fue realizada por el escultor Maurice Bouval. Con cuatro toneladas y medias de peso, la escultura tuvo que ser izada con un muy complejo aparejo inventado en el lugar de la obra por Gainza y Agote. Las áreas de recepción al público fueron especialmente cuidadas, como el inolvidable espacio para conferencias, el Salón Dorado. La terraza hasta guarda una pedana de esgrima para uso de los empleados.
Como explica Fabio Grementieri, especialista en patrimonio y vocal en la Comisión Nacional de Monumentos, la entidad tiene un detallado mapa del edificio, con “zonas rojas” que no pueden tocarse bajo ningún concepto, lo que incluye hasta una de las circulaciones por escalera y una de las ascensores. Este nivel de detalle se debe en parte a los años de esfuerzo que el mismo gobierno porteño puso en restaurar el edificio como su sede cultural para utilizarlo como espacio de exhibiciones, lo que se cumplió mal y poco. La restauración se hizo en paralelo a la declaratoria como monumento histórico y transformó a la redacción de La Prensa en uno de los edificios mejor estudiados de la ciudad. Otra consecuencia de la venta de este edificio simbólico y literalmente único sería la pérdida de un espacio de gran potencial.