Un crimen de Estado

 

El 4 de abril de 2007, un esbirro policial asesinó por la espalda en Neuquén al maestro Carlos Fuentealba. En efecto, hace 11 años, mientras se llevaba adelante la protesta docente, un disparo artero aniquiló la vida de quien había nacido en Junín de los Andes en setiembre de 1966.

La orden del gobernador de desalojar a sangre y fuego el corte de ruta se cumplió a rajatabla.

El caso de Carlos Fuentealba es emblemático. Alguien que con mucho esfuerzo estudió, quitándole horas al descanso y capacitándose para luego transmitir de manera pródiga esos conocimientos a otras personas.

¿Qué significa matar a un maestro, a un luchador social por la espalda?

Claramente, esta es la manera en la que actúan el Estado y el capital coaligados para domesticar a los rebeldes, a los insumisos. Lo hicieron a lo largo de la historia cientos y miles de veces. En la estación ferroviaria de Avellaneda, con Kosteki y Santillán en junio de 2002.

Así también mataron al joven mapuche Rafael Nahuel en noviembre de 2017. Esta era la modalidad de los tenebrosos "grupos de tareas" y las patotas, antes y después de marzo de 1976, cuando perseguían a luchadoras y luchadores sociales. La impunidad más obscena continúa rodeando la desaparición forzada y muerte del joven anarquista Santiago Maldonado, luego de la violenta incursión de gendarmes en la Pu Lof, en Resistencia de Cushamen (Chubut).

Quienes poseen firmes convicciones revolucionarias actúan de frente, acometiendo solidarios contra las injusticias. Los esbirros del Estado y del capitalismo siempre lo hacen por la espalda. Tal el perverso sistema del simulacro permanente. De la explotación y la alienación.

Compañero Carlos Fuentealba: Presente Ahora y Siempre.

Carlos A. Solero.