El impulso a la actividad económica que le dio el año pasado el sector de la construcción empieza a perder velocidad. Junto con la sequía que afecta al sector rural, es un factor que aparece en el radar de los analistas del mercado que disminuyeron su proyección de crecimiento del PIB en 2018 a 2,5 por ciento. El Relevamiento de Expectativas del Banco Central (REM) que se conoció esta semana bajó esa estimación en 0,2 puntos porcentuales. Fue la tercera rebaja consecutiva desde el máximo de 3,2 por ciento que esos consultores y bancos estimaban en diciembre pasado. Es decir que las perspectivas optimistas que existían en diciembre, anticipando para este año una profundización de la recuperación que se inició en 2017, declinaron un trimestre más tarde hacia un resultado menos virtuoso. Economistas con una mirada no tan entusiasta sobre el rumbo de la política económica como aquellos exponentes de la city advierten que la suba del PIB rozaría con suerte los 2 puntos. Es lo que sostiene por ejemplo la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) que preside Mercedes Marcó del Pont. Cerca de un punto de ese avance es por arrastre estadístico del crecimiento de 2017 (del 2,9 por ciento, según el Indec), por lo cual el panorama a la vista para el tercer año de mandato de Mauricio Macri es más de amesetamiento que de despegue. Tras la caída del 1,8 por ciento del PIB en 2016 y el alza de 2,9 de 2017, el balance global de la actividad cuando hayan transcurrido tres cuartas partes de la gestión de Cambiemos estará muy lejos del boom que anticipaba en la campaña electoral de 2015, cuando machacaba con la muletilla de que la economía hacía cuatro años que no crecía y que esa fuerza venía a traer prosperidad. Pasando de lo general a lo particular, son numerosos los sectores productivos y sociales que pueden dar fe que esa promesa no fue más que un engaño.
Los permisos de edificación para la ejecución de obras privadas en una muestra representativa de 41 municipios que elabora el Indec arrojaron para el primer bimestre del año una caída del 2,9 por ciento respecto de igual período de 2017. Desde el máximo que anotaron en agosto del año pasado, con 752 mil metros cuadrados de superficie cubierta, esas solicitudes de obra vienen disminuyendo mes tras mes hasta los 478 mil metros cuadrados en febrero último. Es un dato que anticipa la ralentización de un sector que empezó a dejar atrás el derrumbe de 2016 en marzo del año pasado y que tuvo su pico en julio y agosto, con alzas en los permisos del 29 y 22 por ciento, respectivamente. Una tendencia similar muestran las ventas de cemento portland, que el mes pasado subieron 4,7 por ciento después de hacerlo a un ritmo del 20 por ciento a mediados de 2017. Pasado mañana se conocerán los resultados del índice Construya, que mide los despachos de materiales para la construcción como ladrillos, pisos y revestimientos, sanitarios, cal y carpintería de aluminio, entre otros, los cuales crecían entre 20 y 30 por ciento entre julio y noviembre del año pasado y desde entonces lo hacen entre 10 y 15 por ciento. Desarrolladores privados de la Ciudad de Buenos Aires aseguran de todos modos que proyectan buenos niveles de actividad para los próximos meses.
Respecto de la obra pública, el diario El Cronista reveló ayer que en marzo hubo una caída en los llamados a licitación del 48,6 por ciento respecto del mismo período del año pasado, al pasar de un promedio diario de 37 licitaciones a 19, sumando las del ámbito nacional, provincial y municipal. El freno se observa también en los montos acumulados en lo que va del año, ya que entre enero y marzo de 2017 superaban los 58 mil millones de pesos y este año fueron 42 mil millones, un 28 por ciento menos. “El llamado a licitación es el primer eslabón en la cadena de contratación de la obra pública y constituye un indicador confiable de la expectativa de evolución de esas obras”, explicó un informe de Gómez Nieto Consultores citado por ese diario. En función de ello, las proyecciones para el segundo semestre muestran una baja en el impulso estatal a la construcción. Por último, el boom de los créditos hipotecarios UVA, que ajustan por inflación, puede verse en riesgo por la aceleración de los precios en el primer cuatrimestre y el aumento en las tasas de interés que dispuso primero la banca privada y ahora el Banco Nación. Por todos estos factores, la construcción, que suele anticipar la marcha del ciclo económico, estaría dejando atrás la etapa de recuperación más acelerada -que apenas alcanzó para superar los niveles de actividad y empleo de 2015- para ingresar en otra con números más modestos. El oficialismo asegura que un factor de estímulo serán los proyectos de Participación Público Privada, pero por ahora esas iniciativas se encuentran en estado embrionario.
La decisión del Gobierno de achatar los salarios para intentar frenar la inflación constituye otro elemento que enfría las expectativas de crecimiento económico en 2018. “Frente a la existencia de presiones cambiarias y fuentes inerciales de inflación, el ancla salarial pasó a constituirse en una prioridad para la política económica”, explica FIDE en su último informe. “El Gobierno logró alinear una parte importante de la negociación paritaria en torno a la pauta del 15 por ciento. Habida cuenta de que el piso de la inflación proyectada para el año subió a un nuevo escalón en torno al 21 por ciento, cabe esperar que los salarios pierdan capacidad de compra. Tal circunstancia, sumada al recorte en el índice de ajuste de jubilaciones y asignaciones de la seguridad social, acentuarían la languidez que ya se verifica en los indicadores de consumo, particularmente del estrato medio-bajo de ingresos”, agrega. La conclusión a la que llega FIDE en base a este diagnóstico es que si no se adoptan medidas compensatorias, el debilitamiento del consumo privado condicionará fuertemente el crecimiento económico de 2018.
“La ampliación de los desequilibrios externos y la consecuente mayor incertidumbre cambiaria tampoco ayudan”, señala Marcó del Pont. La insuficiencia de divisas -disimulada con endeudamiento record y bicicleta financiera- es la principal fuente de tensiones para la política económica. El Banco Central completó ayer un mes entero de intervenciones en el mercado para frenar la suba del dólar. Sacrificó 2500 millones de las reservas en casi cinco semanas para satisfacer la demanda de inversores que suponen que la cotización de la divisa puede dar un salto, tal como lo hizo en diciembre. “El agravamiento de los desbalances externos, expresados en un déficit de cuenta corriente que es el más alto de las últimas cuatro décadas y la persistencia de niveles record de dolarización de carteras por parte de los argentinos anticipan un escenario de pulsiones devaluatorias permanentes”, sostiene la ex presidente del Banco Central, quien concluye que “el mercado considera que un dólar por debajo de 21 pesos ya es barato y por ello la demanda para atesoramiento se ha exacerbado”.
El Gobierno sostiene pese a todo que la economía atraviesa una etapa de consolidación del crecimiento, que abarca cada vez a más sectores y más trabajadores. El pedido de un procedimiento preventivo de crisis por parte de una cadena del tamaño de Carrefour no parece ajustarse a esa descripción.