Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud muestran que el abuso sexual infantil es más frecuente en niñas que en niños: 1 de cada 4 o 5 chicas y 1 de cada 10 a 13 varones lo sufrirán antes de cumplir los 18 años. Padres, hermanos, tíos, abuelos, padrastros, suelen ser los ofensores sexuales. Pero no solo ellos.

El ASI ocurre más de lo que se presume y denuncia. Es un delito ampliamente silenciado, si bien las denuncias han ido lentamente en aumento: solo en Ciudad de Buenos Aires, en 2011 se denunciaron 485 casos; en 2012, 540 y en 2013, 581, de acuerdo con estadísticas del Programa Las Víctimas contra las Violencias, del Ministerio de Justicia de la Nación, señala Nora Pulido, coordinadora del Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia de Argentina. La ONG, que monitorea el cumplimiento de la Convención Internacional de Derechos del Niño, publicó en 2016 el informe “El acoso legal en la niñez. Estrategias judiciales para la negación del abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes”, donde plasmó una investigación a partir del análisis de causas judiciales que tramitaron en distintas provincias, en la que quedó a la luz las estrategias por las cuales la Justicia termina siendo cómplice de los abusadores y les garantiza impunidad, especialmente cuando las que denuncian son las madres y el acusado el progenitor de la víctima (ver www.pagina12.com.ar/59363-historias-repetidas).

En el ámbito bonaerense, en 2016 se denunciaron 6612 personas por abuso sexual: 6443 varones y 169 mujeres, de acuerdo con el informe de 2017 del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, que toma los datos de la información remitida por la Superintendencia de Políticas de Género del Ministerio de Seguridad. En el 61 por ciento de los casos, las víctimas eran mujeres menores de edad; en el 12 por ciento, varones menores de edad.

La mayoría de los abusos se produce en el ámbito en que niñas, niños y adolescentes se desenvuelven cotidianamente. Por adultos mayores que conviven con ellos o los frecuentan.

Para tener una idea de la magnitud de la impunidad que rodea al delito, son interesantes las estadísticas que revela otro estudio publicado en 2010 en la Revista El Derecho de Familia N° 46, por Marinés Bringiotti y Pablo Raffo, donde afirman que “un alarmante 62 por ciento de los niños abusados no pidió ayuda, el 22 por ciento pidió y no la recibió o fue inadecuada. Un escaso 16 por ciento pidió ayuda y fue creído; la dificultad de develar se relaciona con la dificulta de denunciar, especialmente cuando se trata de un progenitor o familiar cercano”.

Se denuncia poco. Y las condenas son muy escasas.

–Se estima que se denuncia solo el 10 por ciento de los casos y de ellos se condena menos del 1 por ciento. De cada 1000 abusos que se cometen, se condena solo uno. Estas condenas frecuentemente recaen en perpetradores de escasos recursos económicos, lo que refuerza el mito de que el abuso se da más frecuentemente en sectores marginales y da un indicio de la impunidad que reina sobre este delito en los casos en sectores de ingresos medios y altos –dice el ex juez Carlos Rozanski.

–Hay que insistir y destacar que los que abusan son siempre los varones. Tanto en niñas como en niños. Estamos siempre ante este modelo de dominación y poder masculino. No es que no haya casos de mujeres que abusan, pero son mínimos en relación con los que perpetran varones. Hay que insistir mucho en esto porque va a tomar mucho tiempo cambiarlo –señala Bringiotti, integrante de la Asociación Argentina de Prevención del Maltrato Infanto Juvenil.

Irene Intebi, ex presidenta de la Sociedad Internacional para la Prevención del abuso y el maltrato infantil (Ispcan, por su sigla en inglés) y actual directora del Centro de Recurso Regional para América Latina de la entidad, aporta otro dato. Dice que en los últimos años se está notificando que hay un porcentaje muy alto de abusos cometidos por adolescentes que les llevan algunos años a las víctimas, es decir, el abuso es perpetrado por otra persona menor de edad.

–Lo que observamos es que se trata de adolescentes que han sido víctimas de abuso o testigos de violencia doméstica, o que han vivido situaciones de discontinuidad en el cuidado, pasando de vivir de una familia a otra o en instituciones. Lo que surge es que hay chicos que cometen abusos sexuales sin haber sido víctimas de abuso –subraya Intebi.

Con más de veinte años de experiencia en los tribunales, la perito judicial Virginia Berlinerblau advierte que el abuso de varones adultos hacia varones menores suele ser caratulado en forma más severa en la Justicia que si ocurriera a chicas, nuevamente por el género de la víctima, en detrimento del padecimiento de ellas.

–Se naturaliza más y se considera que el impacto es menor en el psiquismo, nuevamente desde un punto de vista androcéntrico y sexista –dice Berlinerblau.

–¿Qué busca un abusador sexual de niñas o niños?

–Los hombres que abusan sexualmente no buscan satisfacer un deseo sexual genuino. Buscan ejercer y demostrar su poder sometiendo a las víctimas, no gozan con el sexo, sino con el sometimiento y el poder –explica María Varas, médica pediatra, jefa del Departamento Materno Infanto Juvenil del Hospital Álvarez, de la Ciudad de Buenos Aires, y coordinadora del Comité contra las Violencias.

–¿Cómo se puede prevenir el ASI?

–Se requiere de la implementación de políticas públicas, como las que se definen a partir de la Ley 26485, de protección integral contra las violencia de género y la Ley 26.150, de Educación Sexual Integral, campañas de prevención, y equipos interdisciplinarios de atención a las víctimas -dice Varas.

–Uno de los frentes que tiene más potencial para la prevención es el trabajo con varones víctimas de abusos sexuales y con jóvenes agresores o que han tenido comportamientos sexuales inadecuados. Tienen buenas posibilidades de recuperación y de contribuir a la prevención –destaca Intebi.

–¿Qué necesitan saber las víctimas? –le preguntó este diario a Berlinerblau.

–Los niños de cualquier edad necesitan saber que serán protegidos si hablan, no denostados. Por otra parte, la prueba más importante en su declaración videograbada y efectuada bajo parámetros de buenas prácticas a fin de obtener un testimonio lo más preciso, completo y válido para el sistema legal para saber qué ocurrió, ya que no suelen haber testigos, ni lesiones físicas específicas. Las lesiones genitales, si las hay, no vienen con nombre y apellido, por eso es fundamental la Entrevista Investigativa Forense en el ámbito Legal. Y no siempre hay profesionales formados, abogados o psicólogos, y la pregnancia de mitos y estereotipos hacen que no pocos casos queden en las penumbras y muchas denuncias no son investigadas adecuadamente.

–¿Cómo impacta en las víctimas? –le preguntó este diario a Varas.

–Tiene seguramente un impacto severo y de no revertirse, de no mediar un tratamiento adecuado, tendrá seguramente consecuencias físicas, emocionales, afectivas y sociales para toda la vida. En el caso de los varones, también genera un impacto adicional en la autoestima, en la seguridad, en la sexualidad, todo esto condicionado por la cultura machista por la cual los hombres están preparados para dominar pero nunca para ser dominados, incluso en la escena sexual.

–La sociedad sigue teniendo una actitud ambigua frente a la pedofilia, siguen operando prejuicios y mitos negadores de la realidad y una falta de empatía general con los padeceres de la infancia –concluye Berlinerblau.