“Hay que llegar temprano”, me habían recomendado. Cuanto más cerca esté uno del interpelado mayor impacto tendrán las preguntas. Será una sesión larga y el aguante jugará un papel fundamental. Tendré que tener en cuenta que las principales cuestiones surgirán en las preguntas previas. Y que habrá prioridad para los integrantes de la Comisión Bicameral que sigue (¿sigue?) la evolución de la deuda argentina. Estarán presentes sus integrantes y los presidentes de bloques. Y el ministro Caputo con sus asesores. “Si vas, ocupas el lugar mío” me dijo Graciela Camaño.
Los acuerdos de la Comisión no se cumplieron. Cambiemos quería poner diputados estilo barra del viejo Luna Park. Alentar a Rocky, abuchear las preguntas maliciosas, pedir la palabra y tirar centros. Abrieron la puerta para todos. Treinta minutos antes, el Salón de las Provincias del Senado estaba lleno. Me senté atrás y al lado mío estaba Agustín Rossi. No habría prioridad para las preguntas.
Queríamos que el tipo contestara todas, y no las que él eligiera, agrupándolas en bloque. Se votó en la Comisión. El senador Caserio se abstuvo. 10 a 9: que conteste cuando quiera. Caserio es opositor, dicen. Protegido, Caputo hizo un discurso pedagógico.
Una macroeconomía ordenada, reglas de juego claras, e inserción inteligente en el mundo serían las condiciones que harían sustentable el aumento de deuda neta de U$S 80.000 millones debido a su gestión. Hasta ahora hemos logrado la mitad del programa, pensé. Ya nos endeudamos y lo seguiremos haciendo. Lo demás, todavía no llegó. “Habrá deuda mientras haya déficit”. “¿Que quieren: bajar el gasto o subir los impuestos?”, amenazó.
No nos dejó decirle que queríamos mayor actividad y crecimiento, sin hacer responsables a pobres y jubilados de la situación actual, que es lo que está implícito en el planteo. Hoy el total de la deuda es el 30 % del PBI. Pero no hay que alarmarse: llegará al 38% en 2020 según los cuadros que presentó. Tampoco explicó claramente que bajar el gasto sería no seguir
comprometiendo intereses que engrosan el déficit total. “Hay grieta, resentimiento” aceptó. Pero “los inversores están contentos, cómodos, saben que vamos por el buen camino”. Las prioridades las tiene claras.
Gioja le preguntó por sus declaraciones juradas en la AFIP y la OA, en las que no declaró nunca su condición de accionista (shareholder) de Noctua, la firma offshore que representa a la muñequita más pequeña de la mamoushka armada para esconderla. El Toto, que venía bien, comenzó a vacilar. “ No soy el dueño (de las acciones que la SEC dice que es dueño) soy el fiduciario”. Ah, respiramos, era el testaferro. Lo hubiera dicho de entrada. “Lo que pasa es que mi contador nunca se había relacionado con el Estado”. No fue él, fue su contador. Una ola de comprensión implícita recorrió el salón. Caputo no la registró, supongo. Ya estaba sacado, sonreía de una extraña manera. Otro rostro, ya sin paz. Para colmo, le entraron varias piñas a la vez. Pino Solanas se había sentado en primera fila y, con su veteranía y elegancia, le llenaba la cara de dedos. “Entonces usted es un mentiroso, ministro” le decía muy tranquilo.
Entonces ocurrió lo inesperado. Cerruti se paró y comenzó a gritar. Rossi sintió que debía acompañarla en la parada, y a sus egos no les importó ni cortarlo a Solanas ni impedir las preguntas de los que esperábamos desde cuatro horas antes. El senador Mayans calculó que había que salvar a tan honorable visita y aceptó el pedido de toalla del ministro. ¿Estaba Toto preparado?