Durante todo el día de ayer las nubes cargadas se posaron sobre la ciudad con promesas de lluvia. Por momentos, el cielo se rebelaba y derramaba algún chaparrón, de a ratos era solo una llovizna. Esas nubes oscuras, sin embargo, no impidieron el primer encuentro nacional de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, que tuvo lugar este sábado en Paraná y que continuará el domingo, a días del comienzo del juicio contra el sacerdote Justo José Ilarraz, y con el objetivo de visibilizar un problema extendido en el mundo.
Referentes de ocho provincias argentinas, muchos de los cuales se vieron en forma personal por primera vez, echaron a andar una Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico, algo así como la unión de distintas historias que desde hace cuatro años empezaron a conocer por teléfono, a través de las redes sociales o por correo electrónico y que ahora quieren formalizar en una asociación civil. En el colectivo hay sobrevivientes –hoy adultos que fueron víctimas de abuso–, familiares, psicólogos, abogados y también ex sacerdotes, que eligieron Paraná como sede del encuentro fundacional como un modo de brindar un apoyo explícito a las víctimas del cura Ilarraz.
“La idea de empezar a juntarnos surgió hace cuatro años con el objetivo de visibilizar una problemática que casi siempre está oculta, como es el abuso sexual eclesiástico de niños y adolescentes, y a la vez para explicitar que no somos casos aislados y que los abusadores no son manzanas podridas, como quieren hacerle creer a la gente”, cuenta Julieta Añazco, impulsora de la organización y denunciante del cura Héctor Ricardo Giménez en La Plata.
El primer encuentro tuvo esa dinámica. Por la mañana hubo una reunión donde los sobrevivientes pudieron avanzar en el proceso de sanación que significa para ellos poner en palabras y compartir con otros las experiencias personales. En ese sentido, la Red se plantea como un espacio de contención, de asesoramiento legal, de intercambio de experiencias, de dudas y además como un espacio de aprendizaje.
Esa denominación que los autodefine, la de sobrevivientes, tampoco es antojadiza. “Desde el momento en que uno puede romper el silencio deja de ser víctima; la víctima es aquel que todavía no puede contar lo que le pasó o que está en la oscuridad, pero una vez que podés contarlo, dejás de tener miedo y nosotros ya no tenemos más miedo”, explica Añazco, en diálogo con Página/12. También lo sostiene Gabriel Cuesta: “Sobrevivientes somos los adultos que sobrevivimos al trauma y a la muerte que padeció el niño nuestro; somos adultos que sobrevivimos a una situación de mucha agresión y como adultos tenemos otras herramientas que no tiene un niño. Por eso cuando se habla de que lo curas o monjas abusadores buscan niños vulnerables, se pierde de vista que los niños de por sí son vulnerables, no hace falta decir nada más”.
En la actualidad, la Red lleva registrados alrededor de setenta casos de curas o monjas abusadores y por cada caso se multiplica la cantidad de víctimas. Según dicen, hay denuncias en todas las provincias argentinas y, a su vez, han detectado que existe “una red de encubrimiento muy grande” en la que identifican entregadores, abusadores, cómplices y encubridores. Todos miembros de la Iglesia.
Hacia la tarde, un chaparrón amenazó con interrumpir la concentración que tenían previsto realizar frente a la catedral, en el centro neurálgico de la ciudad, sobre una calle que a poco de que Jorge Bergoglio fuera ungido Papa pasó a denominarse Su Santidad Francisco. Allí estuvieron un puñado de ellos. Repartieron volantes con datos sobre la Red e instando a que las víctimas de abuso sexual se animen a denunciar.
Alexis Endrizzi, un joven de 19 años que denunció al cura Juan Diego Escobar Gaviria, relató a Página/12 las sensaciones del encuentro: “Es muy confortante porque muchos no nos conocíamos, salvo a través de las redes sociales, y es muy lindo poder encontrarse con gente que en la infancia ha pasado lo mismo que uno, porque eso permite sanar el dolor que queda y a su vez ayudar a otros a que también lo puedan hacer”. Escobar Gaviria fue condenado en septiembre del año pasado a 25 años de prisión y pasa sus días en una cárcel entrerriana.
La actividad también pretendía romper las barreras de encubrimiento y silenciamiento que impone la Iglesia frente a los casos de abuso que involucran a sus miembros, circunstancias que, aseguran, refuerza el aislamiento de las víctimas. Es que “asegurarse el silencio de la víctima es el mejor reaseguro para su impunidad y para seguir cometiendo este tremendo delito”, señalan.
Cuesta agrega que “la Iglesia hizo mucho para mantener ocultos los casos y eso habla del poder que tiene. En ese sentido, la Red reúne a adultos que fuimos víctimas de abuso en la infancia y a todos nos ha llevado muchos años poder elaborarlo, encontrar la fuerza suficiente para reconocer que pasó esa situación y poder salir de ese silencio”. El juntarse con otros, animarse a contar y poder romper esa barrera de silencio, aseguran, alivia. También eso buscaban en Paraná.