“Esto no es una pipa”, reza el célebre cuadro de René Magritte donde en un primer plano se ve exactamente eso. “Este no es el que hace de Mr. Bean”, podría decir alguien al ver Maigret, la serie que hoy estrena Film & Arts (irá los lunes a las 22) y presenta a Rowan Atkinson con un papel en las antípodas gestuales de aquel que lo volvió célebre. Aquí interpreta a un detective francés en la París de posguerra, un hombre de familia poco afecto a las excentricidades y con un particular interés en resolver crímenes sombríos. No solo quiere apresar al culpable sino que busca desentrañar las razones detrás de esas acciones. Paradójicamente, además de su raciocinio, durante la mayor parte del tiempo en pantalla hay una pipa en la boca del actor inglés.
Jules Maigret (Atkinson) es el protagonista de este drama detectivesco con el comisario galo pivoteando la ciudad luz en los ‘50 sobrepasado de homicidios que, además de dar alguna pincelada crítica de su contexto, apuntan a algún dilema universal. Al igual que otros colegas famosos como Hércules Poirot y Sherlock Holmes, el jefe de la policía de homicidios tiene sus señas reconocibles, en este caso, propias del french touch. Pero ante todo está su gran olfato y el modo en que resuelve los casos: en el proceso piensa y vive como las víctimas para entender cómo y por qué llegaron a ese final.
En el primero de los cuatro capítulos de la serie (más cercanos en formato al telefilm), el caso a esclarecer es el de un asesino serial de mujeres. No hay ningún vínculo aparente entre las víctimas (prostituta, partera y modista, entre otras) excepto su cabello. La seguidilla de asesinatos sacude al bohemio Montmartre y ponen en la mira a Maigret, preso de sus superiores, la prensa y la opinión pública. El comisario de la Brigade Criminelle luce desorientado, taciturno y su única certeza es que este asesino no comete errores. “Los homicidas quieren contarle al mundo cuán extraordinarios son”, murmura en algún pasaje el protagonista.
A diferencia de los sujetos que persigue, el personaje compuesto por el británico es contención y bien podría pasar por un vecino más que busca la tranquilidad familiar. Es clave, en este sentido, el rol de su esposa (Lucy Cohu) configurando algo más que una ama de casa. “Maigret no tiene tonada, tampoco ama la ópera ni ese tipo de cosas por las cuales la gente siente afinidad por los detectives de ficción. Es, simplemente, un hombre común haciendo un trabajo extraordinario”, dijo el actor que, en esta ocasión, no recurre a su histrionismo físico. Entrega una criatura flemática, silenciosa, pensativa y que hace gala de la discreción.
Esta nueva adaptación de la obra de Georges Simenon destila clasicismo en su faena y detalle. Respetuosa de la pluma del autor belga y su creación (presente en decenas de novelas y relatos que han vendido millones de libros), Maigret no descansa sobre notas pintorescas (no hay acordeones en la banda sonora) pero tampoco se desentiende del imaginario estético de la Paris de los ‘50. Con insistencia se destacan las gárgolas de la catedral de Notre Dame, las luces de los bares y las panorámicas con la postal de la Torre Eiffel. Por las noches, la paleta ominosa le brinda a la urbe un sustrato londinense donde sólo faltaría Dirk Bogarde canturreando “A Foggy Day”.
En más de una entrevista, Rowan Atkinson subrayó sus dudas en aceptar el papel que antes habían interpretado franceses, varios compatriotas suyos (como Michael Gambon en los 90), un italiano y hasta un japonés. “Lo que me atrajo fue lo difícil del reto. La decisión de hacerlo estuvo relacionada con el hecho de que el personaje es un hombre muy común y, en general, no he interpretado hombres ordinarios. Siempre han sido extraños o excéntricos. Es un personaje en clave baja”, especificó Atkinson. El único detalle visual es el de su pipa, una continuación física de su cerebro, como si le ayudara con su sistema intuitivo, además de brindarle una singularidad a su anatomía y andar. “El fumar en pipa y ese objeto es definitivamente una parte muy importante de Maigret, su actitud, su mundo y su tiempo”, especificó el intérprete. Es más, John Simenon –albacea de la obra de su padre– comentó que sin pipa esta ficción no se habría llevado a cabo. Y es por ese motivo que quien hizo de Mr. Bean ahora lanza bocanadas de humo, esquiva sin alharaca los Citroen en las calles parisinas, y anda tras la pista de sus asesinos.