Manuel Canelas podría destacarse por ser la oveja descarriada de una familia tradicional que llegó a la política de la mano del Movimiento al Socialismo. También por ser el primer diputado abiertamente gay de su país y una joven promesa de la izquierda latinoamericana. Pero este politólogo de 36 años dedicó el último tiempo a coordinar la investigación parlamentaria del entramado de los paraísos fiscales y a defender la sentencia del tribunal constitucional que habilitó al presidente Evo Morales a presentarse en 2019. 

La capacidad de trabajo y el compromiso con el proyecto de gobierno le valieron su reciente designación como viceministro de Planificación. Con todo, Canelas no se conforma con lo hecho hasta ahora. Está convencido de que hay que dar una vuelta de tuerca al proceso encabezado por Evo Morales para reconquistar a los descontentos y evitar un triunfo de la oposición.

–¿Qué lleva a un politólogo a comenzar una carrera en la política partidaria?

–Estudié y viví en España mucho tiempo y con mis compañeros de la facultad de ciencias políticas éramos muy activos. Tuve un interés muy grande desde que me metí a estudiar política en la Universidad Complutense. Allí, a uno de mis mejores amigos, Pablo Iglesias, se le ocurre hacer un programa de televisión por 2010, La Tuerca, que empieza de manera muy modesta. Se emitía en un canal de un barrio muy pequeñito de Madrid, Vallecas, con mucho éxito en internet. Cuando vuelvo a Bolivia en 2012, muchos amigos míos, muchos vinculados al gobierno boliviano, veían el programa. Nos proponen hacer uno acá, inspirado en lo que hacíamos en España, donde yo era el panelista de izquierda permanente. Eso me da bastante relevancia en los medios de comunicación porque al programa viene desde el presidente Evo hasta el expresidente Carlos Mesa, líderes opositores, intelectuales y académicos. Trabajaba como consultor, pero mi ámbito más activo políticamente era la televisión. En 2014, el vicepresidente y el presidente Morales me invitan a candidatearme en la lista del Movimiento al Socialismo (MAS). Me lo pienso un poco, les consulto a mis amigos y decido aceptar.

–¿Cuánto influyó la relación con Podemos en su formación?

–Mucho. Mis compañeros, Pablo, Íñigo (Errejón), Juan Carlos (Monedero), Carolina (Bescansa) y yo estábamos muy interesados en América Latina. La primera vez que hablé con Pablo él recién volvía de Bolivia, donde había participado como observador de las primeras elecciones que gana Evo. Pablo da una charla en mi facultad y yo era uno de los pocos estudiantes bolivianos. Esos primeros años son de mucho interés en mi grupo de gente de Madrid con los procesos en América Latina. Pablo saca en 2007 un libro que se llama Bolivia en movimiento, Íñigo cambia su tema de tesis doctoral y decide hacerla sobre el proceso de hegemonía del MAS. Todos compartíamos una admiración por el proceso y por la figura intelectual del vicepresidente Álvaro García Linera. De hecho, lo invitamos a la facultad 15 días después de la explosión en la Puerta del Sol, de la revuelta de los indignados. A inicios de 2014, cuando se lanza Podemos, yo estoy en Madrid de vacaciones y García Linera y el presidente Morales ya me sondean. En abril, un mes antes de las elecciones europeas, vamos con el vicepresidente a Madrid, porque le cuento que los compañeros habían lanzado una nueva iniciativa y sería una buena idea que les prestara su apoyo. Ya se notaba que Podemos sería más que una cuestión testimonial. Al final terminan metiendo cinco eurodiputados y más de un millón doscientos mil votos. Cuatro meses después, a diez días de las elecciones aquí, Pablo, Íñigo y Pablo Bustinduy, otro buen amigo de Podemos, vienen para encontrarse con Evo, con Rafael Correa y luego con Mujica. Para mí ha sido muy importante en un plano personal y político.

–Usted llegó al Parlamento siendo el primer diputado electo abiertamente gay de la historia de Bolivia, un joven blanco que no pertenece a alguno de los movimientos sociales que conforman el MAS. ¿Cuál fue la reacción de la clase política? 

–Esto muestra un proceso interesante de apertura del mismo presidente Morales y el MAS. Toda la gente recuerda las declaraciones desafortunadas por las que el presidente pide disculpas después, esa polémica por los pollos. Es un síntoma muy positivo que el presidente me invite a candidatear en un lugar importante en su lista, siendo público que yo soy gay. Tampoco me llamo a engaño en el sentido de decir que Bolivia ha madurado muchísimo en el tema. Por condiciones de clase, por ser de una familia conocida en el país, por ser blanco y tener poder político no he sufrido la discriminación que sí pueden sufrir otras personas. Es más difícil que alguien me agreda homófobamente en un programa de televisión o en el Parlamento. Estoy convencido de que uno de los argumentos que utiliza la gente que no me quiere en privado será maricón de mierda. Yo soy abiertamente gay pero no milito en una organización LGTB y no desembarco en las listas habiendo tenido un activismo LGTB. Eso hace que haya gente que no lo sepa o que no lo tenga muy presente. En la campaña fue un tema que salía de un modo más o menos recurrente, pero nunca fue un tema central. Cuando recién fui electo, tuve una reunión con varios amigos que son militantes en organizaciones LGTB y lo hablamos con mucha franqueza. No quería sobrerrepresentar el tema porque no quería usurpar una militancia y un capital que yo no tenía. Les planteé lo que podíamos hacer. Podía poner en agenda el tema de la identidad de género o de la unión civil desde el principio, o bien como hice, seguir siendo un tipo relevante en el esquema del gobierno, que puede manejar muchos temas, con una relación de confianza con varios ministros del gabinete, con el vicepresidente y el presidente, y utilizar ese capital cuando se abrieran oportunidades para empujar estos temas que nos importan más. O que me importan porque yo soy homosexual las 24 horas. La gran mayoría de los compañeros entendió que era mejor hacer esto. Y conseguimos que la ley de identidad de género fuera aprobada por el 85 por ciento del Parlamento. Por supuesto que lo movemos todo. Logramos hacer un lobby clásico y efectivo. El movimiento LGTB aquí es de gente muy valiente, porque son muy pocos y no está absolutamente arraigado en el sentido común popular. Sus demandas no son prioritarias para la sociedad. Si uno confía en la fuerza popular para avanzar en esta agenda, estás arruinado. Por fortuna, en la elite política hay una gran apertura. No hubo un solo líder político nacional que se opusiera a que las personas transexuales tengan su identidad. He intentado moverme entre las cosas que me interesan más y los ejes principales de mi partido, que desafortunadamente no son estos. Creo que la mayoría de mis compañeros, empezando por el presidente, todavía no comprenden estos temas como los podemos entender tú y yo. Muchos de mis amigos y colegas del MAS no pueden entender cómo una persona que nace hombre se siente mujer. Pero lo entendieron desde la dimensión de la vulnerabilidad y la violencia. En ese sentido soy bastante laico, no hace falta entender las cosas del mismo modo si los objetivos son similares. 

–Para 2020, el presidente Evo Morales llevará 14 años en el poder, un caso raro en la historia boliviana. ¿Cómo explica su vigencia?

–El fenómeno del liderazgo de Evo es excepcional. Es difícil de repetir en la historia boliviana y difícil de encontrar en la historia regional. El presidente logró representar de manera bastante fiel a indígenas, clases populares, campesinos, cooperativistas y trabajadores, la gran mayoría del país, y el MAS consiguió representar las aspiraciones y deseos colectivos de esa parte jodidamente postergada de las estructuras de toma de decisiones. Si la elite boliviana hubiese sido un poquito más inteligente y abierta, probablemente habría conservado el poder. Hay una fuerte vinculación emocional de la figura personal del presidente con los grandes sectores de la población que se ven reflejados en él, que por fin ven a uno de los suyos, porque todos los anteriores eran mis tíos, o los papás de mis amigos, o gente muy parecida a mí. Del gabinete de ministros de los últimos cinco gobiernos previos a Evo, el 90 por ciento estudió en los mismos colegios, vivió en los mismos cuatro barrios del país, a veces en la misma calle o eran familiares. Lo que tenías era una democracia absurdamente restringida en términos de verte incluido. En cambio ahora ves otra representación en la asamblea legislativa. Si agarras una foto del Parlamento del año 2000 y una de hoy, hasta el más opositor te diría que la foto de hoy se parece más a Bolivia. 

–¿Qué repercusión tiene su pertenencia al oficialismo en el círculo social donde creció?

–En los primeros años, los sectores más tradicionales y del establishment eran muy reacios a Evo. A partir de 2009, en el momento que para mí es el de mayor fortaleza hegemónica, el gobierno consigue abrir mucho el proyecto. Es el momento de menor temor del establishment, por lo menos de temor táctico. En 2014, cuando eras el país que más crecía en la región, cuando los bancos nunca habían ganado tanto dinero, cuando las pesadillas no se cumplieron y no te quitaron tu segunda casa y no obligaron a tus hijos a ir al colegio público, la parte más razonable del establishment reconoce que el país está mejor. Eso ha bajado la hostilidad. Sobre todo la parte del establishment empresarial e intelectual reconoce que ahora tienes un país. Entonces como en privado lo reconocen muchos, incluso algunos en público, salvo la derecha más reaccionaria, no siento una hostilidad de mis amigos o de mi familia. Ahora con la habilitación de un nuevo mandato por parte del tribunal constitucional vamos a entrar, lamentablemente, en una etapa de polarización. El proyecto del MAS está perdiendo capacidad de seducción en estas capas medias altas. Me doy cuenta de que en privado algunos amigos me están empezando a reclamar cosas que hace dos años atrás no. 

–Usted dijo que el referendo que se llevó a cabo el año pasado para habilitar al presidente Morales a un cuarto mandato,  y que finalmente tuvo una respuesta negativa de la ciudadanía, fue un error. ¿No cree que insistir sobre esta idea es desconocer la decisión de la mayoría?

–En octubre de 2014 ganamos las elecciones con el 62 por ciento. Ese porcentaje, con nueve años de mandato, es una paliza espectacular. El hecho de que un año después les hayamos preguntado a los bolivianos si el presidente podía ser candidato en 2019 fue muy inoportuno. Hubiese sido conveniente hacerlo al final del mandado, con 13 años exitosos y estables, y con la certeza de que la oposición iba a hacer lo mismo que ahora, que es nada. Hay gente fantástica, inteligente y bienintencionada en la oposición, como es lógico, pero como proyecto no hay nada que despierte confianza. El referendo sale mal por muy poco, pero en términos generales el resultado es el que es. Se podría decir que como en el referendo colombiano o en el Brexit, aquí se mintió mucho. Pero más allá de la estrategia de manipulación, que siempre ha sido la estrategia de los adversarios más duros, deberíamos pensar por qué la mentira funcionó. Nosotros teníamos otra vía y la anunciamos públicamente a finales de 2016, que era buscar la habilitación constitucional igual que hizo el premio Nobel costarricense Óscar Arias o Daniel Ortega, de la mano del pacto de San José, que privilegia más el derecho a elegir y ser elegido que las limitaciones de orden procedimental que pueda poner la norma. El tribunal constitucional boliviano dijo que debería estar por encima el derecho a elegir y ser elegido. Entiendo que haya una molestia genuina por el fallo. Pero entiendo también que si no hubiera habido referendo, no habría polémica, porque sería una controversia donde el tribunal reconoce que prima el derecho a elegir y ser elegido. El referendo es lo que causa la polémica, lo que complica y lo que da argumentos a la gente que está molesta. Respetamos las opiniones diferentes pero defendemos que la sentencia constitucional se tiene que cumplir porque ya no hay instancia donde apelar. A la vez tenemos que persuadir a la gente que está molesta porque estés en la papeleta, porque había votado para no verte, de que merece la pena que estés en la papeleta.

–¿No es una falencia del oficialismo el hecho no poder encontrar una figura capaz de suceder al presidente?      

–Es una falencia medio insuperable. A veces las circunstancias políticas son inmodificables, no todo depende de la voluntad. Se dieron muchas cosas por las que no ha habido otra figura como Evo. Los opositores dirán que todo es el caudillismo, la ambición desmedida. Pero son muchas cosas. Primero, el MAS no es un partido. Es una especie de lengua franca que las organizaciones sociales hablan más en año electoral. Luego, no existe. Entonces como no hay una estructura de partido tradicional, tampoco hay muchas posibilidades de crecimiento orgánico de otra figura que pueda ser el jefe del partido mientras Morales es el jefe de gobierno, ni de pensar en un tipo empoderado que controle la organización y que si es candidato, no se rompa la organización. El no tener partido hace que la entelequia que es el MAS dependa en exclusiva del presidente Morales. Un temor es que si Evo no es candidato, la lengua franca se deje de hablar. Eso pone en peligro todo. 

–A medida que se conquistan derechos, la sociedad tiende a presentar nuevas demandas. Incluso hay sectores que se muestran desencantados con el ritmo de las reformas o con resultados que no colman sus expectativas. ¿Cuál es la estrategia del gobierno para hacer frente a esta realidad?

–Yo soy un poco más crítico con el rumbo. De momento, no estamos sabiendo encontrar la sintonía con la gente. Una de las virtudes del presidente y del MAS es haber tenido siempre un pie en la realidad y un pie adelante, ser capaz de olfatear hacia dónde quería ir el país. Eso fue en la primera década, donde ganabas con mayorías abrumadoras. Después de la derrota del referendo, hay como un cierto repliegue del proyecto y ha empezado a bifurcarse la frecuencia. Cuando uno pierde una elección es el momento de ser audaz y nosotros hemos optado por ser conservadores. El país ha cambiado tanto y tan rápido que nos cuesta entender cómo es esa nueva gente. Los nuestros han cambiado también. Cuando has generado diez años de estabilidad económica y has mejorado de manera sustancial la vida de la gente, esa gente no puede desear lo mismo que cuando tenía niveles de subsistencia mínimamente razonables. Ese es el reto.

–¿Cómo se adapta Bolivia a una región que se está volcando hacia la derecha?

–Los actores conservadores honestos saben que Bolivia nunca ha estado mejor para hacer negocios o en términos de inclusión democrática. Otro dato es la diplomacia presidencial y las buenas relaciones bilaterales, algo que se basa en el pragmatismo. También es verdad que los presidentes latinoamericanos conservadores tienen el patio un poco revuelto como para dedicarse a la ofensiva contra Bolivia. No creo que nadie quiera añadir demasiada conflictividad a la región sobreideologizando la relación con Bolivia. 

–Algunos de estos gobiernos están acusados de perseguir a referentes de la oposición. Lula da Silva y Cristina Kirchner denuncian que las causas judiciales en su contra buscan proscribirlos y erosionar sus liderazgos. ¿Coincide con ellos?

–Claro. El problema es que si a nosotros nos sacan del gobierno, hasta los sectores conservadores razonables se sumarían a cualquier persecución contra el presidente. En general los adversarios nos siguen teniendo ganas. En el caso de Cristina, la acusación de traición a la patria por una cuestión que votó el mismo congreso es absurda. El caso de Lula es similar. Un piso donde nunca vivió, sobre el que el juez Moro no tiene documentos para probar su propiedad. En Brasil no vas a dar un golpe de estado para sacar a Dilma y que Lula gane las elecciones. Uno de los motivos por los que debemos esforzarnos en ganar las elecciones es evitar que se intente una persecución político judicial contra el presidente, que sirva además como escarmiento a toda la gente que se reconoce en él. Necesitamos que se jubile la oposición clásica conservadora de este país que gobernó Bolivia con unos números de miseria para que baje la posibilidad de venganza y restauración. Si esto sucede, yo no tendría problema con que el principal líder opositor sea el alcalde de La Paz, Luis Revilla, que es otra oposición e hizo una campaña muy inteligente en el referendo.