“Voy a atender la voluntad de ellos”, dijo Lula al finalizar su discurso en el Sindicato de los Metalúrgicos de San Bernardo del Campo.
Con la entrega del ex presidente a la Policía Federal, se inicia un nuevo capítulo de la incertidumbre brasileña. Se trata de una jugada no exenta de riesgos para los factores de poder, que intentan excluir a este líder popular de su influencia y participación en las elecciones de este año. Ahora bien, ¿Podrá la prisión opacar a Lula del escenario político, o en cambio preservará o acrecentará su influjo de cara a la contienda electoral? Quienes presionaron para que estuviera en la actual situación esperan que su prisión disminuya su peso sobre la campaña y el resultado electoral.
Sin embargo, la respuesta a esta incógnita no está dada de antemano, sino que devendrá de una batalla de fuerzas que recién comienza a desplegarse. La incertidumbre, una vez más, toma la posta en el escenario brasileño. A su vez, la derecha solo tiene un candidato de creciente popularidad, pero en el cual no termina de confiar, el ex militar retirado Jair Bolsonaro. Geraldo Alckmin, gobernador de San Pablo, el candidato del centro liberal que espera el establishment, no termina de levantar en las encuestas. Lo mismo podría decirse del potencial de Henrique Meirelles, el hasta entonces Ministro de Economía de Temer. Bolsonaro, con su “incorrección política” y su agenda antifeminista, en defensa de los militares, la portación de armas y los valores tradicionales, encarna mejor a sectores rurales y de clase media que quieren volver atrás con las transformaciones realizadas durante los gobiernos del PT. Es más, Bolsonaro está destinado a crecer porque representa el exacto reverso del proyecto nacional-popular que hasta hace poco gobernaba Brasil, hoy en crisis. Es sobre la base del desmoronamiento de este último y la afirmación de un orden de excepción en el país vecino que la extrema derecha encuentra espacio para su crecimiento.
La impopularidad del gobierno de Michel Temer, a su vez, le impide ejercer grandes condicionamientos sobre el desarrollo de la elección. Actúa, más bien, por lo tanto, a través de los factores de poder.
Por otra parte, el veterano líder, como lo ha demostrado en incontables ocasiones, cuenta con una voluntad de resistencia y capacidad de lucha que pocos políticos han demostrado. “Quiero enfrentarme a ellos, mirándonos ojo con ojo” dijo en el sindicato con respecto al juez Sergio Moro y sus colaboradores. Si hay algo que Lula siempre ha descartado, más allá de los parecidos en el nivel de las presiones que han sufrido y en la dimensión del liderazgo popular, es la salida del suicidio y el retiro político ejercida por Vargas en agosto de 1954.
Se abre, por lo tanto, un nuevo capítulo y una nueva batalla en este clima de indefinición.
* Autor de Prensa tradicional y liderazgos populares en Brasil (A Contracorriente, 2017).