Hay biografias que son historias particulares. Hay otras, que son cósmicas –como lo dijo Hegel– porque reflejan en sí la historia de un país, la historia de una época.
Nunca alguien se ha identificado y fue identificado tanto con Brasil como Lula en la actualidad. Por su trayectoria individual, antes que nada. Desde Garanhuns, hijo de Dona Lindu, hasta ser el más grande estadista contemporáneo y el más importante líder de la izquierda mundial en el siglo XXI.
Con una trayectoria como la de millones de brasileños, como niño del nordeste de Brasil, pobre, sin esperanzas, llegó a ser el brasileño que hizo renacer las esperanzas en todos los brasileños. Un país no es una nación si no tiene quien lo represente, quien lo personifique, quien lo exprese, en sus palabras y en sus actos. Su significado como país.
Lula transformó Brasil en un proyecto de una sociedad justa, libre, solidaria, soberana. El mismo nombre de Brasil ha cambiado de significado, en el mundo. De país más desigual en el mundo a país que más pelea en contra de la desigualdad.
Antes de que Lula fuera presidente Brasil era un país, con él pasó a ser otro. Pasó a representar la esperanza de que es posible crear un mundo mejor, que es posible garantizar los derechos de todos, que es posible, democráticamente elegir a gobiernos que representen a la gran mayoría de la población.
Lula no es más una persona como él dice, es una idea. Es también una idea de Brasil. Nadie como él representa hoy a Brasil. No identificarse con Lula hoy es no identificarse con Brasil.
Hoy Lula se ha vuelto indispensable para Brasil, para su pueblo, para su democracia. No hay futuro positivo para Brasil sin la participacion activa, como dirigente, de Lula. La paradoja es que la persona más importante para el presente y el futuro de Brasil fue condenada sin pruebas y encarcelada. Como si se pretendiera que el presente y el futuro de Brasil cupieran en celdas, en prisiones.
Con Lula o con Lula. No tiene sentido pensar en alternativas. Es tan brutal la ofensiva de la derecha, que en dos años depuso una presidenta reelegida por el pueblo y pone preso el líder más grande en la historia del país. Hay que contar con todas las fuerzas para revertir una ofensiva tan gigantesca. Nadie más tiene la capacidad de reunir a todas las fuerzas que se necesita y darle la conducción necesaria para tumbar a este régimen de excepción.
Ninguna otra persona tiene esa capacidad de unificar, de movilizar a las amplias capas de la población, de presentar alternativas concretas para Brasil, de recibir los apoyos internacionales necesarios, de dialogar con todos los sectores de la sociedad, de componer un gobierno con la capacidad de retomar el modelo que ha tenido éxito en Brasil. Todos pueden y deben contribuir, pero la conducción de Lula es indispensable.
La derecha tiene conciencia de ello. Ha quedado aterrada con las Caravanas de Lula. De ahí la ofensiva final para sacarlo de la escena política, para impedir que él siga hablando al pueblo, oyendo al pueblo, movilizando al pueblo, haciendo que el pueblo recupere sus esperanzas, proyectando un futuro distinto, mejor, para el país.
El régimen de excepción se defiende con uñas y dientes y sabe que tiene en Lula su enemigo fundamental, el único líder capaz de restablecer la democracia hoy en Brasil. Por ello la saña con que lo atacan.
Para la izquierda, para las fuerzas democráticas, no hay otro camino hoy que pelear por la libertad de Lula, por su derecho a ser candidato y por su elección. Todas las fuerzas y liderazgos democráticos dependen del éxito en esa lucha. Su lugar en el futuro de Brasil depende de la recuperación de la democracia y hoy el único capaz de reconducir al país en ese camino es Lula. Por ello, es con Lula o con Lula.