Comprendo las señales de tránsito informativas anunciando zona de hospitales, destinadas a choferes iracundos, piropeadores compulsivos que suelen acompañar el sonido molesto de su claxon con gritos insultantes, para luego escapar a toda velocidad presos del pánico, producto de su incapacidad de lograr una conversación erótica con la piropeada o conductores simpáticos que utilizan estúpidamente las bocinas de sus autos para saludar a peatones conocidos, con la alegría propia  de sentirse en movimiento, eufóricos, recordando su primer auto de madera y el esperado saludo de sus padres en cada vuelta de la calesita. Nunca entendí ni entiendo la repetida imagen de la enfermera besándose su dedo índice en señal de mutismo en el núcleo mismo del silencio. Quienes llenamos pasillos esperando un milagro, rezamos, pedimos, suplicamos, siempre  susurrando. Los ruidos de los pensamientos son internos. 

A pesar de haber aprendido a sufrir, amar y partir, nunca pude dejar de pensar. Me entretengo razonando pavadas para gambetear el espanto, mi amigo anestesiado en el quirófano ofreciendo a la fría ciencia su corazón abierto. Sentados en un banco helado  sufrimos la espera los mismos que alguna vez, sobre el cordón de la vereda, recuperábamos fuerzas para seguir jugando. Mario se levanta a cada instante, camina, respira profundo, y se vuelve a sentar. Aparenta ser un buzo que optó soportar la vigilia debajo del agua.

El Riojano hace horas que mantiene la misma posición, espalda apoyada contra la pared, brazos cruzados y piernas estiradas. Mira concentrado la punta de sus zapatillas blancas como un piloto de helicóptero sobrevolando dos picos nevados del Famatina. El lobo Atilio observa las agujas de su viejo reloj, para después leer la hora en la pantalla de su moderno celular. Parece exigirle a la tecnología que apure el paso del tiempo. Cachito, flamante pastor evangélico, eligió apartarse acompañado de su Notebook para perderse en la lectura de su biblia sin hojas, con la misma pasión con la que leía el Manifiesto Comunista en su adolescencia.

Preso de un caminar mandálico mi alma destila imágenes gota a gota. Remembranzas. Momentos vividos con mi hermano de vida grabados a fuego en la memoria que morirán conmigo. Me detengo frente a un viejo teléfono público casi en desuso. Levanto el tubo, inserto monedas y aprieto el cuatro antes de marcar los primeros seis números que aprendí de memoria como clave secreta para volver a casa en caso de perderme en la ciudad. Me contesta una voz aguda, reminiscencias del niño que fui. Cuelgo estremecido después de escuchar tres veces la misma pregunta "¿Hay alguien ahí?". Busco en mi bolsillo izquierdo mi viejo amuleto, un imán redondo como un plato, una pelota, una cabeza, lo acerco al borde metálico de una ventana, me distraigo jugando hasta que otro imán inmenso lo atrae hacia el suelo en el mismo momento en que mi angustia parece hacerme flotar como a una cápsula espacial habitada por los cuatro elementos, perdida en las sombras de un holograma.

Ahora considero lo opuesto al silencio. Gritos, alarmas, sirenas, instrumentos de viento. En los sueños, los sonidos nos cargan de electricidad, nos despiertan, nos aturden. ¿Cuál será la voz del mar para los sordos? ¿Qué sentido tendrán las cosas sin poder nombrarlas? ¿Cómo serán las voces imaginadas de las personas amadas? Dicen que lo último que se olvida de una mujer amada es su voz. El timbre de Alicia me persigue todavía. Movimientos nerviosos en el piso me desalojan de mi nube de demonios. Estático, elijo mirar desde lejos la puerta entreabierta de la sala de operaciones. Observo con claridad al doctor con el barbijo a la altura de su cuello tomar de entre sus ropas una trompeta dorada y ejecutar "La vida color de rosa" al mejor estilo Louis Armstrong. Estalla el abismo como un vidrio polarizado. La música, sensaciones en danza,  siempre conecta al mundo interior con el exterior de una manera maravillosa. Redime. Aleja a la muerte. Anuncia vida. Mis amigos se dirigen hacia mí. Sólo los abrazo. La alegría es una bella canción con letra de cirujano, "la operación fue todo un éxito".

 

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