Luis Barrionuevo gusta de las acciones con impacto político y mediático aunque sean de corto alcance pero que le son útiles para negociar y hacerse de porciones de poder. La designación como interventor del PJ, que favorece al gobierno nacional, es un ejemplo de su capacidad para ser funcional a los más diversos y contrapuestos intereses. La semana pasada protagonizó otro hecho. En esa oportunidad fue a través de su representante en la CGT, el triunviro Carlos Acuña. El gastronómico pergeñó una maniobra que le impidió a gordos e independientes iniciar el proceso de renovación de la conducción obrera, se reinstaló como sector imposible de ignorar a la hora de negociar el futuro secretario general de la CGT pero, sobre todo, inmovilizó la central sindical para beneficio de la Casa Rosada. No es la primera vez que lo hace y es factible que no sea la última.

La semana pasada Héctor Daer, como cabeza visible del grupo conocido como gordos, junto a los independientes tenían prácticamente cerrados los acuerdos con el resto de los sectores del Consejo Directivo, incluidos los ahora ex moyanistas, el trámite que permitirá elegir nuevas autoridades. Para decretar la acefalía era preciso que renunciara el triunvirato pero también varios de los que ocupan secretarías en el Consejo. El barrionuevismo tiene, además de una de las sillas del triunvirato, otros seis puestos que no definen una votación. Sin embargo, cuando Acuña anunció que no iba a renunciar logró que todo se detuviera porque su permanencia lo dejaría al frente de la CGT. En rigor, nadie iba a permitir que Acuña se quedara con la secretaría general pero con esta decisión Barrionuevo y su CGT Azul y Blanca consiguió lo que pretendía: que los grandes sindicatos se sentaran con él a negociar los cargos del futuro consejo directivo. 

Los dirigentes gremiales le reconocen a Barrionuevo una gran capacidad de maniobra para no quedar alejado de las negociaciones y como ejemplo recuerdan que con su pequeña Azul y Blanco, una conformación que organizó con una treintena de sindicatos para confrontar con los gobiernos kirchneristas, logró imponer un triunviro en pos de la tan mentada unidad del movimiento obrero para luego acercarse y alejarse del gobierno de Mauricio Macri según le convenga. “Luis es así. Puede ayudarte, puede acompañarte pero seguro que en algún momento te abandona de acuerdo a sus intereses”, graficó un actual integrante del consejo directivo cegetista. 

Por caso, en enero pasado Barrionuevo convocó a su tradicional asado de los veranos en el Hotel Presidente Perón que pertenece a su gremio. En esta oportunidad recibió la visita de Hugo Moyano, quien había acusado al gobierno nacional de perseguirlo a través de causas judiciales. El camionero llegó acompañado de su hombre en el triunvirato, Juan Carlos Schmid, y de uno de los integrantes de la Corriente Federal de Trabajadores, el bancario Sergio Palazzo. Barrionuevo ya se había mostrado solidario con Moyano cuando afirmó que “Alfonsín y De la Rúa atacaron a los sindicatos y no terminaron su mandato”. Una frase que mostraba a un gastronómico rupturista con el gobierno. Durante el asado se mostró solidario y todos juntos anunciaron la decisión de confrontar las políticas de ajuste, el techo a las paritarias, criticaron las consecuencias negativas del modelo económico y ante la persecución contra el camionero se anunció una marcha para el 21 de febrero. Eso sucedió el 18 de enero. Los preparativos comenzaron pero el 12 de febrero Barrionuevo le quitó el respaldo: “No voy a la marcha. Es una pelea personal entre Moyano y Macri, se desvirtuó todo”, dijo. Luego aclaró que no pensaba compartir un escenario con el kirchnerismo que había comenzado a reconstruir la relación con el veterano líder camionero. Para el gastronómico es un límite ya que mantiene una histórica enemistad con los Kirchner desde el 2003 cuando ordenó y coordinó la quema de urnas cuando no pudo ser candidato a gobernador de Catamarca. En ese entonces, tanto Barrionuevo como Cristina Kirchner eran senadores pero esta última promovió, sin éxito, su expulsión de la Cámara alta. En base a esos antecedentes, el gastronómico justificó su deserción del 21F y asó retomó la relación con la Rosada. Con Macri se había enojado poco después de que el Presidente, a modo de represalia a la protesta que la CGT realizó en Plaza de Mayo en agosto del año pasado, despidió al entonces viceministro de Trabajo, Ezequiel Sabor, de muy buen vínculo con el jefe de la Azul y Blanca. Barrionuevo, que no suele reaccionar en caliente, sólo enfrió su relación con Macri para reactivarla en el momento oportuno y conveniente. Es lo que hizo la semana pasada con Acuña en la CGT y ahora con el Partido Justicialista.