Walsh y el sórdido presente

 

Releyendo el extraordinario e incombustible libro de Rodolfo Walsh Operación masacre, en una reedición con prólogo de Osvaldo Bayer y apéndices y anexos que complementan la investigación sobre fusilamientos de junio de 1956, es perceptible observar cómo en lo esencial las tramas que garantizan la impunidad a los verdugos de los hijos del pueblo no ha cambiado en la región argentina.

En efecto, militares, funcionarios judiciales y policiales ayer como hoy reciben las caricias de infames y encumbrados burócratas apoltronados en los palacios gubernativos y ministeriales.

Transcurridos más de ocho meses de la violenta incursión de fuerzas estatales en la Comunidad Mapuche en Resistencia de Cushamen, que le costara la vida al joven anarquista Santiago Maldonado, fueron premiados con ascensos todos los gendarmes responsables de la desaparición forzada seguida de muerte.

También el juez que contribuyó con su accionar está en espera de ser promovido por el presidente y el Senado.

Lo decimos una vez más, el Estado y el capital rara vez desechan a sus esbirros, y si lo hacen es para mantener viva la ilusión en el sistema constitucional como fachada que encubre la explotación, la expoliación y la dominación.

La opresión de las mayorías desposeídas.

Ya nos lo explicó Rodolfo Walsh, y antes que él, Bakunin y Marx. El sistema capitalista se sostiene en la violencia abierta o encubierta.

Carlos A. Solero