El NO presentó a Ira a fines de 2015. Habían sacado Pura sangre, su segundo disco, y lo iban a mostrar en The Roxy Live, en un show con destino de DVD. Habían amasado una interesante convocatoria en el circuito punk y buscaban saltar el cerco con una puesta y una apuesta ambiciosas. Casi dos años y medio más tarde, la banda asoma ahora con Buena vida, buena suerte, su flamante tercer álbum. ¿Cómo medir el éxito en esta cultura rock dispersa y franquiciada? ¿Por la cantidad de personas que transpiran tu remera o por la cantidad de remeras que transpiraste para que se interesen algunas personas?

En todo este tiempo, Ira se dedicó a lo que se había propuesto: salir a defender sus canciones con frecuencia. Tocaron más de 50 veces, incluidas dos giras a Chile intensas y harto pedagógicas. En esa expedición hacia “el más allá de las montañas”, el grupo se expuso a lo mismo que la mayoría de las bandas consagradas: situaciones límites, imprevistos, planes que fallan. Como en cualquier jungla, en la del rock también se sobrevive con iguales dosis de ejercicio e improvisación.

“Nos habían invitado en junio de 2016 a un festival en Chile, el Anti Todo, y a partir de eso nos contactó el sello Subterráneo Records proponiendo una gireta de seis shows más”, recuerda Sergio acerca de la primera excursión trasandina. “Pero faltando tres semanas nos avisaron que se suspendía el festival, la actividad que hacía rentable la caravana.” Quedaban dos opciones: descartar el viaje o encarar una gira pulmonar haciéndose cargo de algunos gastos. “No hubo vuelta atrás: armamos el bolso, nos subimos al micro… y a cruzar la cordillera”, asegura el cantante.

La decisión fue un éxito y el grupo pudo volver a Chile con más despliegue en 2017. Viajaron junto a una fotógrafa que registró las imágenes de Perdiendo altura, video que sirvió como adelanto de lo que finalmente es su reciente disco, publicado por Mala Difusión. Ahí se ven tomas de Coquimbo, uno de los nuevos territorios conquistados, 400 kilómetros al norte de la capital. “En Chile hay una movida interesante de bandas que me hizo recordar lo que pasaba acá en los ‘90: mucha gente apoyando y participando comprando discos, buscando info de bandas nuevas”, apunta Sergio.

La referencia es a la escena punk porteña de aquella década, género desde el cual Ira se hamacó para luego buscar ampliar la trama. “Está muy bien que nos ubiquen dentro del punk. Hay motivos varios: canciones, lugares y, claro que sí, amistades, jaja. Pero después de tres discos creo que podemos jactarnos de intentar un sonido personal. Eso se construye sublimando los gustos de todos, que somos cinco, con algunos cambios en estos años, y de ese modo llegamos a este álbum punk, pero también rockabilly, folk, rock más crudo.”

¿Sacar un disco hoy, cuando no se puede monetizar, es un acto de amor o locura?

--¡Podemos partir de que el amor, hoy, es de por sí un acto de locura! Pero un disco siempre es un acto de amor. Es música, son emociones volcadas a una melodía y una letra. Es un momento en la vida de cada uno que va a quedar para siempre. Pero lo mejor es poder grabarlo con amigos con los que venís metiéndole años de esmero y dedicación para algo que, humildemente, creemos que merece ser escuchado.

* Sábado 14/4 a las 21 en El Emergente, Acuña de Figueroa 1030.