“Somos muy optimistas sobre el proceso de desinflación”, dijo ayer el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, en un encuentro en Neuquén, en el que participó junto a las autoridades del banco provincial. El optimismo del funcionario contrasta con los datos duros de la economía. Los consultores estimaron que en marzo la inflación encadenó el cuarto mes consecutivo por arriba del 2 por ciento, dato que se conocerá hoy con la información oficial del Indec. En contra de lo que dice el presidente del Central, el mayor impulso no fueron los tarifazos sino la llamada inflación núcleo, que excluye la evolución de los precios regulados. El aumento de la carne, la indumentaria y las cuotas escolares habrían sido los rubros con mayor incidencia.
Sturzenegger repitió una estrategia que ya empleó en 2016 y 2017, cuando había dicho que en la segunda parte del año los precios iban a bajar. En esos años el pronóstico no funcionó y los economistas de la city no creen que en 2018 sea distinto. La meta de inflación del 15 por ciento recalibrada por el Gobierno para este año resulta imposible de cumplir cuando el primer semestre cerraría con 12 por ciento. A casi dos años y medio de gestión, el presidente del Central tuvo que reconocer en el evento de Neuquén que el proceso inflacionario en la Argentina sigue siendo “uno de los más altos del mundo”. Se ubica en torno al 25 por ciento interanual, cuando en los principales países de la región está por debajo del 5 por ciento.
El Central no se da por vencido. Además de afirmar que “los precios bajarán” asegura que la economía “no para de crecer”. Sturzenegger participó esta semana del Congreso Económico Argentino y le comentó al auditorio de empresarios que “la economía creció 4 por ciento punta a punta el año pasado”. El funcionario dijo que el motor de la expansión fue la inversión, con un incremento del 21 por ciento interanual entre el último trimestre de 2017 y el mismo período del año anterior. Pero en la mayoría de los informes de consultores del mercado se explicó el crecimiento del año pasado como un rebote respecto de las fuertes caídas del 2016 y para este año ya empezaron a bajar las expectativas de aumento del PIB para ubicarlo en torno al 2,5 por ciento.
El titular del Central insistió en que la política monetaria y cambiaria de los últimos meses no se modificó respecto de la aplicada hasta 2018. “No hay relajamiento (con la tasa de interés)”, aseguró. Agregó que “la flotación cambiaria permitió que la economía crezca a un ritmo cercano al 1 por ciento trimestral, lo cual se está observando desde el último trimestre de 2016”. Es un discurso difícil de conjugar con las decisiones poco claras de tasa de interés que se tomaron desde enero de este año, bajándola cuando las expectativas de inflación del mercado subían, y con la racha de intervenciones en la plaza cambiaria para mantener el dólar debajo de 21 pesos.
La cotización del dólar minorista cerró ayer a 20,47 pesos, con una baja de 4 centavos respecto de la jornada previa. La entidad no tuvo una participación vendedora, luego de haber vendido más de 300 millones de dólares la semana pasada para contener el tipo de cambio y evitar un mayor traslado a precios. Las reservas internacionales cerraron en 61.837 millones de dólares, con una suba de 68 millones.
La moderación de tensiones en el mundo en materia financiera juega a favor del Central esta semana, que debe enfrentarse a una menor demanda de divisas de los fondos de inversión, los cuales desde comienzos de marzo habían dolarizado fuertemente sus carteras. El problema es que esta tranquilidad puede esfumarse rápidamente ante la primera tensión a nivel global, lo que refleja el grado de exposición que tiene la economía ante la volatilidad externa.