En sintonía con lo ocurrido en la ONG británica Oxfam - donde una ex directiva destapó una cultura de abusos sexuales-, y en la organización francesa Médicos sin Fronteras- que reconoció públicamente 24 casos de acoso o abuso sexual- en Greenpeace Argentina vienen resonando hace un mes diversas denuncias por acoso laboral y sexual, hostigamiento y abusos de poder. Ex empleadas y voluntarias de la ONG - acompañadas por ex empleados y voluntarios varones- formularon denuncias públicas, internas y/o judiciales contra la oficina local de Greenpeace por acosos laborales y sexuales, hostigamientos y difamaciones a las que la organización contestó con un comunicado poco sustancioso en su sitio web. En diálogo con Las12, Eugenia Testa, ex Directora Política, y Consuelo Bilbao, ex Coordinadora Política, explican por qué en Greenpeace Argentina ser mujer no está bueno.
¿Por qué explota todo esto ahora?
ET: El 8 de marzo los y las integrantes de la oficina argentina de Greenpeace salieron en una foto en Twitter y Facebook, todos vestidos de púrpura, haciendo un alarde sobre la equidad de género y mostrándose como una organización que está a favor de los derechos de la mujer. Mi primera reacción al verlo fue asociarlo con el falso ambientalismo, llamado green washing: en este caso sería purple washing, es decir, hacerse un lavado rápido para aparecer como feministas, y olvidarse de todas la cosas que hacen. En Greenpeace hay un sistema de acoso y hostigamiento hacia todos en general, pero con una asimetría en detrimento de las mujeres de la organización.
CB: Yo no lo intelectualicé tanto, sino que tuve una sensación mucho más corporal, como un dedo en el orto, y perdóname la expresión. Lo transformé en un mensaje privado al director de Comunicaciones: “Esto es una provocación, casi incitación a la violencia”, le dije. Que un sujeto bastante maltratador y machista como él, hiciera uso de la causa de las mujeres para hacer más socios, me violentó.
ET: Hay otro hecho posterior, que fue el caso de Personally, la empresa de prensa donde varias empleadas denunciaron a su director por las mismas cuestiones. Una muy amiga que trabajó allí acompañó todos esos reclamos. Cuando yo le dije “No sé por qué nosotras no nos animamos a hacer lo mismo”, ella me dijo “Animate, yo te apoyo”. Eso me dio fuerza.
CB: Una naturaliza estas cosas. El día que pasó lo de Pettinato, cuando Malena Pichot salió en redes a replicarle con un “Vamos chicas, a ver cuál sale la primera”, yo conversé con mi pareja sobre lo paradójico de que él hablara impunemente y sus víctimas no. Quince días después estábamos en el mismo lugar. Pero hasta que no te pasa no comprendés que vos también sufriste maltratos y acosos laborales.
Es decir que hasta ahora todo lo que ustedes vivieron en la ONG no lo habían asociado con violencia machista.
CB: Exacto. Nosotras tuvimos al propio Pettinato, saliendo a boquear cuando tiene atrás un prontuario de abusos y acosos, pero no podíamos verlo.
María Eugenia Testa ingresó a la oficina de Greenpeace en 2005. Trabajó durante dos años para un proyecto internacional y después se postuló para un puesto en Greenpeace Argentina al que le costó mucho acceder “Porque ya era contestaria desde posiciones más bajas”; hasta le sugirieron desde la organización que se fuera, con carta de despido firmada por Martín Prieto, el Director Ejecutivo, a quien hoy señala con todos los dedos. Ella se presentó igualmente, pasó las exhaustivas etapas (“Todo tipo de requisitos mientras por al lado mío pasaban los hombres sin ningún proceso que mediara”) y quedó finalmente como Asistente del Área Política, convencida de que ese perfil aguerrido que la caracterizaba era sumamente útil para la organización.
Consuelo Bilbao entró a Greenpeace a principios de 2008 para trabajar en la unidad política. La primera vez que sintió una diferencia por ser mujer fue en una de las campañas, para sanear el Riachuelo. “Me obligaban a hacer un tipo de campaña que yo no creía que fuera a llevar a un buen fin. Tenía todo el tiempo a tres varones diciéndome cómo tenía que hacer las cosas. Recuerdo irme de un par de reuniones llorando por tener que estar defendiéndome. Incluso en una discusión, el Director Ejecutivo me llamó aparte para decirme que no podía ponerme como una ‘gata agazapada’: que tenía que ser más dócil y sacar mi “cara de orto”. A partir de entonces me pusieron un coach para bajar mi perfil contestatario”, relata. En otra oportunidad, el director de Logística- que luego recibiría repetidas denuncias por acoso- la llamó aparte a un cuartito al que llamaban “el quirófano”. Allí la esperaba con otros coordinadores para decirle que tenía que cambiar el target de su campaña, que a él no le gustaba, y que si no lo hacía le iba a “hacer mierda la campaña”. “Al salir de esa reunión, mi compañero me miró y me dijo ‘¡Te amenazó!’”.
Ambas acuerdan en que los maltratos verbales hacia las mujeres son corrientes dentro de la organización, pero además, dicen, “hay algo más sutil, una forma de denigrarnos incluso sin tener que insultarnos, y es haciendo referencias sexuales”. Dice Eugenia: “Estás discutiendo algo y sale el director ejecutivo y te dice ‘¡Ay, hoy te viniste sadomasoquista!’: siempre con algo vinculado a lo sexual para desequilibrarte y sacarte de tus argumentos. O quizás, en una reunión, entre un directorio de siete varones, el comentario es sobre tus tetas”. Eugenia recibía cada mañana mails personales de Martín Prieto indicándole cómo tenía que conducirse en la vida: “Su tono era paternalista y perverso y en general me indicaba que aun con un palo en el orto me mostrara dócil y sonriente”.
Desde el 8 de marzo, a través de las redes sociales, salieron a la luz muchas situaciones de acoso. ¿Cuáles llegaron a ustedes en forma directa?
CB: Yo fui testigo del caso de una compañera que venía siendo maltratada por un director privada y públicamente porque ella no quería estar con él. En un viaje del que participé, su violencia y agresividad escaló muy alto y hasta que tuvo que intervenir un compañero. Cuando pusimos a Prieto al tanto de esta situación, enseguida intentó poner la culpa sobre la acosada, porque era “una maleducada” y le daba “vergüenza”. Inmediatamente le indicó al jefe directo de ella que la echara.
ET: Si bien yo no tenía contacto diario con ella, cuando me enteré de que la querían despedir, y teniendo todos los antecedentes de lo que había pasado, decidí oponerme. Prieto me increpó: “Vos no sabés con quién se acuesta esa chica”, me dijo. Yo le contesté: “Tampoco sé con quién te acostás vos y no me importa: la cuestión es que hay una situación de acoso y vos querés despedir a la víctima”. Lo amenacé con hacer una movida en la oficina y eso lo terminó de disuadir, pero el acosador en cuestión también siguió en su puesto.
CB: Es el mismo que hizo circular entre los directores la foto de una voluntaria desnuda. En esa oportunidad también fui a hablar con Prieto. Lo primero que me dijo fue que si yo no lo había visto no podía ser testigo; que en todo caso esa chica no era menor de edad y que además podía ser “su noviecita”. Le parecía genial denigrarla porque era de su pertenencia.
ET: Recién varios meses después, un grupo de 14 empleados firmó una carta comunicando las distintas situaciones de acoso de este director. Tampoco fue desvinculado. Salió por mal desempeño durante un proceso de crisis organizacional como fue la detención de una voluntaria y un tripulante argentinos en Rusia. Hoy dicen que se fue por las denuncias internas: no es verdad. Se fue con una indemnización millonaria; y sabemos que siguió en torno a la organización. Hay pruebas.
Eugenia decidió renunciar después de que su puesto fuera prácticamente vaciado. “Distribuyeron mis tareas entre los directores varones y convirtieron mi cargo en algo netamente administrativo, sacándome todo poder de decisión”. Pero entonces lxs integrantes de su equipo le pidieron que se quedara un poco más: necesitaban un tiempo para poder conseguir un trabajo, porque sabía que lxs iban a echar. Se sostuvo un tiempo hasta que descubrió que Prieto había violado su cuenta de correo personal: “Fue demasiado. Me fui y detrás vinieron los despidos de las chicas”. Enseguida circuló una carta entre los y las empleadas con un 70 por ciento de adhesión en la que se pedía que se revisara su renuncia. La respuesta de la dirección fue emprender una cacería hacia las impulsoras de esa carta y una cruzada de difamación contra Eugenia. “A mis compañeras se les dijo que yo tenía “tratos promiscuos” por fuera de la organización; que me iba a la cama con el enemigo (su pareja hace siete años, Carlos Villalonga, referente por entonces de un partido ambientalista). Lo que no les decían es que a ese mismo ‘enemigo’ lo contrataban para tareas de asesoramiento, igual que han contratado a otros asesores del PRO”, dice ella. Además ¿Por qué salían a explicar mi renuncia? Porque sabían que había sido hostigada hasta el punto de irme”. En el transcurso de dos semanas, las integrantes del equipo de Eugenia -Consuelo y Lorena Pujó- fueron despedidas sin causa, y su asistente -Ana Norkus- renunció por hartazgo, no sin antes enviar un mail a toda la oficina denunciando todo lo que había visto.
Ustedes llevaron esto a la Justicia.
¿Qué pasó?
ET: Sí, en primer lugar apelamos al board, un grupo de personas que debe controlar al Director Ejecutivo. La única respuesta que recibimos la tuve yo: un mail del presidente del board, Martín Santos, amenazándome de que si seguía molestándolos me iban a hacer una demanda. Después de eso iniciamos una denuncia interna -por acoso laboral, difamación, violación de la intimidad de las personas y hostigamiento- al board de Greenpeace Internacional. Ahí contactamos a una persona que nos escuchó, que empezó a tomar cartas en el asunto y contrataron a una especialista en recursos humanos que elevó un informe que resultó preocupante. Hicieron una intervención, pusieron cupo femenino en el directorio y dispusieron que las mujeres -no los hombres- tomaran un curso de género a cargo de la mujer de Prieto (Ver recuadro).
¿Ahí iniciaron las demandas judiciales?
CB: Sí. Al poco tiempo se hizo la mediación -instancia prejudicial obligatoria- en la cual no se llegó a ningún acuerdo, ni lo pretendíamos tampoco. Teníamos suficientes pruebas de lo que estábamos denunciando. Luego firmamos el poder al abogado para que iniciara acciones contra Greenpeace. Pedimos a distintas personas que fueran testigos, algunos que aún trabajaban en Greenpeace: aceptaron. El abogado nos confirmó que en mayo de 2016 habían sido presentadas las demandas ante la justicia. Como es alguien muy prestigioso y además muy amigo mío de toda la vida, confiamos en que eso avanzaba. Hace unos días supimos que nos defraudó. Después de la provocación del 8M, cuando nos empezaron a llamar de distintos medios, quisimos saber cuál era el estatus de nuestras denuncias: nos anoticiamos de que había dejado prescribir las causas.
CB: Un abuso sobre otro abuso. Estábamos convencidas; teníamos las pruebas y los testigos. Sabíamos que en este mundo machista eso solventa un poco lo que afirmamos. Un golpe muy duro.
ET: Ahora iniciamos una demanda contra el abogado, pero nos quedamos sin justicia dentro del fuero laboral. Igual el reparo económico no salva a la organización de tener a ese tipo ahí. No me hace justicia ni me sana.
¿Hoy qué buscan?
ET: Es una organización que tiene mucha plata, poder político, poder de daño, penetración en los medios. El tercer sector es un poder, y dentro de ese poder Greenpeace tiene especial poder. Queremos que corran al director ejecutivo y al comité directivo que lo secunda en estos manejos, para que las mujeres dentro se animen a hablar y se lleve adelante un proceso de transparencia que garantice la integridad de ellas y de nosotras.