El muchacho de la película

En el diario decía: "En la película aparece un muchacho que hoy sé que está desaparecido, Eduardo Garat". Yo leí el diario y fui a ver la película. Sentada en la oscuridad de la sala en forma de anfiteatro donde conseguí lugar, bastante arriba, inmóvil y ahuecada, pasó la película entera. El esfuerzo por parpadear poco no sirvió de nada. No lo vi, o no lo reconocí. Él tampoco me reconoció. Ya no soy una niña, ni siquiera una muchacha. 

Termina la película y eso que es larga. La pantalla se divide en dos, en el rectángulo derecho leo exhausta los créditos finales. En el izquierdo, aparece el muchacho y, mientras mis órganos vitales y los de la vista ruedan cuesta abajo por la alfombra de la sala, escucho el sonido de ese tiempo: el murmullo de sus amigos nombrándolo, el ruido de mis párpados bruscos, el de la tela de la manga de mi brazo derecho que se extiende para señalarlo, el de mis labios que se pegan y despegan para decir "ese es mi papá" bajito, y el extraordinario ruido que descubro hace el movimiento.

Y todo esto ocurre con la velocidad del que corre porque lo persigue la cana.

Florencia Garat

La agrupación Hijos Rosario, el Museo de la Memoria y familiares y amigos de Eduardo Garat, organizan hoy, desde las 19.30, un acto en conmemoración por los 40 años de la desaparición del abogado y militante peronista, en la esquina de Moreno y Córdoba.