El andarivel del 8 tuvo siempre ocupantes ilustres aunque ninguno como Miguel Angel Brindisi, todavía hoy el mediocampista más goleador de la historia del fútbol argentino (200 tantos en 478 partidos). Durante sus 46 años de trayectoria, 18 como jugador y 28 como director técnico, Brindisi conoció éxitos y desilusiones, coleccionó amistades, recorrió medio mundo y pudo aprender a fondo las intimidades de este juego apasionante. Solo le faltaba una cosa: un libro donde volcar buena parte de todo lo vivido. Ahora ya fue escrito, y se presentó anteayer en la sede de Huracán.

Por el andarivel del 8, escrito por el periodista Rodolfo Chisleanschi y publicado por Ediciones Al Arco, no es una biografía tradicional sino un relato de vida al que se accede a través de saltos de tiempo, de memoria y de sentimientos, un recorrido expresado en forma de anécdotas que viajan de Parque Patricios a Las Palmas, de Guatemala a Alemania, de Montevideo a Guayaquil o México. 

Sus 192 páginas, divididas en 8 capítulos y una reseña final, están repletas de personajes conocidos y de otros que no tanto; de historias risueñas, amargas o emotivas; de datos curiosos que ayudan a atravesar todas las épocas transcurridas desde los años 60 hasta la actualidad.

La noche de la presentación del libro en la sede de Huracán, fue brillante, cálida, cargada de emotividad. Chisleanschi leyó fragmentos del libro para dar pie a las intervenciones de Quique Wolf, el ex presidente del club Néstor Vicente, el ex jugador de Huracán Jorge Carracosa, el periodista Sergio Rek y Daniel Montenegro. En el cierre, Brindisi repartió agradecimientos que abarcaron toda su trayectoria y provocó más de una lágrima cuando recordó sus comienzos en el fútbol en el baby de Huracán y los picados en la calle Patagones de su Parque Patricios. 

El canto bien quemero “Miguelito, Miguelito, Miguelito, Miguelitooooo”, un clásico de los años 70, explotó después de las palabras de Brindisi. El broche perfecto para una noche mágica.

Aquí van dos pasajes del libro.

Maradona 

“Compartir un año de fútbol con un Maradona en todo su esplendor, todavía juvenil, intacto física y mentalmente y lleno de entusiasmo por la adoración que enseguida despertó en la hinchada de Boca, fue uno de los grandes placeres en la carrera de Brindisi. –A Diego no lo disfrutó la gente, lo disfrutamos los compañeros. Había que ver las cosas que hacía en los entrenamientos, cómo le pegaba a la pelota con los zapatos desabrochados o el show que montaba jugando torneos de tiros libres con el Loco Gatti. Creo que se apostaban la Coca-Cola, aunque no sé si el Loco habrá pagado alguna de todas las que perdió. Y después en la cancha... La quería siempre, amaba la pelota. Venía y nos decía al Chino, al uruguayo Krasouski y a mí, a los del medio: “Muchachos, así yo tenga un tipo atrás, ustedes dénmela”. 

Nosotros jugábamos sin un 9 fijo, con Escudero y Perotti pegados a las rayas y Diego o yo entrando por el medio. Uno de los dos tenía que estar en la zona de definición y nos entendíamos bárbaro. Pero la verdad, era muy fácil. El que no pudo ser socio de Diego, o ahora de Messi, no puede jugar al futbol, tiene que dedicarse al ajedrez o a las bolitas. Te la dan redonda, te dejan solo, te devuelven una pared de espaldas, van dejando 2-3 rivales en el camino… Vos vas mirando, pensás que ya la perdió y de repente te cae la pelota en los pies. Son tipos totalmente diferentes, por eso son tan grandes.

El Mundial del 74

“La selección argentina se preparaba para el Mundial de Alemania de ese año, y lo hizo con una larga gira de un mes por varios países de Europa que tuvo muchos altibajos... Con todo, el encuentro más recordado de ese tour previo fue contra Holanda, en Amsterdam. El 26 de mayo, es decir, tres semanas antes de que arranque el torneo, la Selección visitó al equipo que sería la gran sensación del certamen. El resultado fue un 4 a 1 lapidario.

–Jugué un rato de ese partido y fue la única vez en mi vida que sentí impotencia en una cancha. Después, en el de la Copa no entré. Lo gracioso es que después de aquel amistoso el comentario general fue que no podía volver a pasarnos lo mismo. Decíamos que era una suerte habernos enfrentado a ellos porque ya no nos podían sorprender. Incluso alguno llegó a pedir: ‘Ojalá nos toquen en el Mundial’. La desgracia fue que nos tocaron…”.