La vestimenta dice mucho de una persona, al igual que los accesorios que lleva. Para Hugo Tocalli (70 años), su vida se resume en un llavero: el del escudo de la Selección Argentina. Ese pequeño símbolo lo define. Y, claro, él lo muestra con orgullo. “Me lo regaló Martín, mi hijo, que está trabajando como entrenador de arqueros de Sampaoli”, cuenta. Es que la vida de Tocalli está íntimamente relacionada a la camiseta celeste y blanca. Antes de este presente que lo encuentra como Co-Coordinador de las Inferiores de San Lorenzo y como integrante de la Comisión de Fútbol Juvenil de la Superliga, el ex arquero que brilló en Quilmes fue uno de los pilares de la época dorada de los juveniles en Argentina, junto con José Pekerman. “Con José nos hablamos seguido por teléfono. Cada vez que viene a Buenos Aires vamos a cenar juntos. No perdimos el contacto. Me pone muy contento por todo lo que él y su equipo lograron en Colombia”, asegura.
Tocalli es, por supuesto, una voz autorizada si de formación se habla. Y, en todos estos años de trabajo, no perdió su pasión: “Es el día de hoy que salgo de mi casa a las seis y media de la mañana con la ilusión de descubrir un crack”, le comenta a Enganche. El hombre que convocó a Lionel Messi por primera vez a la Selección Argentina (allá por el 2004, en el sub 20) se mira al espejo y regala sus claves para forjar ídolos.
-¿No te gustaría volver a dirigir?
-Me da más satisfacción organizar cosas y estar en el campo. Soy muy feliz enseñándoles cosas a los chicos de la Tercera de San Lorenzo durante la semana. Además soy consciente de que hay que darle un lugar a los técnicos más jóvenes para que vayan formándose.
-Entonces si te tuvieras que definir no sos un técnico, sino un formador.
-Mi época de técnico pasó. En estos momentos siento que estoy para formar jugadores y ayudar a técnicos. Es más, cuando estuve en Argentinos, en 2012, en el contrato puse que no me podían obligar a dirigir la Primera.
-¿De dónde te surgió esta pasión por formar?
-Siempre la tuve. A los cuatro meses tras mi retiro como futbolista me llamó José Yudica para ser coordinador de todas las Inferiores de Vélez. Ahí tenía ganas de dirigir. Pero ya desde ese momento me gustó esto de formar jugadores. Cuando aún era jugador y estaba en Quilmes o Unión me escapaba a ver las Inferiores. Así empecé. Ahora veo para atrás y me siento muy contento por todo lo que hice.
-¿Estudiaste algo relacionado con pedagogía?
-No. La traté de aprender con el fútbol. Hablé con mucha gente durante mis viajes con la Selección sobre cómo se trabaja alrededor del mundo. Lo hice con un inglés “acriollado”, pero me hacía entender.
-Con toda tu experiencia, ¿qué balance haces del presente de los juveniles de Argentina?
-Por suerte en este bendito país siguen apareciendo los buenos jugadores. Por ahí nos cuesta más encontrar a los Riquelme, los Aimar, a los enganches. En eso cambió mucho el panorama. Cuando formamos la primer Sub 17 para ir a jugar a Perú un Sudamericano tuvimos que elegir tres de cinco enganches que teníamos a disposición: Aimar, Sixto Peralta, César La Paglia, Daniel Montenegro y Damián Manso. Hoy no es así. Cuesta encontrar a ese jugador cerebral.
-¿A qué creés que se debe que los enganches estén en peligro de extinción?
-Usar enganche depende de cómo uno sienta el fútbol. A mí me gustaría que cada categoría de las Inferiores juegue con enganche. Esos son la clase de jugadores que van a llegar a Primera y van a jugar al fútbol que les gusta a todos.
-¿Cómo se explica que más allá del desorden dirigencial de los últimos años en el fútbol argentino sigan saliendo buenos jugadores?
-Todo Sudamérica es un poco así. En Uruguay viven tres millones de personas y sacan un montón de jugadores. En Brasil son más, claro, y tampoco paran de sacar jugadores. Pero no es fácil que aparezca un Lautaro Martínez todos los días. Ese pibe tiene una potencia terrible y un futuro extraordinario. Siguen apareciendo. Acá siempre estamos muy apurados. Me gustaría que cada club tuviera un proyecto en Inferiores, que la premisa no sea sólo formar equipos para ganar, sino formar jugadores para que el día de mañana lleguen a Primera. Hoy tenemos que trabajar de manera diferente a diez o quince años atrás. Antes venían jugadores del potrero a los que sólo tenías que enseñarle la parte táctica, pero venían con toda esa picardía innata. Ahora a algunos hasta hay que enseñarles cómo patear una pelota o cómo cabecear.
-¿Cómo se cambia el paradigma de que ganar es lo único que importa?
-Eso es más difícil… Si tenés proyectos, podés trabajar por un período de tiempo. Sino lo único que importa es el mañana, sin mirar al futuro. Todos sentimos ese apuro, eh. Cuesta separar las cosas. Pero intentamos cambiarlo. Ahora por suerte estamos haciendo muchas reuniones con otros coordinadores, y la Superliga está cada vez más metida con los juveniles. Hace un par de años teníamos una AFA sin timón y hoy hay una conducción. Entre todos hay una idea de cambiar y de volver a las fuentes. Eso lo rescato.
-¿Ves un cambio con respecto a estos últimos años?
-Espero un cambio. Hay una intención de ese cambio. Dios quiera que se pueda concretar.
-¿Sentís que se le perdió un poco de admiración al fútbol argentino en estos tiempos de caos dirigencial?
-No creo. Cada vez que acá aparece un jugador están todos desesperados por comprarlo, de todos lados. Ni Argentina, como tampoco Brasil, va a perder su estatus.
-¿Cómo analizás el trabajo de Diego Placente y Aimar en la Sub 15 de Argentina, justo dos futbolistas que vos ayudaste a fomar?
-Me gusta muchísimo lo que están haciendo. No sólo por haber salido campeón, eh, sino por su idea futbolística y la forma que tienen de expresarse con los chicos.
-¿Qué sentiste cuando Aimar, tras esa final ganada ante Brasil, dijo que no todo pasaba por el resultado final y destacó que lo importante era que los chicos disfrutaran? Pareció como si las enseñanzas que utilizabas con Pekerman aparecieran de nuevo.
-Para todos nosotros es algo muy lindo. José seguramente habrá sentido mucha satisfacción. Nosotros pregonamos eso, y que ellos lo estén llevando a cabo, sumándole sus propias ideas, es excelente. Charlé con ellos un par de veces, inclusive a Pablo lo había invitado para que participara en alguna categoría de San Lorenzo, pero al final le surgió la chance de la Selección.
-Hay jugadores que ya a los 20 años ya juegan en Primera, tienen plata, fama y tentaciones. ¿Cómo se les baja los pies a la tierra?
-Yo puedo aconsejar a los chicos sobre qué es lo que quiere para su futuro y en la vida. En la vida hay tiempo para todo, para las mujeres, para salir a bailar, para cuidarse y jugar al fútbol, para estudiar… Junto al futbolista el pibe también tiene que crecer como persona, y en este sentido es muy importante el estudio. A cada Selección Sub 17 que formamos le recomiendo esto mismo, por algo que me pasó en mi vida. A mí nadie me aconsejó cuando era jugador y estaba en la pensión. Ahí tenía un montón de horas libres, perdidas. Nadie me dijo “estudiá”. La vida me dio la suerte de recorrer el mundo, pero es el día de hoy que no sé hablar en inglés. Los chicos te entienden cuando se lo explicás. Obviamente no todas son batallas ganadas. Creo que hoy en día el chico también necesita que le digan “no”. Parecería que en algún punto lo buscan, y como nadie se lo dice se sienten cada vez más poderosos. Le decís “no” y al principio quizás se te ponen un poco rebeldes, pero después te entienden.
-Riquelme en una ocasión dijo que ahora los futbolistas ya casi ni miran fútbol. ¿Es así?
-Sin dudas tiene razón. Si hoy tomás una categoría con 30 chicos, hay 20 que no ven fútbol y 10 que son fanáticos. En todos estos años me crucé con algunos como Román a los que les encanta mirar fútbol, como Gabriel Milito o Javier Mascherano. Hoy cuesta más encontrar chicos así.
-La presión no siempre llega del afuera, sino también del adentro. ¿Cómo es el trato que tienen con las familias de los chicos?
-Yo soy un poco chapado a la antigua en esto. Si no hay un problema grave, como de drogas o comportamiento, trato de no hablar con la familia. Si hablás con los padres, siempre van a creer que tienen toda la razón. Y ellos piensan en su hijo, pero nosotros en 35 jugadores en cada categoría. Creo que una vez que están en Novena, con 14 años, a los chicos los tenés que dejar volar, que se expresen. Ver qué quieren del fútbol. Hay que guiarlos, obviamente. Pero lo importante es que tengan voz e impongan su forma de ser. Esto es algo que remarcábamos con José (Pekerman): además del jugador, nosotros también estamos formando personas.
-¿Cómo se trata el fracaso con los chicos?
-A veces se aprende mucho más perdiendo un partido que ganándolo. Hay que hablar del fracaso, no esconderse. La vida no termina en un partido de fútbol. No todos los chicos van a llegar, entonces la vida tampoco se termina si a un chico no le hacen contrato después de la Cuarta.
-Ahora es como que toda esa falta de paciencia que antes era propiedad de la Primera afecta a las Inferiores.
-Por eso la importancia de los proyectos. Hay clubes que están llevando adelante muy buenos proyectos. Sin eso, es muy difícil que el día de mañana aparezcan los jugadores.
-Otra de las cosas que se imponen es que para legitimizar un proyecto hay que tener un éxito deportivo, un título. ¿Coincidís?
-No creo que sea así. Para que un proyecto de juveniles sea realmente aceptado tiene que haber jugadores que lleguen a Primera. Ese es el título más importante para un formador.
-¿Llevás la cuenta de cuántos jugadores ayudaste a formar?
-(Risas) No… Tuve la suerte de tener muchos, desde aquel Vélez del 86’ con el Pacha Cardozo, el Cholo Simeone, Almandoz, Carlos Compagnucci, Tito Pompei. En el medio hubo muchos más, con broncas, festejos, lágrimas, retos, abrazos. Soy un afortunado en la vida. Fui compañero de Diego Maradona en el 77’, y fui parte para traer a Lionel Messi por primera vez a la Selección Argentina. Además se me cruzaron otros grandes jugadores, y participé en juveniles y en Mayores. Siento un orgullo enorme.
-¿En algún momento de todos estos años tuviste dudas de seguir adelante?
-Nunca. Es el día de hoy que salgo de mi casa a las seis y media de la mañana con la ilusión de descubrir un crack. Cuando se me termine esa ilusión, ahí voy a decir basta, me quedo en mi casa cuidando a mis nietos. Esto es mi pasión. Me mantiene vivo, con muchas ganas de seguir haciendo cosas en el fútbol y en la vida.