La tía Re me prestó Con Los Beatles allá por 1970. Tenía seis añitos lindos para enloquecer con “Money” o “It Won’t Be Long”, pero era raro eso del “inglés”. Me parecía imposible que alguien hablara así de verdad. Pensaba que cuando te dabas vuelta y te ibas volvían a hablar normal, como los padres de unos amiguitos que se hablaban en inglés cuando no querían que los entendiéramos. Y ahí es donde entraban Sandro y Palito: Sandro le gustaba mas a las chicas, era raro entonces decir “me gusta Sandro”. Asi que Palito. Palito y Cafrune.

   Así las cosas, llegó la tía Sole con mi regalo de cumpleaños modelo 71: Sótano Beat a todo Calor. Sótano Beat era un programa “joven” de la televisón donde chicos y chicas bailaban los éxitos de moda, con minifaldas las chicas y el pelo “larguito” los chicos. Resulta que el disco de Sótano Beat está buenísimo: viene con “La marcha de la bronca” (¡por Claudio y Daniel!), “Little Green Bag” y muchos mas. Pero a mí me enloquecía el penúltimo tema del Lado B, un rock rabioso cantado en castellano por un grupo con un cantante con voz de parlante roto: Manal. La canción: “Doña Laura”. Hubo suerte, se trata de la versión original. Por entonces las discográficas “pisaban” los éxitos de la competencia regrabándolos con grupos “fantasma”, como “Claudio y Daniel”. En esa antiguedad pre-internet nadie sabía muy bien quien cantaba las canciones, así que éramos felices igual. 

  El elepé tuvo muchas utilidades, uno de mis juegos favoritos era “carreras de discos”, por ejemplo. Pero a pesar de eso todavía se puede escuchar y la canción todavía me electriza. Riff desafiante, ritmo atronador y TUEDananena nana nana Tuednanana, hola Doña Laura. A los gritos o casi. No se si se parece a AC/DC, como una vez definió Pappo al rock, pero ese fue mi primer rock en castellano. Se parece en algo a “Boys” de los Beatles, que tampoco se parecen a AC/DC, pero en fin. Me daban ganas de saltar y gritar, cosa que con Palito no me pasaba mucho, y así fue que cayó en desgracia, pobre Palito. Igual tengo el corazón contento. 

 El tipo de “Doña Laura” dice que no tiene plata y pide que no lo echen de su habitación; es un poco como Daniel Aráoz en El hombre de al lado: intenso, intimidante, exigiendo mas que pidiendo su pedacito de mundo. Algo que junto a la intro misteriosa, reverberante, algo vudú, la topadora Alejandro Medina (¡qué voz!) y el filo de Gabis le daban (¡le dan!) un aire de cosa peligrosa. Y a los chicos nos encantaban esas cosas. Como ir jugando en la caja de una pickup por la Panamericana con el viento dándote en la cara, por ejemplo. Estamos casi todos de este lado, no era para tanto.

 Trece años después, cenando con mi familia, suena el timbre. Abro la puerta esperando encontrar una persona con dolor de muelas (la mia es una familia de dentistas, supongo que de ahí viene mi fascinación por los sonidos tipo torno y la música funcional), pero es mi nuevo amigo Alberto junto a un Javier Martinez de carne y hueso que viene con su hermosa voz rock de parlante roto a preguntarme si quisiera tocar con él. Si el destino llama a tu puerta ni te desmayes ni le digas que tenés que terminar la sopa; los Manal eran cosa muy seria en Grand Bourg aun en plenos años 80. Me fui con ellos, tomamos cerveza en el bar de la esquina y cerramos el asunto con un: “Sí, encantado, ¿dónde tengo que llevar el piano?”. Al final Javier fue quien me llevó a España con piano y todo. El tipo del TUEDananena-wincofón al mango con monedas en el brazo para que la púa no salte y rockee el suburbio con esquina-del-herrero-barrio-y-pampa se salió del vinilo y vino para cambiarme de sitio y destino. Gracias Javier, otra vez.

Años después con Pachuco Cadáver intentamos versionarla (con Ricardo Mollo en guitarra) pero nos pareció que no le hacía justicia, que no aportaba a tan tremendo original, y se quedó afuera de Life in la Pampa. Aun así, a veces la tocábamos en vivo, ¡y con Alejandro Medina en bajo!.

Todavía la escucho muy seguido y me sigue dando ganas de saltar y gritar. En “Doña Laura” los Manal son Police diez años antes. En Argentina, en dictadura, en cuatro pistas, con Geloso en la guitarra de solo corto y audaz; con Javier cantando a lo Creedence –que eran y siguen siendo dios–, con el Negro haciéndole la segunda a los gritos y ese bajo patotero que siempre me parece que lo tocaran entre varios y todos tipos malos. Sorprende el final, como si se les hubiera acabado la cuerda. Mejor, dan ganas de ponerlo de nuevo.


Guillermo Piccolini dejó atrás su natal Grand Bourg a comienzos de los ochenta para ir a probar suerte a España, y a mediados de aquella década, en plena movida madrileña, fue uno de los fundadores de Los Toreros Muertos, junto a Pablo Carbonell y Many Mouré. Aún en España, con Roberto Pettinato –mas el aporte de Willy Crook– armó Pachuco Cadáver, con el que editó dos discos, 3 huevos bajo tierra y Life in la Pampa. Actualmente suele tocar con Venus, el dúo que integra con Marina Olmi. El sábado 28 de abril reincidirá con Pachuco Cadáver en La Trastienda. A las 23.30.