En febrero de este año, mientras se disputaba el ATP de Buenos Aires, Daniel Orsanic, capitán del equipo argentino de Copa Davis, que venía de alcanzar las semifinales donde cayó frente a Bélgica como visitante, le decía a este diario que tras su primer año de gestión en el equipo nacional el foco estaba puesto en “generar sentido de identidad en el grupo de jugadores” y agregaba, también, que “los resultados ayudan para convencer a más gente de creer en el proyecto” que cuerpo técnico y jugadores habían logrado plasmar en 2015. “Mucha gente, más que felicitarnos, nos agradeció por lo que logramos transmitir como equipo, ese mensaje que para nosotros es tan valioso”, sintetizaba Orsanic, sentado en un sillón, distendido, en la puerta de la sala de jugadores del torneo porteño.
Todavía no tenía definido el equipo que presentaría apenas unos días más tarde en la primera ronda del Grupo Mundial, frente a Polonia en el Ergo Arena de Gdansk, donde sorprendió su no convocatoria de Juan Mónaco y el ingreso al equipo del rosarino Renzo Olivo. Claro que el tenis argentino estaba mucho más expectante con el programado regreso de Juan Martín Del Potro en Delray Beach.
Argentina se impuso 3-2 frente a los polacos, gracias a los triunfos de Guido Pella frente a Michal Przyshzny y de Leo Mayer ante Hubert Hurkacz; Charly Berlocq y Olivo perdieron el dobles, pero en otra actuación memorable, Mayer dio vuelta el marcador y aseguró la clasificación frente a Przyshzny para poner al equipo argentino en cuartos de final.
Entonces llegó Italia, también como visitantes, en Pesaro. El equipo, con Del Potro a media máquina y el regreso de Mónaco, volvió a mostrar su fortaleza colectiva. Esta vez el héroe fue Federico Delbonis, que le ganó el primer punto a Andreas Seppi y el cuarto a Fabio Fognini, tras la victoria en el dobles de Del Potro y Pella frente a Fognini y Paolo Lorenzi.
Aún así el camino hacía la Ensaladera de Plata seguía cuesta arriba para los argentinos. En semifinales tocaba Gran Bretaña, con Andy Murray como as de espadas. La clave del triunfo 3-2 fue el equipo y el triunfazo de Del Potro, que sorprendió al actual número uno del ranking derrotándolo 6-4, 5-7, 6-7 (5), 6-3 y 6-4; Pella sumó el segundo punto con su victoria frente a Kyle Edmund y, tras la derrota en el dobles de la dupla Del Potro-Mayer ante los hermanos Murray y la posterior caída de Pella frente al temible Andy, el Yacaré –que no iba a jugar el quinto punto pero saltó a la cancha porque Del Potro acusaba problemas físicos tras su maratónico partido con Murray y el esfuerzo del dobles– se jugó la vida ante Daniel Evans y dio vuelta el trámite para sellar el pasaje a la final con un 4-6, 6-3, 6-2 y 6-4.
El sueño de Orsanic comenzaba a tomar forma. Y más allá de que en la final aparecía el buen equipo croata, ganador de la Davis en 2005, el conjunto argentino tenía la ilusión a flor de piel y la idea rectora de que, aunque se presentaba difícil, otra vez como visitante y ante un conjunto con dos jugadores en excelente nivel como Marin Cilic e Ivo Karlovic, número 6 y 20 del mundo, respecticamente, la quinta final copera de su historia podía ser, por qué no, la vencida.
La ilusión se sostenía en el trabajo colectivo, en el sentido de pertenencia y de identificación con el equipo que logró Orsanic, quien convenció a todos, jugadores, entrenadores y el resto de sus colaboradores de que potenciados por el conjunto todos los jugadores podrían dar un poco más. Ese plus necesario para hacer posibles los sueños. En todas las llaves previas, Argentina había ido de punto, pero en la cancha había demostrado sus tremendas ganas de coronar el buen trabajo colectivo con el título, ese que jamás se había podido ganar en la historia.
Del Potro luchó duro contra Karlovic –tremendo con el saque, 35 aces– para emparejar la serie tras la lógica caída de Delbonis ante Cilic. Las cuentas con respecto al punto del doble se esfumaron rápidamente con la derrota de la dupla Del Potro-Mayer ante Cilic e Iván Dodig. Los planes se complicaron y, peor aún, en el arranque del partido por el cuarto punto entre Cilic y Del Potro el sueño argentino estuvo a muy poco de desmoronarse.
El top ten croata le sacó dos sets de ventaja al tandilense. Y ahí donde la suerte parecía estar echada, apareció Del Potro con su amor tremendo por el equipo argentino de Copa Davis y con un tenis potente y preciso que le permitió dar vuelta su partido frente a Cilic, al que terminó derrotando por 6-7 (4), 2-6, 7-5, 6-4 y 6-3. Fue una batalla memorable, durísima –”la victoria más importante de mi vida”, dijo Delpo–, que duró cinco horas. Con la serie 2-2, Delbonis debió asumir la posta en la lucha del punto crucial ante el potente sacador Karlovic.
No estaba solo el azuleño en el Arena Zagreb. Sus compañeros de equipo, el capitán y sus colaboradores le dieron la confianza que necesitaba para doblegar al gigante croata. El tenis de Delbonis fue épico. No sólo le impidió a la segunda raqueta croata desplegar sus armas, sino que lo buscó, lo hizo correr y terminó borrándolo de la cancha. El quinto punto fue victoria argentina por 6-3, 6-4, 6-2. En esa jornada magnífica, el equipo argentino consiguió la ansiada Ensaladera de Plata y logró, en el año más difícil, y contra rivales que a priori se presentaban superiores, dejar a atrás el manto de frustración por las finales perdidas en 1981, 2006, 2008 y 2011. Fue posible en 2016 porque esta vez hubo equipo, y un capitán que supo sacar lo mejor de cada uno. Esa fue la diferencia.