“Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular, fingir tener lo que no se tiene”. Al simular se finge y al disimular, se oculta y de ambas maneras se engaña a la opinión pública.
Antes del triunfo electoral del 22 de noviembre de 2015, la alianza política hoy en el gobierno centró sus críticas al anterior en cuatro ejes: a) pobreza, b) falta de “integración al mundo”; c) ineficiencia para bajar la inflación; y d) falta de creación de empleo privado con crecimiento del PIB. Si el cumplimiento de estos cuatro desafíos se traduce en éxito, entonces ¿es un fracaso rotundo no superarlos?
En estos dos años de gestión M, sus esfuerzos se concentraron en el marketing comunicacional para hacer creer que en algún momento futuro sus medidas traerían el éxito. Y entre las acciones de gobierno, sus resultados y su difusión, gracias a un periodismo que usó mecanismos de persuasión antes que de información, se logró encubrir el incumplimiento de aquellos objetivos.
Pobreza Cero era una de las metas que la gestión de Cambiemos lanzó como de más rápido logro. A menos de un año de asumida, reconoció que serían necesarios 20 años para cumplirla. La posverdad también se trasladó a los números, haciendo suponer un descenso que nunca ocurrió en dos años de gestión: tan previsible resultó la merma en el nivel de pobreza en 2017, como el aumento que debiera registrarse para este primer semestre de 2018, luego del recalentamiento inflacionario, paritarias a la baja, tarifazos y reforma previsional mediante. La posverdad también se (pre) ocupó de que la sociedad vea sólo fragmentos de una película cuyo final ya se conoce. La decisión política del Indec de no reconstruir la serie de pobreza (como sí lo hizo con el PIB) impide su comparación con respecto a la gestión anterior y así oculta su suba.
De aquella Argentina integrada al mundo en contra del supuesto aislamiento previo, se logró más bien todo lo contrario. Cambiemos prometió lluvia de inversiones y la inserción de nuestras exportaciones en el mundo por millones. Pero a 100 días de gobierno, las medidas adoptadas (quita de retenciones, salida del “cepo”, acuerdo con los holdouts, entre otros), dejaron sombríos resultados en este punto.
De diciembre de 2015 a noviembre de 2017, hubo anuncios de inversión por 102.575 millones de dólares. Se concretaron o están en ejecución sólo 43 por ciento y 3 de cada 4 dólares que ingresaron al país se dirigieron hacia inversiones especulativas.
No llegaron ni la lluvia ni los nuevos mercados. Al contrario: la tormenta de importaciones afectó nuestra producción y el empleo. El déficit comercial 2017 fue de 8471 millones de dólares. Fue un récord histórico. Las importaciones crecieron casi 20 por ciento y las exportaciones poco más del 1 por ciento. En síntesis: nos “integramos” al mundo con importaciones y deuda brutales.
El “segundo semestre” no llegó con los resultados esperados en 2016 tampoco en inflación. Entonces, la economía cayó 2,3 por ciento y los precios se dispararon 40,3 por ciento. La meta del 12-18 por ciento (BCRA) fue nuevamente incumplida en 2017: la inflación fue 24,8 por ciento, profundizando la caída del salario real (-7,3 por ciento) con el gobierno de Cambiemos. Para este año, la meta inflacionaria oficial duró apenas horas y debieron subirla un 50 por ciento: de 10 a 15 por ciento. Y así y todo en el primer bimestre los precios mayoristas subieron 9,6 por ciento y los minoristas 4,2 por ciento.
Ante este fracaso, el gobierno desplazó la atención a otro objetivo: el empleo. Prometió generar 2 millones de puestos de trabajo. Pero importaciones, baja salarial y tarifazos minaron la producción local, destruyendo fuentes laborales con salarios por encima de la media y crearon puestos de baja calidad. Tres de cada cuatro empleos generados en el cuarto trimestre de 2017 fueron informales o cuentapropistas.
En cada simulación hay dos grupos: los que la estimulan y se benefician de ella y el resto de la sociedad, de la cual una parte fue seducida por falsas promesas. Con lo expuesto queda claro que el gobierno M ha hecho un arte del simular y disimular en todo. La opinión pública dejó así de ser el pensamiento reflexivo de una población consciente para adoptar un pensamiento inculcado por medios de comunicación hegemónicos para su beneficio.
La única alternativa es construir lo real, comenzando a develar cada simulacro para que la realidad de los argentinos recupere de a poco su presencia. Una realidad corpórea, no invisible como el crecimiento.
* Economista. Docente de la Universidad Nacional de Avellaneda y de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).
** Economista. Docente de la UNAJ.