A la par de Donald Trump, la primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, salieron a justificar el ataque a Siria. “No podemos tolerar la banalización del uso de armas químicas”, argumentó el francés, mientras que la británica consideró que no había "alternativa practicable" al uso de la fuerza contra el régimen de Bashar Al-Assad.
Gran Bretaña y Francia acompañaron a Estados Unidos en el bombardeo contra posiciones sirias. Los mandatarios de ambos países siguieron el mismo libreto de Trump.
“El hecho de este ataque no debería sorprender a nadie. El régimen sirio tiene una historia de usar armas químicas contra su propia gente de la manera más cruel y aborrecible”, afirmó May y agregó: “Hemos tratado de utilizar todos los canales diplomáticos posibles, pero nuestros esfuerzos han sido frustrados repetidamente. Incluso esta semana, Rusia vetó una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que habría establecido una investigación independiente sobre el ataque de Duma.”
La primera ministra británica también habló de "un golpe limitado y preciso”. Según dijo “no se trata de intervenir en una guerra civil ni de conseguir un cambio de régimen”, sino de dar “una señal clara a aquel que cree que puede utilizar armas químicas impunemente”.
"Se ha traspasado la línea roja establecida por Francia en mayo de 2017", dijo por su parte Macron, en alusión al supuesto ataque con armas químicas en Siria al que consideró “un peligro inmediato para el pueblo sirio y para nuestra seguridad colectiva".
El presidente francés añadió en un comunicado que el ataque "está circunscrito a las capacidades del régimen sirio que permiten la producción y el empleo de armas químicas" y no descartó nuevas acciones. En ese sentido, señaló que junto a Estados Unidos y Gran Bretaña mantendrán su posición "con determinación en los próximos días y semanas".