Esta tarde se cumple justamente un año de otro hecho aberrante en un fútbol argentino que prohíbe el ingreso de los visitantes a las canchas pero no detiene los incidentes que se suceden en una misma tribuna. El 15 de abril de 2017, en el entretiempo del clásico Belgrano-Talleres, un puñado de hinchas del local linchaba y arrojaba de la tribuna a Emanuel Balbo (22 años) por el “supuesto delito” de ser de Talleres. Se había encontrado en las inmediaciones del Mario Alberto Kempes, primero, y luego en la tribuna, con Oscar “Sapito” Gómez (37), uno de los responsables de la muerte de otro hermano de Balbo, Agustín (14), ocurrido en una picada en la capital cordobesa en 2012. Gómez señalaba a Balbo y mentía con que era de Talleres; la gente le pegó y lo tiró desde la tribuna Willington. Cayó desde cuatro metros y se desvaneció. A pesar de eso, algunos seguían con los insultos y las patadas. Uno aprovechó y le robó las zapatillas: caer humanamente más bajo es imposible. Dos días después, Emanuel moría en el Hospital de Urgencias.
Quien observó aquello fue Facundo Luque, fotógrafo de La Voz del Interior. “Estábamos con colegas en el banco de suplentes esperando el reinicio del partido cuando vimos una escaramuza en la tribuna y empezamos a sacar fotos. Pensamos que se trataba de un punga, o algo así, que suele pasar. Pero nos llamó la atención que le seguían pegando. Porque eso por lo general dura un toque, pero a este chango le seguían pegando, le seguían pegando, y llega a la baranda y sacamos fotos porque se veía que algo iba a pasar. Hasta que vimos que lo tiran al tipo. Cuando vi que Emanuel se acerca a la baranda, que lo patean y empujan, dije ‘este guaso se cae y se mata’, porque es bastante alto. No entendíamos nada. Me quedé un rato más y volví al diario. Escuché en la radio que decían que no era un punga sino un hincha de Talleres que se había metido en la popular de Belgrano y lo habían descubierto y la gente le pegó. No podía creerlo”, recuerda Luque a Página 12, y agrega: “Fue desconcertante. Una cosa totalmente aberrante. No podía creer que le peguen tanto a una persona por ser de otro equipo. Después se supo lo de la cuestión barrial y lo del hermano y Sapito. Al día de hoy no me entra cómo la gente pudo hacer eso: pegarle y matarlo. Cualquiera sabía que si el tipo caía de ahí se iba a morir. La gente no razonó en ese momento. Una cosa aberrante”.
“Ojalá que nunca se olvide lo que pasó. Jamás pensé que me podrían matar a dos hijos. Lo que le hicieron a Emanuel no tiene nombre”, le dice a este diario desde Córdoba Alejandra Mercado, la mamá de la víctima. Raúl, el padre, incansable en la búsqueda de justicia, decidió alejarse del barrio: vivir cerca de la familia del responsable era un castigo. “Además, los recuerdos nos estaban matando. Ahora estamos más tranquilos”, cuenta.
Durante este año, la familia Balbo hizo marchas para reclamar justicia. Para este primer aniversario sólo se hará una misa. Al principio, estaban todos. El gobernador Juan Schiariti se reunió con la familia para brindar apoyo. Hubo fotos enviadas a los medios por la gobernación. Después, el olvido. Lo mismo con el presidente de la Nación: “Macri me llamó para darme sus condolencias y apoyo por el momento que vivíamos. Y me dijo que lo llamara si necesitaba algo. Lo llamé y nunca me atendió”, cuenta Raúl. También se arrimaron los candidatos en las elecciones presidenciales de Belgrano, que se realizarían unas semanas más tarde. “Después no hicieron nada”, completa Balbo.
“‘Algún día nos vamos a encontrar con él’, me decía Ema cuando hablaba de lo que Gómez le hizo a Agustín. Yo no quería que se encuentren. Igual se encontraron varias veces en distintos lugares. Pero jamás se me ocurrió que podía pasar eso en la cancha. Ni que la gente reaccionara así. Todo fue parte de una cadena que empezó con lo de Agustín”, lamenta Mercado. Y cuando pasó lo de Agustín, Alejandra estaba embarazada de Martina, quien el mes pasado cumplió 5 años. La familia Balbo tiene otros dos hijos: Franco (21) y Lautaro (11).
Sus padres recuerdan a Emanuel muy trabajador. De chico vendía papas y hasta macetas. También trabajó en una empresa de aires acondicionados, de mozo y en la mueblería de un tío. El único período en el que estuvo desempleado fue cuando lo internaron por un accidente con la moto. “Emanuel nunca se iba a morir de hambre. Siempre tenía trabajo”, es la referencia materna.
Emanuel era hincha de Belgrano desde pequeño. Sus padres nunca le dejaron tatuarse el escudo. Entonces llevaba al club en el alma. Le gustaba ir a bailar con sus primos. Y usar buenas zapatillas. Como esas que se compró el sábado al mediodía, antes del clásico. El viernes a la noche llamó a su mamá para decirle que le gustaban unas “carísimas”. Dos mil pesos. Le pidió plata prestada. “Eran bajitas. Las recuerdo porque siempre usaba de las altas. Me acuerdo de todo lo que hizo Ema ese día. ‘No las vayas a manchar con vino o cerveza que no sale’, le dije. Era muy impecable con la ropa”.
En la cárcel de Bouwer, en el kilómetro 797 de la ruta nacional 36, están detenidos Gómez (instigador de homicidio agravado en ocasión de espectáculo deportivo), Cristian David Molina, Matías Ezequiel Oliva, Pablo Javier Robledo, Yamil Salas y Martín Darío Vergara (coautores). Gómez además fue condenado en el invierno pasado sólo a cuatro años y 10 meses de prisión por el asesinato de Agustín Balbo y Enrique Díaz, quienes se trasladaban en la moto arrollada.
Oscar Pacheco, dicen los padres de Emanuel, es otro de los personajes de esta historia. En las horas posteriores al asesinato dijo ser amigo de la víctima. “Pacheco fue una fachada, un payaso para tapar todo. Un charlatán. No era amigo de mi hijo. En el video se ve que lo quiere agarrar pero no para salvarlo sino para lincharlo”, cuenta Raúl. Y agrega: “Hasta donde yo sé, nadie ayudó a mi hijo”.
Hugo Orlando Acevedo, acusado de haber robado las zapatillas a un Balbo agonizante, está en libertad. Trabaja con un sueldo en negro en los baños de la terminal de micros desde hace quince años. “Lo fui a buscar pero se fue. Lo tendrían que haber echado”, comenta Alejandra Mercado. Horas después de la muerte, Acevedo se entregó, pidió disculpas y el calzado apareció en un baldío. Había sido imputado bajo la figura de “hurto calamitoso”.
A un año del hecho, el juicio -con casi 60 testigos- no tiene fecha. “Pasó lo que pasa con todas las noticias: en el momento es un boom y después se olvida”, lamenta Alejandra. “Sólo espero que no demoren cuatro o cinco años”, agrega Raúl. Y coinciden: “Acá se puede esperar cualquier cosa de la Justicia”.
Testigo en la causa, Luque recuerda que aún se siente conmovido ante lo sucedido: “Ver eso me chocó bastante. Que la gente tire a una persona por ser de otro club me pudre la cabeza”.
Alejandra Mercado, después de una larga charla con este diario, casi empieza a quedarse sin palabras. “Sólo una persona que esté en los zapatos de alguien que perdió dos hijos puede entender lo que se siente”, se explica. Y cierra: “Para que un país salga adelante hay que empezar por la educación y el respeto. Si no, nunca seremos un país”.