1. El Poder. Lula es el líder con mayor adhesión de occidente y está preso luego de tres instancias judiciales. Que se llegue a esa estadío respecto de un líder de tal envergadura significa que quien lo enfrenta es una colosal estructura de poder. Poder financiero, medios concentrados, poder militar, sistema judicial. Un conglomerado de intereses antipopulares que, para lograr cooptar tantas instituciones, ha trabajado durante años y años, capilarmente, profesionalmente, con mucha planificación y mucho, pero mucho, financiamiento. No sólo en el terreno de la cooptación, sino también en el de la persuasión, de modo de limitar la capacidad de reacción popular.
2. La Violencia. Se trata de un golpe prolongado que, a como dé lugar, debe evitar el retorno del proyecto popular a Brasil, porque eso influiría sobremanera en el posicionamiento geopolítico de la región, en medio de una renovada disputa a nivel global. La militarización de Río de Janeiro, los disparos contra el colectivo de Lula en plena caravana, el asesinato de Marielle Franco y luego de un testigo clave del mismo, las amenazas de golpe de Estado por fuerzas armadas que han aceptado ejercicios conjuntos y habilitado bases de los EE.UU., no hacen más que alimentar la espiral de violencia, en línea con la política de Donald Trump de re-militarizar la región. Su guerra comercial con China necesita el respaldo de las armas. Y el hecho de que Brasil y Argentina sigan esa misma línea pone en riesgo uno de nuestras principales virtudes: ser una zona de paz al margen de la grave conflictividad mundial.
3. La Región. Ahora bien, a poco de observar la similitud de los procesos vividos por todos los líderes populares sudamericanos llegamos a la conclusión de que se trata de un mismo plan para toda la región. La desestabilización, los golpes blandos, el escarnio público, la persecución judicial y la proscripción, son eslabones de una misma cadena de hechos planificados que se reiteran en los casos de Nicolás Maduro, Fernando Lugo, Dilma Rousseff, Cristina, Lula y Rafael Correa.
4. El Sistema Judicial. El sistema judicial asumió funciones de gobierno. En la Argentina, declaró la inconstitucionalidad de leyes fundamentales, interpretó como inconstitucionales decisiones estratégicas de gobierno, y acaba de ocupar el lugar del partido de la oposición. En Brasil, desaira la esperanza de millones de brasileños y brasileñas de volver a ver a Lula Presidente. No es casual que sea justamente el poder contra-mayoritario, quien, en conjunto con la alianza de clase oligárquico-militar y el complejo mediático, asuma este rol, que en otros tiempos era cumplido por los tanques, las torturas y los vuelos de la muerte. El mismo proyecto de vaciamiento económico y humillación social, los mismos objetivos, la misma necesidad de denostar el rol de la política para que no resista, con métodos menos extremos en cuanto a la crueldad física, pero muy eficaces en cuanto a conseguir cierta adhesión de los propios sectores perjudicados. Cooptación de las instituciones financieras, mediáticas y judiciales y desactivación del pensamiento crítico y de la capacidad de reacción social, son los dos andariveles por donde transitó durante todos estos años la reedición hábilmente planificada del proyecto oligárquico. Incluso fue creciendo solapadamente mientras gestionaban los gobiernos populares.
5. La Movilización. En el caso de Brasil, los tres períodos y medio de gobierno del PT transitaron también por dos andariveles: inclusión y desmovilización. Mientras las políticas públicas incluían, las estructuras partidarias, la central de trabajadores, los movimientos sociales y evangélicos que llevaron a Lula y a Dilma a sendas presidencias, se desmovilizaban. Es posible que el desplazamiento de cuadros partidarios, sindicales y sociales a las instancias de gestión haya sido imprescindible. Pero está visto que esa estrategia se agota una vez concretado el retiro del Estado, y es allí donde se notan las consecuencias de la desmovilización. Una razón más para pensar en una profunda modificación del sistema institucional, y revisar el principio de periodicidad muy corta de los mandatos presidenciales, que debilita a la política –y en consecuencia a los Pueblos– frente a las estrategias permanentes de las grandes corporaciones.
6. La Argentina. Un último mensaje a ciertos dirigentes argentinos que se solidarizan con Lula pero no asumen la misma posición respecto de Cristina. Deberían saber que el anterior gobierno argentino no perdió las elecciones por falta de autocrítica o por errores que seguramente se cometieron, sino por la magnitud del aparato de poder que lo enfrentó. La detención de Lula nos clarifica en ese sentido. Si pese a eso, algunos de nuestros dirigentes siguen cargando contra ella, no es por distraídos, sino porque se han ubicado en un lugar de enunciación que le hace el juego al poder, y no en el campo popular.
* Ex parlamentario Mercosur, Unidad Ciudadana.