Desde Lima
La octava Cumbre de las Américas estuvo marcada por las ausencias. A las de los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Venezuela, Nicolás Maduro, quien fue vetado para participar en este encuentro, se sumó la del jefe de Estado de Cuba, Raúl Castro. Estas ausencias fueron lo más notorio de esta cumbre, que ayer llegó a su fin en Lima con un choque verbal entre los representantes de Estados Unidos y Cuba como el hecho más saltante. La situación en Venezuela, que no estaba en la agenda, ocupó buena parte de los discursos. Hubo un mayoritario alineamiento con las posturas de Washington, con las notorias excepciones de Cuba y Bolivia. Sobre el tema de la corrupción, el objetivo de la cita, se firmó un compromiso llamado “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, que fue aprobado por aclamación. Se trata de un documento de 57 puntos que es un conjunto de generalidades. Mucha retórica y poca sustancia.
En este compromiso se dicen cosas tan gaseosas como “desa- rrollar una cultura de transparencia” o “fortalecer” las instituciones democráticas para la prevención y combate de la corrupción y “la autonomía e independencia judicial”, pero sin señalar medidas concretas. Se afirma la “necesidad de adoptar medidas específicas”, pero no se adopta ninguna.
Hacia el final de la plenaria, que duró más de cinco horas, hubo un cruce verbal entre el vicepresidente de Estados Unido, Mike Pence, y el canciller cubano, Bruno Rodríguez. Pence, que fue el último en hablar, calificó a Cuba como “una tiranía”, acusó “a los dictadores de Cuba” de “exportar sus fallidas ideologías” y anunció que su gobierno seguirá apoyando a los grupos anticastristas.
Rodríguez, que había hablado antes, pidió la palabra para responder. “El vicepresidente de Estados Unidos ignora la realidad, oculta la verdad. Rechazo las referencias insultantes hacia Cuba”, replicó. Recordó el largo historial de Estados Unidos en apoyo a dictaduras en la región y acusó al gobierno de Trump de tener “un vacío moral”. Anteriormente, en su primera intervención, había asegurado que “Cuba no aceptará amenazas ni chantajes del gobierno de Estados Unidos, no desea la confrontación, pero no negociará nada de sus asuntos internos, ni cederá un milímetro de sus principios”.
Pence comenzó su intervención defendiendo el ataque militar de su país, junto al Reino Unido y Francia, contra Siria, el que calificó como exitoso, y agradeció el apoyo dado por la mayoría de los gobiernos presentes, entre ellos el de Argentina. Las visibles excepciones a ese respaldo fueron Cuba y Bolivia. “Enviamos un mensaje claro al régimen sirio. También enviamos un mensaje a Rusia y a Irán”, señaló el vicepresidente de Trump.
Aunque el tema no estaba en la agenda, hubo una condena mayoritaria, siguiendo la línea de Estados Unidos, al gobierno de Maduro, sin posibilidad de respuesta porque éste estaba ausente y no había ningún representante venezolano. Cuba y Bolivia, otra vez a contracorriente de la mayoría, asumieron la defensa del ausente régimen venezolano y condenaron las sanciones contra Venezuela y lo que calificaron como ataques encabezados por Estados Unidos contra ese país.
“Lamento que nuestro hermano Nicolás Maduro no esté aquí sentado junto a nosotros producto de las presiones de Estados Unidos”, denunció Evo Morales, que fue el segundo en hablar, después de Mauricio Macri, que abrió el rol de oradores (ver nota aparte). Evo también fue enfático en su respaldo a Lula y en exigir su libertad. Apoyo al que se sumó el canciller cubano. Ambos denunciaron el uso de una falsa lucha contra la corrupción y de los aparatos de justicia como mecanismos para perseguir a líderes progresistas. El canciller cubano calificó a Lula como “un prisionero político”.
El presidente boliviano demandó que para una lucha efectiva contra la corrupción se debía actuar contra los paraísos fiscales, algo ausente en el compromiso aprobado y que los otros mandatarios, incluido Macri, que del tema conoce bastante, obviaron mencionar.
Al tiempo que se cerraba la Cumbre de las Américas, también lo hacía la alternativa Cumbre de los Pueblos. En el cierre de esta otra cumbre se emitió un pronunciamiento elaborado por sindicatos, organizaciones sociales e indígenas y partidos de izquierda de la región, en el que se denuncia “la contraofensiva” de la derecha regional para “borrar los avances democráticos y de inclusión social y política que han promovido los gobiernos progresistas en esta última década y media”, y se propone “avanzar en la articulación social para enfrentar al modelo neoliberal en el continente”.
En el documento se manifiesta una “inquebrantable solidaridad” con Lula. También hubo respaldos para Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y Cuba. Y condenas a Estados Unidos, cuyo gobierno es calificado en el texto como “racista y xenófobo”, y al gobierno de Macri (ver nota aparte). Se anunció un próximo encuentro a fin de año en Buenos Aires, para una cumbre paralela a la reunión del G-20.