(ATENCIÓN: esta columna está llena de SPOILERS sobre el final de The Walking Dead)
Diálogos explicativos y armas que explotan inesperadamente. Morgan despidiéndose rumbo a Fear The Walking Dead y Dwight salvándose a último momento de la sentencia que parecía inevitable. La semilla de un conflicto en el corazón mismo del grupo protagonista, Negan derrotado y Rick otra vez encaprichado con sus particulares visiones de cada asunto. Un final de la “guerra total” no tan sustancioso. Ninguna baja apreciable en el grueso del elenco. Ninguna explicación, tampoco, sobre el helicóptero del episodio 14. Con “Wrath” se terminó la octava temporada de The Walking Dead, pero hubo poco de la ira prometida en el título.
A diferencia de otros “season finale”, esta vez no hubo enigma pendiente, nada que tenga en ascuas al público hasta el regreso en octubre. Quizá tenga que ver con el fin del mandato de Scott Gimple como showrunner, quien será reemplazado por Angela Kang, veterana guionista de la serie. La cuestión es que el último capítulo se fue más en preparativos y epílogos que en la batalla propiamente dicha, que de todos modos fue un nuevo recordatorio de quién sabe llevar mejor los pantalones de líder. Cuando Rick se encaminaba a una nueva catástrofe en su ajedrez con Negan, tuvieron que intervenir factores externos –la inesperada traición del nerdo Eugene con su munición adulterada, la aparición de las mujeres de Oceanside— para salvar las papas. Y cuando tenía todo servido para terminar de una vez con el asunto, después de prometer reciamente, una y otra vez, que lo mataría en cuanto tuviera la oportunidad, el sheriff decidió perdonarle la vida al hombre del bate para “tenerlo preso hasta que se pudra”.
Ay, Rick. Más allá de la motivación de las cartas de Carl pidiendo pensar “en lo que viene después”, el barbado líder de Alexandria se las arregló para meter pura incongruencia en su accionar: la semana pasada no tuvo empacho en asesinar junto a Morgan a quienes había prometido perdonar, ahora se le da por la paz con el tipo que reventó a golpes a Glenn y Abraham y luego lo humilló sistemáticamente. Su último acto de la temporada generó de paso una grieta con Maggie, Jesus y nada menos que Daryl, que tuvieron una cumbre secreta que augura un separatismo insalvable. Y eso sin considerar siquiera una nueva demostración de otra escasez de cualidades: ¿cómo llegó a sheriff un tipo que no es capaz de acertarle a su odiado enemigo, con semejante cañón en la mano y a cinco metros de distancia? Otra vez, fue imposible no sentir una corriente de empatía con Negan, quien, canchero aun con una mano herida y su banda en plena rendición, lanzó “Estás herido, soy más grande, soy mejor... ¡y tengo un bate!”.
Y ya que estamos: ¿Dónde quedó Lucille, a esta altura un icono comparable al sable de luz de Luke o la misma katana de Michonne?
La “All Out War” prometida al inicio de temporada, entonces, terminó entre sones de guitarra acústica, flashbacks de Rick y Carl niño en la campiña, el padre Gabriel recuperando la vista, los ganadores ayudando a los Salvadores a reconstruir su refugio, una cartita de amor para Dwight, Maggie admitiendo finalmente a Alden en Hilltop, Jadis en camisa leñadora revelando que en realidad se llama Anne, el regreso de Carol y Ezekiel al Kingdom y un perfume de “comieron perdices” poco coherente con el espíritu de la serie. Los walkers fueron casi un adorno.
Volvé Shane, te perdonamos.
*The Walking Dead. El lunes 16 a las 22 se emite el último capítulo en Fox, disponible en FoxPlay.