Alfonso Prat Gay fue eyectado del gabinete cumpliendo una gestión de apenas doce meses y dos semanas al frente de un ministerio históricamente clave de un gobierno. No lo fue bajo su conducción. El saldo de su paso por el Palacio de Hacienda será recordado solamente por haber liderado un ciclo vertiginoso de emisión de deuda, en pesos y en dólares, en el mercado local e internacional. Nada más. Sus frases ofensivas hacia trabajadores, pronósticos fallidos y distorsión de cifras para mostrar lo que no sucedía en la economía serán el decorado visible de su gestión. Lo importante de su breve tránsito por el ministerio será que abrió las puertas a un extraordinario endeudamiento que condicionará la autonomía de la política económica de los próximos años. Esa puerta la abrió luego de capitular ante los fondos buitre en el tribunal de Thomas Griesa.
La evolución de todas las variables macroeconómicas importantes ha tenido resultados negativos durante su deslucida administración. Inflación en alza para ubicar la tasa anual en niveles similares a los de 2002, descalabro fiscal aumentando sustancialmente el déficit de las cuentas públicas, incremento del desempleo acercándolo a los dos dígitos, fuerte deterioro de la producción industrial, caída del consumo y de las ventas en los comercios, mayor vulnerabilidad social con alza de la pobreza. No fue por esas derivaciones de la política económica que quedó fuera del gobierno.
El rumbo económico con esas consecuencias ha sido definido por Mauricio Macri y es compartido por todos los miembros del gabinete, incluido Prat Gay. No existe un cuestionamiento interno en el gobierno acerca del actual sendero económico y sus efectos. El núcleo de la alianza macrismo-radicalismo está convencido de que es el correcto y que pronto entregará sus frutos, apostando a que aparezcan los demorados brotes verdes en los meses previos a las elecciones de octubre próximo.
El desplazamiento de Prat Gay no fue por sus muy malos resultados macroeconómicos; tiene su origen en la forma en que Macri decidió administrar el poder y en esa estructura radial quien ha sido desplazado ocupaba un papel secundario. En las últimas semanas había quedado relegado de las principales medidas que involucraban su área de responsabilidad. Otros ministros tomaban decisiones que correspondían a su competencia. Estaba ausente de definiciones claves. Desdoblando el ministerio en Hacienda (Nicolás Dujovne) y en Finanzas (Luis Caputo) profundiza la licuación del área económica. Si hasta ahora había un ministro de economía débil, a partir de esa decisión de Macri directamente desaparece un espacio esencial para coordinar las expectativas de los agentes económicos. Ni superministro ni un ministro en una relación de igualdad con sus colegas del gabinete. Deja de haber directamente un ministro de economía. Es una experiencia extraña en la que se ha embarcado la alianza macrismo-radicalismo.
La salida de Prat Gay fue la forma de resolver su deserción de la gestión diaria. Esta primera crisis de gobierno es un reflejo de que no estaría muy aceitado el mejor equipo de los últimos 50 años. Tuvo una baja y nada menos que la del ministro que tiene que ocuparse de la economía.