Anabella tiene 27 años, tres hijos y vive con miedo. No solo porque su ex pareja ejerce violencia contra ella, sino porque porta un arma, ya que es policía de la provincia. El último ataque dejó a la joven internada cuando el agresor la obligó a consumir pastillas, mientras le apuntaba a la cabeza a su hijo de seis años. Cuando Rosario12 la entrevistó, la semana pasada, todavía le costaba ingerir alimentos. El acusado sigue libre, y el fin de semana "entró a robar" en la casa de ella, donde sus tíos estaban al cuidado.
Anabella y Diego Q., de 25 años, se conocieron en 2011. "Nos casamos en 2013 y al año nos separamos porque empezó con la violencia: veníamos de un cumpleaños de 15 y me pegó. Me quise ir, pero él me encerró. Después me echó una noche con el bebé y me tuvieron que ayudar unos chicos de la cuadra donde vive mi mamá, en San Francisquito. Yo le hice varias denuncias (entre seis y diez, no recuerda bien), pero me buscó para volver y nació el otro nene, que ahora tiene 3. Al tiempo, volvieron los golpes y la violencia".
En abril de 2015, Q. entró en la Policía Comunitaria. "Me buscó para que yo le retire las denuncias porque le saltaron en la búsqueda de antecedentes y se me hizo el buenito para que las levante cuando se recibió. Fui al Ministerio Público de la Acusación (Fiscalía) y una chica me preguntó si yo no estaba amenazada y le tuve que decir que no, pero la familia de él me amenazaba. Así pudo entrar a la policía", recordó la víctima.
Al tiempo el acusado se puso en pareja con una adolescente, pero luego conoció a otra mujer. Aparecía los fines de semana, alcoholizado, para ver a los chicos. "Lo eché y siendo policía entró a mi casa con un amigo que quería esconder una escopeta y como yo no quise, me gatilló tres veces en la cabeza y la bala no salió". Sus padres llamaron a la policía y éstos le dieron que se fuera. "No se lo llevaron detenido, pero yo hice la denuncia. Muchas veces me amenazó con que me iba a tirar al río", recuerda.
Los hechos de violencia se repetían, pero por esos días les salió la vivienda de la provincia y se fueron a vivir juntos. Al tiempo nació la nena, pero él desapareció: "Dijo que se iba a cortar el pelo y no volvió". En ese tiempo llegó a encerrarla en la comisaría 7º, y violó la prohibición de acercamiento. "Estaba con los chicos, me ficharon y todo por supuestas agresiones a él", señaló.
Hace dos domingos, el acusado con su pareja entraron a la casa de la víctima cuando ella esperaba un remis para ir a lo de sus padres. "Pusieron una bolsa de pastillas y él me dijo `te las tomás o las balas se las toma él', y le apuntó al nene, que lloraba".
Cuando el auto llegó, el acusado ya no estaba. Ella cargó como pudo a los niños y a la bebé en el vehículo, y en el camino le contó al remisero lo que pasó. El hombre iba controlándola: "No te duermas, ya llegamos", le decía. Cuando bajó del auto, apenas puso un pie en la casa de sus padres atinó a decir "má, me siento mal" y cayó al suelo. Desde entonces solo recuerda imágenes de cuando policías la llevaron al hospital Carrasco, donde no podían recibirla; y luego al Hospital de Emergencias donde estuvo internada 24 horas para un lavaje de estómago.
La joven es acompañada por la ONG Ampliando Derechos. Si bien tiene rondas policiales, Nora Giacometto -referente de la organización-, apuntó al ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, como responsable de la fuerza y de lo que ocurre con su personal: "Están al tanto de todo, pero él sigue con un arma", se quejó.