Mientras la Academia Nacional de Medicina reafirmó su postura en contra de la despenalización y legalización del aborto, en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo), en Neuquén, egresados de la última colación, varones y mujeres, recibieron sus diplomas con pañuelos verdes. El contraste vuelve a poner en primer plano, de un lado, las voces de quienes promueven el aborto clandestino, su negocio, y las consecuencias que tiene sobre la vida y la salud de las mujeres, y del otro, quienes buscan cambiar esa histórica escena, que afecta los derechos humanos de las mujeres.
El texto con el pronunciamiento de la ANM en contra del aborto lo difundió el lunes la Agencia Informativa Católica Argentina. En realidad, se trata de una solicitada publicada en 2010 que, sin cambios, volvieron a difundir en marzo de este año, y ahora, nuevamente a través de AICA. Es decir, no hubo un posicionamiento reciente de la Academia o una actualización de esa declaración. En ocho años no corrieron ni una coma, no consideraron nuevos aportes. No hay ni citas bibliográficas, para sostener sus afirmaciones. Conclusión: es un texto muy débil desde el punto de vista científico.
La entidad afirma que “el niño por nacer, científica y biológicamente es un ser humano cuya existencia comienza al momento de la concepción” y sostiene que “destruir un embrión humano significa impedir el nacimiento de un ser humano”. Y considera que “el pensamiento médico a partir de la ética hipocrática ha defendido la vida humana como condición inalienable desde la concepción” e hizo un llamado a los médicos a “mantener la fidelidad a la que un día se comprometieron bajo juramento” (ver aparte).
En una columna que acompaña esta página, Raúl Mercer, coordinador del Programa de Ciencias Sociales y Salud de Flacso, médico pediatra y especialista en Salud Pública de la Academia Nacional de Medicina, responde cada una de las afirmaciones de la solicitada (ver aparte).
¿Cuál es la legitimidad para hablar sobre el aborto de la ANM, una institución con nombre tan rimbombante? A casi doscientos años de su fundación, nunca tuvo una presidenta mujer y su actual titular, Manuel L. Martí, se define como religioso católico, y entre otros cargos, fue miembro del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica Argentina. La única integrante femenina de la actual comisión directiva ocupa el rol de “prosecretaria”, el más bajo en términos jerárquicos. Lo mismo se observa en las comisiones y las secciones, en donde las mujeres sólo representan una minoría. La pregunta que surge es obvia: ¿Es la ANM una institución idónea para tratar temas de salud de la mujer?
La ANM tiene 35 académicos –miembros titulares– que son vitalicios: cada uno representa a una especialidad. En obstetricia y ginecología, la especialidad médica que tiene que ver con el aborto, el académico se llama Edgardo Young y se dedica a la fertilización asistida en una clínica privada. Tiene sólo tres publicaciones en Pubmed –un motor de búsqueda de libre acceso a la base de datos Medline de citaciones y resúmenes de artículos de investigación biomédica, ofrecido por la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos– y ninguna de primer autor: este detalle también no deja claro el criterio de selección de los académicos.
Es oportuno recordar la lamentable postura que asumió la ANM durante el debate que propició junto con la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, en junio del año pasado, en torno a la creación de la primera cátedra del país sobre “El aborto como problema de salud” en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario. Tal como informó PáginaI12, los disertantes de ambas entidades actuaron como un Tribunal de la Inquisición, exponentes del pensamiento católico antiderechos más conservador, al rechazar la apertura de la nueva materia con interpretaciones falaces de la legislación, al punto de negar la vigencia del artículo 86 del Código Penal, que contempla los abortos no punibles y cuestionar la legalidad de los protocolos dictados en distintas provincias para garantizar su acceso. Y hasta le negaron la palabra al decano de la Facultad de Medicina, de Rosario, Ricardo Nidd, que había sido invitado formalmente al encuentro y solo lo dejaron expresarse, como una persona más del público. Y no desde el atril, donde había hablado cada disertante, entre ellos, Alberto Rodríguez Varela, abogado del genocida Jorge Rafael Videla en la causa de robo de bebés. Los mismos sectores que se oponen a la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria de embarazo en las primeras 14 semanas de gestación y llegan a afirmar que el aborto es “desaparición forzada de personas” –como se escuchó la semana pasada, en la primera plenaria en Diputados–, defienden el robo de bebés durante la última dictadura militar.
La inscripción a la nueva cátedra de la Facultad rosarina desbordó las expectativas: lo mismo está pasando en otras universidades que siguen los mismos pasos. Por ejemplo, en la Cátedra Libre de Aborto en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) en las dos primeras semanas de convocatoria se inscribieron más de cuatrocientas personas y se colmó el cupo. Es evidente que el pensamiento de la ANM no los representa. Como tampoco a quienes integran la Red de Profesionales de la Salud por el derecho a decidir, que cuenta con alrededor de 700 miembros, y sigue creciendo. Hay nuevos aires, sin dudas. Como quedó en evidencia en la graduación en Neuquén, donde flamantes médicos y médicas, el jueves pasado en el Aula Magna de la UNCo, recibieron su diploma enarbolando el pañuelo verde (ver aparte).