“Yo no quiero que me dejes olvidar el amor que hubo entre nosotras y lo bien que la pasamos” son algunos de los versos que la poetisa Safo de Lesbos le recitaba a sus discípulas en el siglo VI a.C. Gran parte del ardor de esas palabras supo transmitir la artista vienesa Mariette Lydis (1887-1970) al ilustrar algunas de las ediciones más célebres que reúnen aquellos poemas. Desde la Antigüedad, las imágenes eróticas entre mujeres se basaron en la literatura clásica, mitológica y bíblica, lo que era un modo de otorgarles legitimidad cultural. Pinturas, dibujos y grabados sobre escenas de amor y sexo entre mujeres adornaban salones masculinos, dormitorios o incluso gabinetes de reyes para la contemplación en solitario, y siempre tamizada por la mirada voyeur masculina. Una tradición de la que Lydis supo despegarse.
A principios del siglo XX muchas artistas del mundo, especialmente las solteras, colmaron París para realizarse profesionalmente. Se organizaron en grupos o sindicatos: en 1931 se fundó la FAM (Societé des Femmes Artistes Modernes), una agrupación fundamental para aquellas que no contaban con la compañía de un hombre influyente. Hay que decir que prevalecía una imagen más bien conservadora en cuanto al tratamiento y la temática de las obras -posteriormente juzgada con crudeza por la crítica-, pero sin embargo aceptaba estilos de vida fuera del canon burgués heterosexual y promovía estéticas modernas, representaciones de identidades y sexualidades diversas, algunas de las cuales se pueden rastrear en los trabajos de Lydis.
Lydis, artista abiertamente bisexual, era conocida por sus explícitas representaciones de la sexualidad femenina en las ilustraciones de los poemas de Safo, el libro Diálogo de cortesanas de Lucienne Samosata y en Las flores del mal de Charles Baudelaire. Su versión personalísima del erotismo fue contra la corriente de cualquier noción de “arte femenino” (sinónimo de “decorativo”). Llegó a la Argentina en 1940, huyendo de la Segunda Guerra. Estaba casada en segundas nupcias con el Conde Govone, quien se quedó en Italia. Tuvo éxito en el círculo intelectual de la Buenos Aires de los 50 y 60, pero no con sus ilustraciones eróticas de mujeres, sino con sus retratos idealizados de jovencitas, muy solicitados por la clase alta porteña. Era reconocida por la prensa, su título de condesa, distinción y talento atraían la atención. Su círculo de amistades estaba interesado principalmente en las vanguardias, pero Lydis –de cuyo fallecimiento se cumplen este mes 48 años– no pertenecía a ningún movimiento artístico, rasgo que la enorgullecía.
Mariette Lydis, como la mayoría de las artistas mujeres de la FAM, cuyas obras se encuentran “dormidas” en los museos más importantes del mundo, fue menospreciada. La estructura del olvido que se fue desarrollando en la historia del arte occidental solo rescató a algunas artistas modernistas e invisibilizó al resto tachándolas de conservadoras, cuando para muchas fue la única alternativa para abrirse paso en ese ambiente por sí mismas.
Lydis fue capaz de reinventarse en otro continente, en el que la imagen de sus lesbianas no tuvieron lugar. Sus obras se encuentran en el British Museum, Galleria degli Uffizi, Jeu de Paume, entre otros, y de a poco sus trabajos comienzan a ser revalorizados en Argentina, donde transcurre la mayor parte de su biografía. Fue ilustradora, pintora, dibujante, grabadora, condesa y bisexual, y atravesó todas esas identidades con libertad.