Fue en Recoleta, en un consultorio paralelo que el jefe de obstetricia de “un importantísimo hospital público” tenía, aparte del conocido y legal. Allí, contó la actriz Muriel Santa Ana, fue en 1992, en compañía de su mamá y su hermana. “No deseaba ser madre forzadamente”, señaló, y agregó: “las mujeres no somos un frasco para que otros miren cómo germinan en nosotras la continuidad de un sistema de crimen y exclusión”. “Acá se trata de aborto clandestino o legal. El aborto existe, existió y existirá, legislen ustedes lo que legislen. Si este proyecto fuera rechazado, llevarán de por vida sobre sus espaldas a las muertas que produzca el aborto clandestino”, añadió. Corría la tarde, y 22 expositores que apoyan la legalización brindaban datos científicos, filosóficos, jurídicos, teológicos, políticos y también, como Santa Ana y María Eugenia Estenssoro, personales.
La tarde en el Anexo de Diputados tuvo, también, tensión, luego de que la diputada Cornelia Schmidt-Liermann protestara cuando Raquel Vivanco, de Mumala, sacó de un bolsillo una bombacha y la exhibió durante el resto de su intervención. “Acá se dijo la semana pasada que las mujeres que abortamos somos todas trolas, borrachas y que pensamos con la bombacha y no con la cabeza. Así como escucharon, tenemos que tolerar semejantes barbaridades”, recordó Vivanco, en referencia a la intervención que, el jueves 12, hizo una mujer presentada como “Lorena Fernández, de la Villa 31”. Por algún motivo, aunque Vivanco no la mencionó –algo que el reglamento impide y que la semana pasada provocó un cortocircuito entre el periodista Luis Novaresio y la diputada Carmen Polledo–, Schmidt-Liermann reclamó a Lipovetzky que interrumpiera la exposición. Lipovetzky no lo hizo. Vivanco continuó y estimó en alrededor de diez mil millones de pesos lo que “mueve cada año el negocio clandestino del aborto”; ese negocio, agregó, “defienden quienes se oponen a la legalización del aborto”.
La abogada Analía Más, de la Campaña por el Derecho al aborto, la Federación argentina LGBT y la Coalición Argentina por un Estado laico, advirtió que los opositores a la legalización “confunden moral y derecho, y pretenden que aquellos comportamientos que la Iglesia considera inmorales o pecaminosos sean tratados como delitos por parte del Estado”. Por eso, explicó, “nos preocupa mucho que, al mismo tiempo que se abrió este debate, comenzara a debatirse el proyecto del Poder Ejecutivo Nacional sobre ‘Libertad Religiosa’. Tal como dijo aquí Claudia Piñeiro: nos roban las palabras, porque ese proyecto poco tiene que ver con la libertad (...) y pone en riesgo la ley que estamos tratando, así como la subsistencia de Argentina como un Estado Laico”. En ese sentido, advirtió acerca del artículo que establece “la objeción de conciencia tanto individual como institucional en base a convicciones religiosas y morales”.
La periodista Julia Mengolini llamó la atención sobre mentiras y manipulaciones que están llevando adelante quienes se oponen a la legalización, que “eligen desconocer la realidad, la cifras, las historias de mujeres reales con nombre y apellido”. “Acá se dijo que son unas trastornadas las que quieren abortar” y “se llegó a hablar del peligro de despoblar el país”, recordó. Por su parte, la pastora pentecostal Gabriela Soledad Guerreros señaló que “Jesús promovía la libertad de conciencia” y la teóloga María de los Ángeles Roberto dijo que “a Jesús es muy posible imaginarlo en las calles cada martes y jueves con pañuelo verde al cuello”.
De remera verde radiante, el filósofo Darío Sztajnszrajber reclamó: “no debatamos metafísica para dirimir cuestiones públicas”. “Para construir el orden social y convivir con las diferencias del otro, hagamos política. Saqueos a la verdad de la opinión pública. En nombre de la verdad se han cometido los exterminios más grandes de la historia”, reclamó y señaló que “nuestra sociedad tiene que hacerse cargo de la emancipación del cuerpo de las mujeres. Una mujer que no decide sobre su propio cuerpo es una ciudadana de segunda”.