A Ronda Rousey le gusta citar la saga de El Señor de los Anillos y es acérrima fan de Pókemon; lo cual no quita que sea una de las puteadoras más trasheras de la lucha norteamericana. Competitiva al mango, solo dos derrotas -contra Holly Holm y Amanda Nunes- la alejaron ¿definitivamente? de las artes marciales mixtas, donde era reina indiscutida. Por aquellos días, Donald Trump hizo gala de su incontinencia tuitera para decir que merecía perder: no tan curiosamente, pocos meses antes, el entonces candidato se había declarado absoluto fan de la atleta, pero viró su cariño a odio cuando la muchacha salió a denostar las políticas migratorias del empresario millonario, a bancar abiertamente al socialista Bernie Sanders. En 2016, Ronda Rousey fue la tercera deportista mejor paga, apenas superada por Serena Williams y Maria Sharapova. Tan adorada en los Estados Unidos que Beyoncé la citaba en sus conciertos, y ni Tina Fey se perdió la chance de cantarle loas, escribiendo para revista Time: “Imagina que pudiéramos enseñar a nuestras hijas a valorar sus cuerpos por lo que pueden llegar a hacer, no por lo que otros opinan de ellos. ¿Podría ser Ronda la que nos haga entender que como mujeres, nosotras definimos la palabra ‘femenino’, pero ‘femenino’ no nos define a nosotras? ¿Y si no escuchamos, podría dislocarnos los brazos a la altura del codo?”.
Pues, tras un tiempo retirada, ha vuelto Rouseya las andanzas en una nueva disciplina: el wrestling norteamericano. Y medios a diestra y siniestra nada han tardado en entronarla al son de “Por primera vez en la historia, la mayor estrella de lucha libre es una mujer”. Apenas una pelea le ha alcanzado a la treintañera para recibir la chapa, habiendo debutado recientemente en el WWE, la empresa más importante del wrestling estadounidense, con récord de taquilla. Por supuesto, Rowdy, tal es su apodo de adopción, venció a la malísima Stephanie McMahon en una jornada que dejó patidifusos a especialistas y aficionados, sorprendidos por la “ferocidad incomparable” de la dama en cuestión. “Aunque su salto de la exigente UFC (competición de artes marciales mixtas) al ‘interpretativo’ mundo de la lucha libre ha sido considerado como el final de su carrera deportiva, lo cierto es que probablemente signifique su confirmación definitiva como estrella global. Ahí está el ejemplo de Dwayne “The Rock” Johnson, el actor más carismático y mejor pagado de Hollywood en los últimos años”, afirma el sitio SModa sobre el debut de la chica ruda, que ha llegado a la WWE para cambiarle la imagen a la controvertida competición, de historia largamente sexista…
Durante décadas, la WWE reservó el lugar de florero o trofeo para sus luchadoras, guionando historias donde poco importaba su talento para repartir zurras, más su look de conejita o su presunto romance con tal o cual musculoso varón. De hecho, recién hace 2 años cambiaron el título “Diva” por el de “Campeona”, y desde entonces han comenzado a dar más espacio para las peleas femeninas por la propia presión del público, recontra podrido de ver un culebrón machista y denigrante en cada ocasión. La boca karateka de RR, tan contundente como sus puños de acero, contribuyen a esta nueva dirección.
“Que haya desarrollado mi cuerpo con otro propósito que acostarme con millonarios no significa que tenga un cuerpo masculino. Pienso que es jodidamente femenino, porque no hay un solo músculo en él que no tenga un propósito”, ha expresado quien popularizó la frase I’mnot a do-nothing bitch, lema que ha plantado en remeras con las que ha recaudado fondos para campañas body positive. También ha hablado abiertamente contra la violencia de género, negándose a pelear en la UFC contra varones (“No creo que sea una buena idea que un hombre le pegue a una mujer en televisión”); o denunciando en entrevistas la historia de abusos del campeón de boxeo Floyd Mayweather con sus parejas…
Con todo, esta oriunda de California de 31 años no es ajena a los embistes. “Nací con el cordón umbilical alrededor del cuello, lo cual me causó hipoxia. Casi muero asfixiada”, contó en cierta ocasión quien padeció problemas de habla hasta los 6 años, cuando pudo empezar a formular oraciones enteras. Para colmo, cuando tenía 8, su papá se suicidó tras sufrir un accidente que lo dejó parapléjico… Hija de Ann Maria De Mars, una yudoka condecorada, se refugió de niña en la tradición materna y se entrenó en el deporte de origen japonés, lo cual le valió una musculatura considerable ya en la tierna adolescencia, y desafortunados motes de compañeros de escuela que le gritaban “¡Miss Man, Miss Man! “En 2008, tras superar problemas de bulimia, se convirtió en la primera mujer estadounidense en llevarse una medalla olímpica en yudo, la de bronce, durante las Olimpíadas de Pekín. Pero decidió pastar en campos más rudos: los de las artes marciales mixtas, ese dificilísimo sistema de combate que mezcla boxeo, lucha libre y artes marciales tradicionales, y del que se convirtió en campeona y referente absoluta, amén de una llave de agarre imbatible y combate tras combate ganado, a veces en menos de 15 segundos.
El trono no llegó de la noche a la mañana: antes de su estrepitoso ascenso, dormía RR en su coche, y debía entrenar por las noches y laburar en dos empleos durante el día… Pero tal era su talento para reducir contrincantes en escasos minutos que pronto devino la primera damisela en ser fichada por el UltimateFightingChampionship (UFC), que poquito tiempo antes de contratarla sostenía que las muchachas nada tenían que hacer en la liga. Les bastó con ver a la demoledora Rouseyen el octágono para que el prejuicio sexista se fuera por la letrina… Desde entonces, derrotero por medios y revistas, incursión en el modelaje y el cine (trabajó en Fast&Furious 7; fue la única chica en formar parte del boy club de The Expendables 3),retiro voluntario y sonado retorno en la lucha libre. Veremos cómo sigue el culebrón...