Desde La Habana

Miguel Díaz Canel es el hombre elegido para ocupar el lugar donde antes había un solo apellido: Castro. Cuando Cuba rechazó la invasión de Playa Girón hace hoy 57 años, él apenas era un bebé que tomaba el biberón. Si Fidel condujo la Revolución en el caimán barbudo durante décadas; en Villa Clara, la provincia donde nació el nuevo presidente, el Che Guevara inmovilizó el célebre tren blindado repleto de soldados que aceleró la caída de Fulgencio Batista. El ingeniero electrónico graduado en 1982 que acaba de proponer la Asamblea del Poder Popular como jefe de Estado es un político de sólida y ascendente trayectoria. Mañana cumplirá 58 años, ya ungido de manera formal como principal mandatario de la isla. Sus actos más o menos recientes como primer vicepresidente daban señales de que podía serlo. Había sido recibido en China por Xi Jinping, también asistido a la entronización del Papa Francisco en Roma. Se descontaba que sucedería a Raúl en el gobierno de la isla. Nadie se atrevía a confirmarlo, pero si a sugerirlo como posible.

Alto, canoso, de caminar erguido y sonrisa tenue, Miguel Mario Díaz Canel Bermúdez –tal sus nombres y apellidos completos– nació el 20 de abril de 1960. No es el integrante más joven del Consejo de Estado propuesto por la asamblea que presidió el veterano Esteban Lazo, pero forma parte de la generación del recambio. Raúl Castro tiene 86 años y quienes pasarán a ocupar ahora cargos que dejan los viejos comandantes de la Sierra Maestra promedian los 48. El presidente que se adivinaba fue cooperante internacionalista en Nicaragua, donde apoyó al sandinismo en la década del 80. Ocupó el cargo de primer secretario de la Unión de Juventudes Comunistas en Villa Clara, repitió la misma función en el PC cubano de su provincia natal y también en Holguín. Fue ministro de Educación Superior en el 2009 y en el 2012 vicepresidente del Consejo de Ministros. 

Si algo une a Díaz Canel con el legado revolucionario de Fidel es que siempre se mimetizó entre el pueblo para conocer sus deseos y necesidades. De él se edificó una leyenda en sus tiempos como funcionario en la provincia de Holguín, donde conoció a su segunda esposa. Cuentan que se presentaba por sorpresa para comprobar el servicio que recibían las personas en determinado lugar. En 2012 –explica Harold Cárdenas, un profesor de marxismo en la Universidad de Matanzas– intercedió para que un blog llamado La joven Cuba pudiera seguir activo con sus opiniones críticas. El nuevo presidente lo hizo sin que nadie se lo pidiera. La anécdota la difundió la agencia AP, que no es precisamente Granma ni Juventud Rebelde. 

A este hombre le interesa la cultura y se dice en Cuba que es una mente abierta a la diversidad. Durante su gestión en Santa Clara prosperó El Menjunje, un centro cultural que organizaba espectáculos ideados o protagonizados por transexuales.

En un vuelo rasante sobre los perfiles improvisados que ahora inundan Internet, queda muy claro que Díaz Canel estaba lejos de tener un biógrafo. No sólo por su perfil bajo. La épica de la Revolución y los comandantes que le aportaron su mística, opacarían a cualquier figura posterior. El nuevo presidente sabe que deberá estar a la altura que le impone la historia. En Cuba el techo es muy alto, por el motivo que fuera.

Díaz Canel no podrá reemplazar el carisma de Fidel, ni la experiencia negociadora de su hermano Raúl, quien quedará al frente del Partido Comunista Cubano (PCC). Será el nuevo poder en la isla entre hombres y mujeres que no vivieron como adultos el desembarco del Granma o la crisis de los misiles. Aquel mundo bipolar ya no es el mismo, pero está sujeto a nuevos desafíos. No existe más la Unión Soviética y los misiles dejaron de apuntar desde Cuba a Estados Unidos. Vladimir Putin no es Nikita Krushchev y las bombas hoy caen en Siria o países que Estados Unidos tilda de terroristas. La lista la escribe Donald Trump, esa especie de nuevo villano planetario aunque la prensa corporativa en general ubique en ese lugar a otros políticos. Cuba integra esa nómina de enemigos y su generación nacida durante la revolución deberá saber qué hacer con ella.

En Cuba el pueblo de a pie no conoce demasiado sobre Díaz Canel. Las personas mayores se quedaron con el recuerdo de los comandantes de la Revolución –algunos que seguirán y otros que se irán del gobierno– y los más jóvenes no parecen demasiado interesados en conocer detalles sobre la vida del jefe de Estado que será oficializado hoy en La Habana. Los 604 diputados presentes en la Asamblea Nacional del Poder Popular lo aplaudieron ayer de pie, casi en simultáneo con la ovación cerrada que le tributaron a Raúl Castro. Él agradeció, serio y como distante, acaso seguro de que no la tendrá fácil.

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