Camisetas de países que ya no existen. Estadios repletos de personas que hoy están (casi) todas muertas. Goles que se hicieron en blanco y negro y que alguien pintó, cuadro por cuadro, pixel por pixel, con saturados colores pastel. Caras de cracks vintage, que nunca viste, pero te suenan: hay algo de leyendas Panini en todo esto.
Es abril de un año mundialista y el mercado se ocupa de que el Mundial esté en todas partes. Y entre las múltiples formas de consumo diseñadas para calmar esa sed, también Netflix tiene la suya: las primeras tres entregas del documental La historia oficial de la Copa Mundial de la Fifa. Pese a todo el mal olor que se desprende de poner juntas las palabras “Fifa” y “oficial”, este ciclo gana por su cantidad de imágenes inéditas, por el tono pintoresco de los archivos pintarrajeados digitalmente, por la épica que tienen los goles con textura y grano y hasta por las campeones ensuciados por históricos pelos atorados en la lente de la cámara.
Ante tanta manija sobreactuada de los canales de deportes (cuyos relatores a menudo llenan de aullidos apasionados cualquier escena pelotuda de un DT señalando cosas), el lenguaje frío, enciclopédico y mala onda de La historia oficial de la Copa Mundial de la Fifa por momentos resulta una virtud. Es definitivamente flashero ese compilado casi infinito de celebrities mundialistas: Beckenbauer lanzado al ataque con velocidad de playstation arcade en México’70, el huidizo –neymaresco– Pelé dentro del área humillando con sombreros a los toscos defensores galeses, los goles –todos golazos– de Diego en el ’86… La historia oficial de la Copa Mundial de la Fifa nos confirma, además, que cualquier partido mundialista anterior a Brasil 2014 hoy parece viejo (¿será que algo pasa en los ojos, en la imagen, en la manera de ver fútbol en las pantallas?).
Advertencia 1: la Fifa es un organismo con más asesores legales que futbolistas y con más asesores de mercado que hinchas. Como para no ilusionarse con encontrar datos sobre partidos arreglados, arbitrajes sospechosos ni vínculos de dirigentes del fútbol con dictadores, genocidas y traficantes.
Advertencia 2: esta saga es tan pero tan “oficial” que cada vez que aparecen escritas las palabras “Fifa World Cup” vienen invariablemente seguidas del “TM” (“trade mark”, marca registrada). Como para prevenir que la Fifa se haga juicio a sí misma.
Advertencia 3: la corrección política de esta producción por momentos se vuelve exagerada, como cuando fuerza un cupo de género e incluye fugaces pasajes de mundiales de fútbol femenino. Como si la Fifa temiera ser acusada de machista por hacer un documental con goles de Messi y Ronaldinho pero sin goles de chicas.
Si es posible dejar pasar estas tres advertencias, La historia oficial de la Copa Mundial de la Fifa puede disfrutarse como una dosis de manija sana e inofensiva, a semanas del Mundial.