"Se llamaba Gastón. La noche anterior yo había salido y lo había invitado, pero su respuesta fue ‘no, no voy’, porque él laburaba de ayudante de albañil con el padre y el padre le depositaba la plata el sábado, porque si no se la daba el viernes y se pegaba el faltazo. Me había dicho: ‘Mañana me levanto temprano porque me toca laburar, pero cobro y salimos’. Era 18 o 19 de diciembre y, al día siguiente, cuando él me invita a bailar, le contesto: 'No, Gastón, me quedo, yo salí anoche y estoy muerto'. Agarró y se fue. Hicieron una previa en lo de un amigo, en los departamentos atrás de Coto de Sarandí, de Avenida Mitre, y se fueron a un boliche acá en Avellaneda. Cuando vuelven, podían tomar dos líneas de colectivos: la línea 33 M y la línea 33 C; la M agarra para Lanús y la C sigue por Agüero. Él toma la M, se baja y tiene que hacer un tramo caminando para entrar a la villa. En ese tramo, se mete a un pasillo con otro amigo para cortar camino y no agarrar la cuadra larga y, en ese pasillo, se cruza a tres pibes y discuten. Le pidieron un cigarrillo o algo así… Después de eso, estos pibes prometieron que iban a volver y cumplieron. A las dos horas volvieron al lugar donde estaban mis amigos y ahí ocurrió lo que ocurrió: una pelea. El otro chico va, busca en la casa un cuchillo y cuando vuelve le da una puñalada a Gastón. Eran las 9 de la mañana, hacía un calor bárbaro y él estaba sin remera. Cuando recibe el cuchillazo como si fuera una piña, se ve que en el movimiento se lo corre para el costado y le corta la arteria. Yo dormía. Cuando se escuchó la pelea, mi mamá no me quiso levantar para que no salga y me sume y me avisó cuando ya no se podía hacer nada. Yo vivía en la parte de arriba de la casa, me desperté sin entender nada y justo tenía una escalera hasta la calle. Cuando bajo, lo veo venir tambaleándose y él se cae en el asfalto. Se asustó, se quedó pálido. Esto fue muy rápido, de la noche a la mañana, cuando lo encontré casi sin vida, en los brazos míos, mirándome. Parece de película, pero es verdad, estaba con su mano en el corazón queriéndome decir algo que no le salía. En medio, había un estado de desesperación, con todos corriendo para todos lados buscando un remís para llevarlo, pero ahí en la villa nadie quería prestar el auto y todos se lavaban las manos. Un vecino puso un camión de la municipalidad, pero ya era tarde. Cuando llego al hospital me informan que había fallecido. Su muerte dejó a un nene varón acá con nosotros. Después, al homicida creo que lo termina entregando su mamá. Era un menor, de 16 años. Ese fue el golpe más duro que sufrí en mi vida.”
Ricardo Centurión no llora, no duda, ni omite un detalle. Recuerda clavando los ojos en la nada, casi que con rencor, como si por fin hubiera abierto una puerta que estaba cerrada. Confiesa que está contando esto por primera vez en una nota, y que extraña a Gastón, su mejor amigo, el que se le fue en los brazos a los 18 años. Dice, también, que aquello fue incluso peor que perder a su padre, que murió calcinado en el incendio de una fábrica de pirotecnia ilegal. Su vida, como tantas otras vidas de pibes del conurbano, no es una excusa a sus decisiones, pero sí una invitación a entender qué pasa en los barrios a los que muchos eligen no mirar. El extremo de Racing hablará durante una hora de sus mejores noches, pero también de las peores.
-¿Qué es triunfar desde el lugar del que venís, cómo fue tu infancia y cómo es salir de ahí?
-Para mí triunfar es salir del lugar del que uno sale y pelarla para jugar en Primera. Hace poco lo escuché al Chipi Barijho y dijo una gran verdad: guapo y el que tiene huevos no es el que va a jugar a la villa, sino el que juega con 40.000 o 50.000 personas alrededor y que ahí pide la pelota. Jugar en el barrio no juegan todos, porque también tenés que tener picardía y ser un poco guapo, pero te lleva el ruedo. Vos jugás sin nada y sin presiones por un poco de plata o, simplemente, por el premio que se habla ahí antes de jugar. Después, uno juega por el orgullo, pero llegar a Primera es muy difícil. Y salir de donde uno sale, más, porque la palabra mayor contra la que tenemos que pelear nosotros al salir de un barrio bajo es la envidia. Pelear contra eso es difícil, asumirlo es difícil y, cuando uno ya lo supera, como que se siente a gusto con sí mismo.
-¿Te sentís mirado distinto por el lugar desde el que venís?
-Sí, a ver… La sociedad misma parece que está esperando que pase algo, o por ahí yo me siento un poco más marcado que otros jugadores, o me exigen más por ser quien soy y por venir del lugar que vengo. También la realidad es que yo solo me busqué que me señalen o me apunten con el dedo, pero a veces siento que se van un poco más del rol normal. Siempre trato de manejarlo con seriedad o buscar la mejor salida, porque en el barrio uno se cruza con un montón de cosas que son muy duras para la vista y para seguir creciendo. Te marcan. Tenés muchas facilidades de drogas, de robo y hay gente que no tiene para comer. Y yo, así y todo, con mi familia, con la ayuda de mi mamá y de mi abuela, pude tener un futuro. Yo siempre tenía un “no” a mano. A la hora de pedir salidas nocturnas o ir a un cumpleaños, mi mamá casi siempre me las negaba, por el miedo a perder a un hijo por una salida. Si no hubiera sido por ella, por ahí yo agarraba otros caminos.
-¿Es verdad que no vas más a tu barrio?
-Yo ya no voy más al barrio porque no se puede ir más. Cambié, ya no soy el Caco, como me decían en el barrio, ya soy Centurión y para muchos ya soy un signo pesos caminando. Ya lo sentí últimamente cuando iba. Entonces iba a perder, no iba a ganar. Yo me sentía el pibe más feliz del mundo ahí, pero, a la vez, le hacía mal a mi familia, porque en cualquier momento cualquier pelotudo me la iba a poner. Hoy, prefiero decirles a mis amigos ‘vamos a tal lado’, a tal lugar, encontrarnos en otro lado y no me considero un gil por eso, porque termino ganando, me voy a dormir a mi casa tranquilo y al otro día entreno. Me costó años asumirlo. Antes, terminaba de entrenar en 2013 y lo primero que hacía era agarrar el auto para irme a la villa sin pensar. Y, por ahí, vos venías y me decías: “Che Centu, no vayas porque en cualquier momento te la van poner, porque vas en un auto tal y te tienen fichado”. Y yo respondía que eso no podía pasarme, si yo había salido de ahí. Y vos la seguías con que “ya no sos el mismo de antes”, pero no me daba cuenta. Hasta que me pasó y ahí me di cuenta que asusté de verdad a mi familia. Y ahí dije ya está, yo estoy para otra cosa, no estoy para esto. Cuando decidí volver a Racing, lo hice tomando las precauciones que debía tomar, porque la calle está jodida. Entonces, en ese sentido, trato de protegerme a mí y a mi familia. No voy a dejar de amar a ese lugar, ni voy a olvidarme de donde salí pero, lamentablemente, hoy no puedo volver. El que me entiende, me entiende. Y el que no, allá ellos.
-¿Eso no se te puede volver en contra en la mirada ajena?
-Es que en algún momento lo iba a contar, porque necesito que el chico que hoy sale de ahí tenga la experiencia mía, buena o mala, como aprendizaje. Si soy visto como una mala imagen para los demás, también voy a tratar de brindar mi pasado a chicos que quieren jugar al fútbol. Y yo sé que el chico que tenga delante me va a escuchar. No quiero que crean todo lo que se dice de mí, porque es una imagen que no es real. El que me conoce bien, sabe que no soy eso. Sí soy un ser humano que se equivoca, pero la realidad marca que yo estoy expuesto hasta un punto en el que no puedo fallar, porque parece que están atrás mío pisándome los talones, esperando que me mande alguna cagada para meterme en los medios para que mi imagen venda. El otro día (N. de R.:pasó un semáforo en rojo en Lanús e intentó coimear a un oficial de tránsito que lo filmó) lo pasaron hasta en Cartoon Network. Yo me río, pero mi familia es la que consume. ¿Cómo le digo a mi abuela y a mi mamá que no consuman eso cuando siempre miraron todos los programas y los noticieros? Mirá, hay un video en YouTube de la Bersuit que se llama en La Ribera y que está hecho donde yo salí y en el que mi hermanita es parte de ese video. Ahí cuentan un poco lo que es La Ribera, el arroyo y la gente. Yo me crié ahí. Entonces, uno crece con los valores que le dan sus padres. El respeto sale de la casa y después la educación de la escuela y demás. Jamás le faltaría el respeto a nadie, ni por el trabajo que tenga cada uno ni por ningún otro motivo. Capaz que mi perfil, cuando vos me cruzás a primera vista, es el de ‘este pibe es cara de orto que no saluda’. Pero después, cuando me conocés, la verdad que soy muy abierto: me gusta hablar de fútbol, de novelas, de música y de autos. Si hay que tomar mate, tomo. Por eso, creo que en los planteles que estuve mis compañeros o ex compañeros jamás hablaron mal de mí. Me quedo con eso, que siempre me llaman, me mandan mensajitos. Después, lo que se dice de mí no me interesa.
-¿De qué te arrepentís en tu carrera?
-Para mí es media rara mi carrera hasta hoy. A ver, no pongo la palabra arrepentimiento, porque no me arrepiento de nada, pero podría haber alcanzado otros niveles y haber pasado otros obstáculos también si me lo proponía. Necesito seguir aprendiendo, seguir madurando, aunque, en cierta parte, siento que triunfé en varias cosas. Hoy me encuentro con una realidad que tengo 25 años y que no soy aquel Centurión de los 20, 21 o 19 años.
-Tu explosión en Primera ocurrió una mañana de domingo con Independiente, en la que ganaron 2 a 0 con dos goles de José Sand y vos la rompiste. ¿Qué pasó entre ese partido, que fue un gran boom, y hoy?
-Muchas cosas. Por ahí en ese entonces hacía todo y futbolísticamente me iba bien, pero en lo personal no me acomodaba. No sentía que estaba jugando en una institución tan grande como Racing. No le daba dimensión. Por eso, también, adentro de la cancha me salían las cosas así como me salían, porque jugaba sin presión y jugaba como jugaba en barrio con mis amigos. Estaba saliendo de donde me crié. Son cosas muy difíciles que uno con los años y la experiencia va aprendiendo.
-Hablaste de la parte fea de tu historia. ¿Cuáles eran los momentos lindos en el barrio?
-Creo que uno de los momentos más lindos fue el nacimiento de la primera sobrina (Aramis), que hoy tiene 7 años. Creo que fue una luz en la casa, trajo mucha felicidad. Igual, la felicidad mía era ir a entrenar al Tita Mattiussi y después venir al barrio y estar con los pibes y tomarme una coca. No teníamos muchos recursos para otra cosa, porque había pocos pibes que tenían laburo. Eran dos o tres y en la banda éramos como 20. Con poco la pasábamos bien. Éramos todos pibes sanos y buenos a los que les gustaba la joda, como nos gusta a la mayoría. En la villa caí en un buen lugar (por los Los Pinos, su grupo de pertenencia se llamaba así) donde tenía amigos que me protegían mucho, porque veían que tenía condiciones para jugar. En la villa con ellos era todo felicidad, pero yo no me imaginaba jugar en Primera. No era un objetivo, no lo creía, jugaba por amor al fútbol, porque vivía jugando al fútbol, pero nada más. Cuando no me tocaba jugar en sexta o en séptima, quería dejar, por ejemplo.
-¿En dónde sos feliz hoy?
-Soy un chico raro en ese sentido, porque no te lo hago ver. Una persona que me conoce a fondo puede decir “ahora está feliz”, pero si no me conocés no te das cuenta. Jugando al fútbol me olvido de todos los problemas. O estando en mi casa, con mi novia o mirando una simple película, o cuando estuve afuera que conocimos Disney. Esos son momentos de felicidad. Hoy tengo 25 años y quiero formar mi familia, que es una cuenta que también tengo pendiente. Eso sería una felicidad grande y, aunque no me apuro, creo que es una cuota que va a llenar mi alma.
-¿Estás acostumbrado a vivir en conflicto?
-Lo supero rápido. Me digo: “Boludo, mirá lo que me pasa, ya está, la cagada ya me la mandé, ya está”. Hay que aprender y no hacerlo más. Con las cosas que me han pasado, lo que me molesta es que se hablen tantas boludeces. A veces se la dejamos picando, yo me hago cargo. Pero hay veces que decís “no fue nada”. Me acuerdo que en el campeonato pasado tiraba una frase en Instagram y se hablaba una semana. Estaba de vacaciones en México y se hablaba de mí. Y vos decís, o no hay nada para hablar o soy el apuntado. Me acuerdo una frase que puse: “Si antes era un hijo de puta, ahora soy peor”, que es de una canción que yo escucho, un reggaetón. A mí me da risa y bronca a la vez. Y vienen todos a decirme que no escriba más boludeces y, loco, está bien, no tengo que escribirlo, pero te das cuenta que te están buscando, que esperan que pongas una gilada. Es difícil así.
-¿Trabajás de alguna manera para no repetir los errores?
-Tengo un profesional acá en Racing, que me ayuda. Todo creció mucho en ese sentido. Terminás de entrenar y tenés la comida. La verdad, nosotros, si nos quejamos es de llenos, porque somos unos privilegiados. Yo pasé épocas duras en Racing. No viví la época de la Promoción, pero estaba allá arriba en la tribuna. Contra Belgrano, si entraba esa pelota (N. de R.: del puntano Claudio Bustos sobre el arco que da a la tribuna local), se terminaba todo. Estaba en la pensión, afuera, y se mataban pidiendo el cambio del presidente. Y hoy es lindo que Racing se acostumbre a jugar Copa Libertadores o que te luche el campeonato. Respecto de lo otro, la expulsión que tuve este campeonato, por ejemplo, uno la habla con el profesional. Todo se corrige en la semana. Acá no tenés excusa de nada, llega el fin de semana y sabés qué es lo que tenés que hacer.
Las “cagadas” que Centurión relata podrían enmarcarse en casos de indisciplina, apariciones nocturnas, mensajes inoportunos en redes y un sinfín de situaciones que los medios explotan hasta el final. Sin embargo, distinta es la situación cuando se habla de violencia de género, con la gravedad con la que esta problemática carcome el entramado de una sociedad plenamente machista. Melisa Tozzi, ex pareja del futbolista de Racing, denunció que Centurión le astilló tres dientes y la ahorcó. Más allá del paisaje de la vida del jugador, era obligatorio preguntarle sobre eso.
-Hablaste de tus conflictos. ¿Te arrepentís de alguna situación?
-La del accidente en los Siete Puentes fue innecesario. Esa me dolió porque ahí me di cuenta en el ex club que tuve explotaba todo, porque eso fue un sábado y el lunes ya estaba en todos lados y vi a mi familia muy mal. No me maté de pedo. Esa fue jodida.
-¿Y la denuncia por violencia de género?
-También, pero eso fue todo armado, fue todo por atrás, hubo plata, extorsión, me querían bajar de tal manera que se buscó, se buscó y por la plata baila el mono. Eso fue más que nada un negocio.